Fue en aquel riachuelo,
en un tiempo lejano,
en donde te conocí,
en una noche fresca,
con delicadas estrellas,
Y en un cielo tan claro,
que me permitió verte,
Y percibirte,
con detenimiento.
Al poco tiempo,
nuestras miradas se encontraron,
Y una gran sonrisa ilumino tu rostro.
Fue allí que me di cuenta,
De que estábamos destinados,
a pertenecer uno al otro.
De repente un brisa nocturna,
acaricio tu rostro,
Y una furtiva lágrima,
escapo de tus ojos.
No comprendía nada,
y la luna brillaba,
con gran esplendor,
y de repente,
te convertiste en un bella ave
blanca de majestuosas alas,
que se dirigía hacia la luna
a reunirse con sus otros hermanos,
que habitaban en las estrellas.
Me di cuenta que nuestro
amor era imposible,
Yo, un simple mortal,
Y ella, una ave de color marfil,
que provenía de un sitio lejano.
Sin embargo,
no olvido ese mágico momento,
en que nuestras miradas se encontraron,
Y tengo esperanzas que algún día,
ese hechizo de luna se rompa,
y nos permita encontrarnos otra vez,
para poder estar eternamente juntos.
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