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Los exploradores

La luna baña de un plateado cristalino las laderas de las montañas. También las copas de los pinos. Algunas nubes se dispersan desordenadas en el cielo. En el claro, junto a un camino de tierra, una cabaña, hay luz en su interior. Un furgón al costado, bajo las sombras. Está nevando.
Sobre la mesa, un sol de noche. Radiante. También están los pies, las botas, de Nelson que se encuentra cómodamente sentado mientras mira televisión. En la pared hay un mapa. Un reloj sobre la ventana. Otro muchacho, llamado Gabriel, abre una lata de atún con su cortaplumas. Un cigarrillo se consume en un cenicero junto al teléfono.
- A lo mejor nos llaman – dice Nelson, se rasca la cabeza y se despereza.
- ¿Como sabés?
- Por la tele… se perdió una mina a unos kilómetros de acá.
- Deberíamos llamar al resto de los muchachos.
- Esperemos un poco.
Gabriel logra sacar la tapa metálica de la lata y vierte el atún en un plato. De
una bolsa saca dos trozos de pan y los acerca a la mesa. Nelson baja los pies. Están sentados uno frente al otro, inclinados, con un pedazo de pan en la mano. Con el tenedor llevan a la boca el atún aceitoso.
- Está riquísimo – dice Nelson con la boca llena.
El otro asiente con la cabeza y sigue comiendo. Las imágenes en el televisor se
suceden y ahora están pasando los resultados del fútbol. Gabriel se levanta y camina hacia el teléfono. Revisa una agenda y se dispone a llamar.
- ¿qué vas a hacer?- dice Nelson
- Voy a llamar a los muchachos, es mejor estar preparados.
- A lo mejor no nos llaman, si la encuentran antes, no nos van a llamar.
Gabriel marca un número y habla. Repite el procedimiento varias veces. Se apoya
contra la pared y enciende un cigarrillo. Respira profundo. Fuma. Mira por la ventana. La nieve cae placida y ha formado un manto sobre el suelo. El furgón también tiene una capa de nieve que lo cubre. Tiene dos faroles grandes y el paragolpes blanco blanco, parece sonriente.
Gabriel abre un armario. El armario es grande y está lleno de mochilas, linternas, bolsas de dormir, palas, carpas, algunas frazadas, algunos pares de botas. El muchacho saca los elementos y los distribuye sobre el piso. Alguien golpea la puerta. Nelson mira televisión.
- ¿Podés abrir la puerta? – dice Gabriel.
Nelson se para y abre. Es un muchacho. Es bajito y simpático. Eléctrico. Tiene una
mochila amarilla sobre los hombros.
- ¿Así que hay joda? – dice.
- No llamaron todavía pero se perdió una mina cerca del lago – dice Gabriel.
Nelson vuelve a sentarse con las botas sobre la mesa. Fuma. Sigue prestando
atención a la pantalla.
- No te entusiasmes - le dice al muchacho simpático - Capaz que no llaman.
- Tengo ganas de salir, hace tiempo que no pasa nada por acá.
Golpean de nuevo la puerta. Son otros dos tipos. También traen mochilas. Uno tiene
unos oscuros lentes sicodélicos. El otro usa un gorro de lana con el escudo de Los Angeles Lakers. El gorro está salpicado de nieve. Se frotan las manos y sale vapor de sus bocas. Gabriel está ajustando algunas cosas dentro de una mochila azul. Hace presión con su bota. Nelson cambia de canal. Ha elegido el canal de música.
- Es mejor que dejes el noticiero – dice Gabriel.
- Aguantá, aguantá, este video está bueno – dice el del gorro de lana.
Gabriel hace un gesto de fastidio. – Acá tenés tus cosas – le dice a Nelson y le
alcanza una mochila.
Suena el teléfono.
- Ahí están - dice Nelson.
- ¿Atiendo? – dice el muchacho bajito y simpático, Gabriel afirma con la mano.
El muchacho atiende.
- Es Junior, dice que no vendrá – agrega.
Han dejado las mochilas a un costado. Están sentados a la mesa. El marco de la ventana se ha llenado de nieve. El sol de noche irradia una luz fuerte y blanca. Miran la televisión que nuevamente está en el noticiero. Otra vez aparece la noticia de la chica perdida. Suena el teléfono. Gabriel atiende. Escucha.
- Son ellos – dice. Descuelga el mapa de la pared. Todos se juntan en un círculo. El muchacho bajito de los gestos alegres mastica un chicle, hace ruido con la boca, infla globos y los revienta con cierto aire irreverente. Gabriel les explica por donde se ha perdido la chica. Les comenta que la zona ha sido prácticamente rastreada en su totalidad y que ella no aparece. Tal vez esté muerta.
- Siempre nos llaman para lo peor – dice Nelson.
- Nos hubieran llamado antes – dice el de los lentes oscuros.
Antes de salir confirman que las cosas están en su lugar. Fuman un cigarrillo. Ha dejado de nevar un poco pero el frío se clava en los huesos. Suben al furgón y parten. La luna es blanca y solitaria. No hay sonidos de pájaros, ni de animales, solo la brisa fresca que se abre paso entre las ramas de los pinos.

Caminan por un sendero que apenas puede distinguirse de la nieve de alrededor. No ha vuelto a nevar. Hacia un costado del sendero la superficie desciende en un plano bastante pronunciado. Hacia el otro lado el bosque se extiende lleno de pinos y arbustos. Los pinos parecen oscuros gigantes que acechan el andar de los muchachos. Caminan y las pisadas suenan como el masticar de hielo. La luz de las linternas. El vapor en las bocas. Las camperas. Las bufandas. Una tras otro van en fila india.
- ¿Como se llama la mina?
- Julia
- ¿Gritamos?
- Es al pedo que gritemos – dice Nelson que fuma un cigarrillo – esta zona ya ha sido revisada.
- Gritemos – dice Gabriel
El muchacho bajito y simpático infla los pulmones, escupe el chicle, y grita - Juuuuliaaaaa. – Toma aire y vuelve a gritar. El silencio es total. No hay respuesta.
Caminan. Usan guantes pero igual se frotan las manos. El muchacho bajito sigue gritando, tiene una botella en la mano, le da sorbos. Solo se escucha el silbido del viento, las botas incrustándose en la nieve.
- ¿ Qué estas tomando? – le pregunta el muchacho de la gorra de los Lakers al
bajito.
- Chocolatada – responde – me da energías.
Hay un silencio. Después alguien habla.
- ¿Se acuerdan de cuando sacamos a los dos fiambres?
- ¿Los viejos? – dice uno
- Si, los viejos que se perdieron buscando al perro.
- El perro salió vivo – dice Gabriel.
- Dicen que el hijo de los viejos de la bronca lo mató de un tiro.
- No, dicen que lo encerró en un freezer – dice el bajito.
- Bah, es mentira, yo se donde vive el hijo, y el perro está vivo en el patio.
Un olor nauseabundo llega a las narices de los muchachos. Contrasta con el frío
húmedo que sienten.
- ¿qué es ese olor? – dice Gabriel.
- Fui yo – dice el petiso simpático – es la chocolatada.
La luna se asoma entre las copas de los pinos. A veces vuela algún pájaro que
pareciera espantarse al paso de los muchachos. El andar es continuo y hasta monótono. Siguen gritando el nombre de Julia. Son varios los que fuman ahora. Están agitados. Pueden sentir el sudor bajo la ropa que los protege del frío.
- ¿Cómo se perdió la mina esta? – dice el de los lentes oscuros.
- Estaba con el novio y él se separó para ir a mear. Cuando volvió la mina no
estaba. Dice que la buscó, no la encontró, entonces salió del bosque y llamó a los exploradores.
Nelson se ríe – Para mi que la dejó abandonada, se la quiso sacar de encima.
- Cruel forma de dejar una novia.
El trasero del petiso vuelve a sonar y otra vez el olor nauseabundo.
- Aflojá con la chocolatada – dijo Gabriel. El petiso sonríe en la oscuridad.
Como un golpe de martillo que desgarra un muro así se escucha el grito en la noche
inmensa. – Heeeeeeeeeeelp!.
- ¿Qué es eso?– dice el del gorro de los Lakers.
Estan todos estupefactos. Petrificados. La saliva les llena la garganta. Les
laten las sienes.
- Es la mina – dice Gabriel con los ojos abiertos como un búho. – es yanqui.
- ¿es yanqui?
- Heeeeeeeeeeelp! – vuelve a escucharse.
Se quedan en silencio. El viento silba. Las linternas se mueven buscando.
- Está allá abajo – dice el de los lentes oscuros.
Otra vez el silencio, y otra vez el grito de socorro.
- yo bajo – dice Gabriel.
- yo voy con vos – dice el del gorro de los Lakers.
Se colocan los zapatos de nieve. Se dan un abrazo. Comienzan a descender
por la pendiente y desaparecen en la oscuridad. El de los lentes saca una radio del bolso. Cuando logra sintonizar la frecuencia avisa que la han encontrado. ¿Viva?, preguntan del otro lado. El muchacho confirma que está viva. El bajito simpático ha empeorado. Las flatulencias se agravaron y ahora siente como una anguila en los intestinos. Corriendo va a agacharse detrás del tronco de un pino y se baja los pantalones. El frío le da cachetadas en las nalgas. Nelson canta: Help! I need somebody! Help! Not just anybody!. El de los lentes mantiene la radio encendida y pueden escucharse las transmisiones de los otros equipos de rescate. Nelson enciende un cigarrillo. Es difícil distinguir el vapor del frío del humo del tabaco. La luna está tapada por una nube. No se ven estrellas.



Texto agregado el 03-06-2008, y leído por 537 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
08-06-2008 Tienes mucha capacidad para la narrativa.Muy buen texto. uleiru
07-06-2008 Hay relatos con historias interesantes, aunque mal escritos. Existen los opuestos, perfectamente escritos pero sin argumento. El tuyo es perfecto en ambos sentidos. Con eso lo digo todo. margarita-zamudio
06-06-2008 Muy buen relato, como siempre. Hace tiempo que no te leía,estuve fuera del foro, es un gusto reencontrarte. tequendama
06-06-2008 Para mí un cuento es bueno, cuando me entretiene, y tu cuento lo ha logrado. Por tu buen trabajo mis felicitaciones. Saludos. ketti
06-06-2008 En primer lugar te agradezco mucho la invitación, me sorprende la fluídez del lenguaje, el tema que no me deja incierta con respecto a la buena humanidad, a esa que nos deja la esperanza en la raza humana, en su honorabilidad y entrega, y que salvada, me encantó tu texto. on-line
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