A veces suelo perder un poco la cordura y en un abrir y cerrar de ojos trato de hacer realidad todas mis emociones reprimida, pero siempre suelo despertar y pensar que todo lo que hice fue un sueño una tentación de lo que el hombre siempre a temido, el mal.
Pero siempre me entero de que todo lo hecho es real, aunque he llegado a querer confesar, siempre termino tranquilizándome.
-Pase- me dijo con un toque de miedo o admiración en su voz. Su casa o mejor dicho esa pequeña pieza con una cama, una silla y el cuadro de una mujer.
Encendió otra vela y me pidió que tomara asiento, el por su parte se sentó en la cama.
-Me he comportado de una forma poco usual, solo a usted puedo decírselo, he sido yo quien de noche a pegado esos papeles que maldicen su nombre.- Su pelo revuelto y sus lágrimas que caían me hicieron compadecer de su persona.
Saque una botella de licor de entre mi ropaje y vi su cara alegrarse, le convide un poco para que tomara. Cuando fue mi turno pude sentir la quemazón en mi garganta y aquel exquisito brebaje que quedaba pegado en mi cerebro así trago tras trago comencé a elevar mi mente a un tono más amigable pero sin dejar lo siniestro de siempre. ¿Les dije que el alcohol liberaba más rápido mis inhibiciones? Bueno eso era cierto y de un momento a otro deje de ser yo, creo que fue exactamente en la segunda botella.
-¿Así que me odias?- Pregunte feliz, riéndome.
-Es que señor es usted el culpable de mi pobreza.- Me dijo abrazándome mas.
Cuando se había vaciado la tercera botella la quebré en el piso donde las otras dos yacían, quebradas también, ahí fue donde estallo mi ira donde mi cerebro recibía mas sangre de lo normal. Tome al hombre de su cuello y lo tire al piso, me senté encima de el, acerque de su cara donde estaba el vidrio quebrado de las botellas y comencé a pasar su cara una y otra vez por aquellos cristales que como ralladores comenzaron a sacar la piel de su rostro en tiritas. El hombre no grito, no le dolía al estar ebrio, el dolor parecía no afectarlo cuando la sangre había escurrido lo suficiente como para cubrir aquella pequeña pieza, pare. Saque la cuarta botella esta vez bebí solo, cuando solo quedaba la mitad vertí su liquido hacia la cara destrozada del tipo, que por su grito pude darme cuenta que sufrió mucho.
Ya no quedaba nada solo piel y músculos decoraban lo que alguna ves había sido su cara, después de aquel grito todo quedo en paz y el silencio cubrió todo, con la luna como testigo de este macabro hecho abandone el lugar.
A veces creo que me estoy convirtiendo en una mala persona, pero siempre me consuelo diciendo que son pruebas de Dios y por décima ves no la supere quizás para la otra tenga mas suerte.
-¡Obispo! ¡Obispo! Debe dar una misa urgente, a sucedido un horrible asesinato.-
-Muy bien, muy bien, solo déjame terminar mi confección a la estatua de nuestro señor Jesucristo que murió en la cruz por nuestros pecados.-
Como seguía diciendo, a veces suelo perder la cordura y cuando hago algo malo, recuerdo esto: “TU ME ESTAS PROTEGIENDO”.
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