Encima de mi mesita de noche tengo una estantería muy chuli que me hizo el vecino. Es un hombre con el pelo blanco, así como un abuelete, siempre muy simpático, a mí siempre me acaricia el pelo, me dice Hola, guapina, ¿cómo estás?, y dice sí con la cabeza, aunque le responda que estoy enfadada, él siempre sonríe y enseña esos dientes blancos. El vecino siempre ayuda a mi mami, le ayuda con las bolsas de la compra, le ayuda cambiando las bombillas, le dice que los viudos se tienen que ayudar entre ellos pero yo no sé qué es eso de viudo y mami no me lo explica.
Tengo un osito de peluche que me regaló mi mami, y otra muñeca que me regaló mi papi antes de que se fuera de viaje, a mi mami no le gusta la muñeca, pero yo la tengo aquí porque aunque sea fea y gorda me gusta porque quiero guardarla para enseñársela a papi cuando vuelva. Mi mami cuando se enfada conmigo me dice que papi no volverá, que se ha ido para siempre, pero entonces me pongo a llorar muy fuerte y entonces mi mami me abraza y me acaricia el pelo y la cara y yo me tranquilizo y abrazo fuerte la muñeca porque se la enseñaré a papi cuando vuelva.
Tengo una hucha donde guardo las monedas porque cuando se llene me compraré un regalo muy grande, una bicicleta, pero a mami creo que no le gusta eso de la bicicleta porque dice que es peligroso pero yo digo que me portaré bien y que no me caeré y no me haré daño. Veo a otros niños felices con la bicicleta y yo también quiero una porque también quiero ser feliz. Mami me dijo que bueno que ahorrara y que cuando la hucha esté llena ya veremos, pero la hucha es muy grandota y no sé cuándo tendré la bicicleta. Pero bueno.
Tengo un marquito con mi nombre, aunque yo todavía no sé leer pero me fijo mucho para cuando vaya a la escuela pueda leer mi nombre y leérselo a mi mami, que seguro que sonreirá cuando me vea leer, porque mami siempre está cansada y muchos días está así como triste aunque a mí siempre me mima mucho y me dice cosas bonitas para que sonría.
Y tengo también mi favorita, la gatita Kitty. Me la compró mami un día que estábamos en una pastelería y veníamos del médico que me pincharon porque tenían que hacerme análisis y mi mami me consoló diciendo que me compraba una pasta y yo vi la gatita Kitty que estaba llena de caramelos y quise la gatita y se lo dije a mami pero mami decía que era muy cara y yo me puse a chillar y a chillar mucho y mami que no, que por favor me callara, que le estaba dando vergüenza pero yo no podía parar, quería pero no podía, en serio, me pasa a veces, me pongo a chillar y me dan ahogos y todo, pero no puedo parar. Mami me compró Kitty pero ni aun así, que seguí chillando hasta llegar a casa. Luego me dio mucha pena y fui a mi mami que estaba sentada en el sofá con la mano en la frente y la abracé y le di muchos besos y mami ya volvió a sonreír y me perdonó tanto chillar.
Mi gatita Kitty me trae suerte. Todas las mañanas cuando me levanto le doy un beso en la cabecita, entre las orejas, y le doy así con la manita, le doy una caricia. Y Kitty me trae suerte y hace que mi día sea más bueno. Y cuando me voy a dormir igual, le doy un beso entre las orejas y le acaricio, para que duerma y sueñe bonito, y no tenga que despertar a mami a que me encienda la luz, que dice mi mami que eso es cosa de niñas muy, muy pequeñitas y que yo ya soy grande para dormir con la luz apagada. Pero bueno, a veces me da miedo…
En cuanto me levanto me visto, porque yo ya me visto sola hace muuuucho tiempo, y le doy el besito a Kitty y me espero sentada en la camita a que venga mami, me peine y me lleve de la mano a la cocina, a desayunar leche con cacao, y galletas, y a veces me compra bollos o cruasanes, y a veces me compra pastas de chocolate que son las que más me gustan pero no siempre las compra porque dice que engordan y me tengo que cuidar, que son malas. Yo me como todo lo que me da mi mami pero a mí me gustan más las de chocolate.
Hoy llevo un rato sentada en la camita pero mami se tarda en venir. A veces se tarda porque va a comprar y me trae cosas ricas, como las pastas de chocolate, así que me quedo quietecita, sin salir de la habitación, que mami me dice siempre que me espere, que si salgo y me veo sola por la casa me da miedo y me da por llorar y que no, que en la habitación no me pasará nada, que para eso tengo juguetes, para que no me dé miedo.
No oigo a mami pero oigo voces en la casa, serán visitas, que a veces mami tiene visitas y me dice que no salga hasta que ella lo diga, porque a veces me pongo un poco nerviosa con la gente y me dice mami que soy traviesa y les molesto. Yo no molesto a nadie, pero es que me pone nerviosa la gente porque hablan muy deprisa de cosas que no entiendo y me enfada y no me gusta que me traten como tonta porque soy niña. Por eso sigo sentadita aquí, esperando a que mami abra la puerta y me lleve a la cocina que ya tengo hambre.
Entró una señora muy arreglada y así como muy guapa con un señor policía. A mí siempre me gustaron los policías aunque son muy serios. La señora se acercó y se me puso de rodillas y me cogió de las manos y me miraba a la cara y me hablada despacio y me decía que mi mami estaba muy malita en el hospital y que me iban a llevar con ella y que me tranquilizara y me iban a cuidar muy mucho y yo me quedé sin decir nada, porque no sabía qué decir, porque estaba asustada y la señora se puso a buscar en el armario y sacó una maleta que tengo guardada y me sacaba ropa y me la enseñaba para saber si me parecía bien y yo no decía nada y la metía en la maleta y yo asustada y la señora me dijo señalando la estantería que si quería cogiese un muñeco que me gustara y yo no dije nada y me puse de pie y el señor policía me miraba muy serio y yo cerré los ojos y me di la vuelta y abrí los ojos y miré a Kitty que me sonreía y me enfadé con ella porque ya no me trae suerte y ya no te quiero Kitty, dije, ya no te quiero, no te quiero, no te quiero, no te quiero...
El policía, al oírla berrear, quiso acercarse para tranquilizarla o consolarla, pero se detuvo ante el gesto de la psicóloga, que le vino a decir algo así a Espere, no se preocupe. Y el policía se detuvo, con las manos entrelazadas por la espalda, esperando a lo que dijera la psicóloga, que para eso era la experta. Llevaba varios años en el cuerpo, no muchos, pero los suficientes como para haber visto ya muchas cosas, aunque nunca se puede preparar a alguien para todo, como ahora, que se hace difícil e incómodo ver llorar con tal desespero, como si fuera un bebé, a una mujer de más de cuarenta años.
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