NO FUIMOS NOVIOS
Emilio Hernández
Buscaba mis primeros besos; brinque la cerca de piedra que unía aquella colina con la planicie donde se encontraba la escuela, en la parte trasera de esta, había una pequeña habitación y cocina destinada para los maestros de turno, pero que en aquella época estaba ocupada por una mujer de dudosa reputación que tenia como prole a tres hijas, un barón, además de su tío y su madre.
Era la primavera de ese año, el olor a pasto fresco y flores nuevas me impregnaban el espíritu, me dirigí corriendo con la expectativa de una tarde divertida en compañía de aquella pandilla, conformada por los hijos de aquella mujer y algunos amigos del barrio. La verdadera atracción eran las niñas; Vicky; la mayor una niña morena con una cara de imagen de virgen de barro, facciones finas y hermosos ojos negros, la Güera; una niña blanca con unos hermosos ojos almendrados y un bellísimo cabello rubio y la más pequeña la Chotis; una morena color canela, con unos hermosos ojos café obscuros.
Colección de las aventuras de aquella mujer cuya apetencia sexual era obvia.
Después de retozar, brincar, rodar por el pasto, un buen rato, llegó una idea; - Juguemos a las escondidas, inmediatamente busque un refugio en el antiguo salón de clase, una vieja construcción de adobes y techo de tejas, que al final a su derecha tenia lo que en su tiempo fue la cocina para aquellos desayunos escolares; que el manoseo y la burocracia nos quitaron.
Ya en el fondo de la vieja cocina, la Chotis llegó donde yo estaba, hice la señal de silencio con mi dedo índice, ella me veía con esos tiernos ojos que hacían que mi alma se anudará completa en mi garganta, se acercó, alzó sus brazos hasta ponerlos sobre mi cuello, acercó sus diminutos labios a mi boca, sentí instintivamente aquel instante tierno. La naturaleza se encargo del resto, disfrutamos la miel de aquel momento. Nos exploramos de mil maneras en aquel lapso de tiempo aprendí muchas cosas y
sentí otras tantas, de las cuales no tenia explicación.
Hubo un momento en que mi conocimiento, careció de métodos y sólo se ahogo en la inocencia aquella ansia infinita que me quemaba.
Pasaron 8 años de aquella experiencia, los árboles volvieron a dar frutos, las flores volvieron con cada primavera. Un día baje del autobús que me traía a visitar a los míos. Justo frente de la estación del autobús; se encontraba una tienda donde Chotis trabajaba. No era aquel capullo que tuve el placer de acariciar, ahora era una flor; su cutis moreno, terso y aquellos bellos ojos, habían acentuado su manera tierna de mirar.
La quise tomar de la mano, me rechazó; Sonrojado y torpemente le pregunté; ¿Recuerdas cuando fuimos novios?
Y me contestó; -Nunca fuimos novios.
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