La vista de las nubes alejándose, en el ambiente quedaba el aroma de tierra, de tierra mojada.
La humedad la hizo sentir frío, pero una lágrima que bajaba por la mejilla, permitió saber que su frío era en el alma y no simplemente en el cuerpo.
Sonidos lejanos de la carretera la hicieron reaccionar, caminó por la vereda, se detuvo junto al roble cómplice de su primera entrega, de su pasión, tal vez de su cuerpo, pues su alma ya desde niña se la había entregado.
Las luces del pueblo se prendieron poco a poco, los lejanos ruidos mundanos aumentaron, la melancolía que estaba dentro de ella, los silenció.
Una breve sonrisa apareció en su rostro, el le prometió regresar pronto.
Las nubes descargaban la lluvia como cortinas.
El autobús bajo la velocidad, el sintió eso inmediatamente, las imágenes de ella se alejaron de su mente por un momento, abrió los ojos, vio hacia el exterior, la lluvia no dejaba que viera el campo, sin embargo debido a la intensidad de la lluvia, la ventanilla acciono como espejo y en el reflejo el pudo ver las piernas de su compañera de asiento.
Ella dio la vuelta en la primera esquina del pueblo, seco sus lágrimas, acomodo su pelo, y trato de cambiar su apariencia.
La sensación de ver los muslos de su antes ignorada compañera de viaje, lo hizo acomodarse en el asiento, así sintió el suave calor de ella.
Una voz la hizo voltear, era Carlos su vecino, le sorprendió verlo con la camisa mojada, su cuerpo era musculoso, ella por primera vez en muchas horas sonrió.
La acompañante no rechazo el contacto, es más pudiera decir que fue de su agrado, él sintió una fuerte oleada de calor en el rostro cuando ella cruzo una pierna sobre la otra y eso le permitió ver unos muslos perfectos.
La platica si hizo amena inmediatamente, ella seguía sorprendida del cuerpo mojado de Carlos, ¡era tan varonil!
Nunca llego la primera carta prometida, tampoco se puede contestar lo que no se recibe.
El tiempo pasó, el regresó, ella ni siquiera se enteró, pues él tampoco jamás la buscó.
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