Es extraño como de improviso te ponés a pensar en cosas que jamás te hubieras pensado, como si vieras la realidad con otros ojos.
Y de repente recordás que te llamás Brahms pero no te llamás Brahms, que hablás inglés como si hubieras nacido en California y pensás en inglés casi todo el tiempo aunque en el fondo siempre seguís pensando en español rioplatense y ves la realidad con ojos rioplatenses.
Si te acordaras de estas cosas cuando estás sentado en un Starbucks tomándote un espresso, o pedaleando en la bicicleta fija no tendría mayor importancia, pero te estás comiendo el coco mientras enroscás la mira telefónica de un fusil de precisión SVD y apoyás el codo izquierdo contra el muro de la vetusta azotea, calzás la culata contra el hombro derecho, echás un vistazo subrepticio a la calle, la plaza, el denso tránsito y los letreros en un idioma que no es español ni inglés, hasta que llega el Jaguar negro, salen varios hombres, uno de ellos, de traje gris, queda por momento congelado en la mira, cargando un maletín de aluminio, y por primera vez en un momento así te ponés a pensar antes de apretar el gatillo y el tiro, asordinado, sale a destiempo. El hombre de traje gris recibe el impacto en el brazo derecho y suelta el maletín. Aunque maldecís por lo bajo, mantenés la calma e intentás recuperar el segundo perdido mientras los demás hombres del Jaguar corren, se cubren, miran hacia arriba. Y otra vez el hombre de traje gris en la mira, corriendo a guarecerse detrás del coche, otra detonación asordinada y la bala impacta de lleno contra el pavimento. De un edificio cercano emergen varios policías de uniforme y dos de traje oscuro, fuertemente armados.
Y ya te estás yendo, ya estás huyendo, consciente de que éste es tu último trabajo, y que los 350.000 dólares del contrato se los van a pagar al que logre liquidarte, que ya te habían echado el ojo hace más de veinte años cuando empezaste a laburar en aquella oficina fantasmal de North Bay Village, y que cada minuto, cada segundo que transcurre, tus posibilidades de seguir vivo son más y más remotas.
Eytán Lasca © mayo de 2008
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