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Estoy tirada en la cama, llevo despierta un buen rato y miro el cielo raso como esperando que me hable y me diga las palabras que necesito para decirle al que está a mi lado que no quiero seguir con esta historia, que es mejor dejarlo así porque ha aparecido otra persona en mi vida. Sigo pensando mientras desplazo mi mirada por la habitación. Hay algo agradable en este departamento estudio de la Plaza Brasil donde Eduardo ha instalado su taller, tiene algo medio europeo, es su caos ordenado como le gusta llamarlo a él. Aún no ha amanecido del todo y la luz del acuario le da un tono azulino al ambiente que lo hace muy agradable, creo que extrañaré un poco este lugar, pero necesito irme. Me siento atrapada, como los peces que van de un extremo a otro de ese mar de 1 metro cuadrado, y yo necesito más. Siento que Eduardo se mueve, me quedo quieta, él deja caer un brazo sobre mi pecho, lo miro, ¿En qué piensas? Me dice. Nada, le digo sonriéndole. Me responde con una sonrisa somnolienta, te despertaste temprano, ¿qué hora es? No se, deben ser como las 8 supongo. Uf! Que flojera, mmhhh, se levanta y lo observo mientras se va al baño. ¿Cambiaste las ampolletas?, le pregunto, si amor, me responde, ayer fui al supermercado y las traje y las puse altiro para que ud. no se enojara de nuevo. Mmmh, le respondo mientras estiro mi mano para coger los cigarrillos que están en el velador sobre el cuaderno que es casi mi diario de vida, en todo caso tenemos velas por si se te hubiera olvidado. Ya, no pelee… ¿qué le pasa que amaneció de malas? Nada, nada, le digo mientras enciendo un cigarrillo, ¿me puedes pasar un cenicero?, Sí, por supuesto. Mientras va hacia su mesón de trabajo se detiene para contemplar el cuadro que está pintando, es una mujer que porta unas ramas bajo su brazo izquierdo entre las cuales sobresale una flor blanca, mientras en su mano derecha tiene una especie de navaja o cuchillo con el que supuestamente ha cortado las ramas y la flor. Eduardo la mira fijamente, y se acerca al mesón para tomar uno de sus pinceles y algo de la pintura que tenía preparada. Hasta ahí no más llegó el cenicero, me digo, y me levanto de mala gana para ir a buscar uno a la cocina que está hecha un chiquero, al fin tomo un plato de café que estaba entre los vasos sucios de la noche anterior. Que lata, me digo, ya no aguanto más y trato de contener las lágrimas que quieren salir. ¿Quieres un café?, Ya! Pongo algo de agua en el calentador y enjuago un par de tazas. Me quedo esperando que hierva el agua mientras pongo una cucharada de café y dos de azúcar en cada taza, vierto el agua caliente como si fuera una operación que necesitara toda mi concentración, y luego me dirijo donde Eduardo que continúa frente al su obra. Toma, gracias. ¿Tiene una cara muy seria? ¿Quién? La mujer de tu cuadro, ¿quién más? Vaya, me dice sorprendido, ¿por qué tan agresiva? Disculpa, le digo. Pero, de verdad, se ve muy seria. Ya, ¿y qué te pasa a ti que andas rara? A mí, nada, le respondo mientras me acerco al ventanal para mirar la Plaza, que a esa hora está casi vacía. Como que nada, si te conozco, a ti algo te pasa, hace días que andas buscando pelea, yo te dije que tenía harto trabajo así que no iba a poder acompañarte mucho en estos días, sí lo se, no es eso, ah, o te molestaste por los chiquillos que vinieron ayer, pero no te preocupes, yo voy a ordenar todo. Mmm, sí el departamento parece un chiquero. Sí, pero lo comido y lo bailado no nos lo quita nadie. Suspiro. Ya amor, venga para acá, está a mi lado y me abraza. Es que, estoy cansada, Edu, ya no doy más, déjame ya, necesito estar sola, disculpa. Pero ¿qué te pasa? Ah, ya se, andas con el periodo. Ándate a la cresta. Ya, pero no te enojes es una broma. Sí, siempre lo mismo, no puedo hablar nada contigo, siempre es una broma, siempre es tu trabaja, siempre son otras cosas menos nosotros, menos tú y yo, y me cansé, no quiero esto para mí, necesito más y contigo siento que vamos hacia ningún lado. Todo es más importante para ti, menos yo, menos nosotros. Pero, amor, ¿qué me dices? Sí, y ya estoy chata de los carretes, del desorden, de la gente que viene y va, quiero mi espacio, quiero orden, quiero vivir tranquila, quiero estar sola. Perdona, pero ya no quiero seguir contigo. Se produce un silencio, ¿dime algo? ¿Te quieres ir, quieres terminar conmigo? Sí. Bien, haz lo que quieras. Continúa pintando, mientras yo me voy al baño para ducharme y arreglarme para marcharme. Arreglo un par de bolsos con las cosas que tenía en casa de Edu. Ya, estoy lista, seguramente algo se me ha de quedar, pero después vendré por ello. No me responde. Me acerco, él se vuelve hacia mí, nos abrazamos y nos besamos. ¿Estás segura? No, pero siento que es lo que debo hacer. Está bien. Te llamo, OK. Salgo del departamento, el sol golpea fuerte en la calle. Siento que me he sacado un gran peso de encima, aunque tengo pena, pero en el fondo me siento feliz.

Texto agregado el 31-05-2008, y leído por 90 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
12-08-2008 Relatas muy bien cada detalle, cada gesto, es casi como estar ahi viéndolos, me senti completamente identificada con la mujer. Lo que me hizo falta fue conocer el otro lado, saber que es lo que él piensa o siente (si es que siente algo mas que su orgullo herido). Muy bueno. neige
02-06-2008 Ahhhhhhhhh... Éste lo había leído, Cecy mía, y es un regalo volver a disfrutarlo... y reír con la hablante corajuda. Mis estrellas Vacarey
 
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