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Supermarket de Hialeah (II)

Cuando la ultima gran guerra termino
El mayor de todos los hijos de Mambrú
Que, al igual que su benemérito padre,
También se hacia llamar Mambrú
Volvió a su tierra, enfermo y derrotado.

Para ese entonces muchas pascuas
Y muchas navidades habían pasado

Dicen que para olvidarse de todo aquello
Tomaba demasiado vino y whisky del barato
Pues parece que bastante tocado del bocho
Aquel pobre soldado después de la guerra
Había quedado, pues dicen que nunca antes
Había matado a ningún ser humano.

Resulta que cuando al pueblo volvió,
Su prometida ya se había casado
Con el comisario del pueblo,
El señor Ramón Roberto Carlos
Un gordo asmático de sesenta y tantos,
Algo adinerado y que en la guerra,
Nunca, pero nunca, nunca había estado.

El pobre Mambrú jamás pudo superar
La noticia de aquellos grandes cuernos,
Tampoco pudo tragar el amargo sabor
Que le dejo ese otro nuevo fracaso

Cierto día, los descubrió en el súper
Ambos iban tomados de la mano
Azorado se les acerco por detrás,
Entonces el comisario calvo,
Estruendosamente se rió de algo

Asustado por la risa del comisario
Mambrú dejó caer la botella
Que tenia en una de sus manos
Ellos se dieron vuelta por el escándalo
Por un instante lo vieron ahí parado
Luego le ignoraron como si nada
Nunca jamás hubiera pasado

Viéndolos alejarse muy triste se quedo,
Se sentía solo, borracho y abandonado.

Ellos, la cuenta a la rubia del súper pagaron
Que los miraba con la envidia de no ser ellos

Mientras tanto Mambrú seguía ahí,
Imperceptible a todo y a todos.
Vegetando como un ser irreal,
En un mundo tosco y estático…
Un mundo del cual, su padre,
Nunca jamás le había hablado

Pasado un rato se recompuso
Y otra botella de whisky tomo
Se le acerco a la rubia cajera
Que estaba observándolo,
Con esa cara y esa sonrisa
Que solo los empleados del mes poseen
El se sintió mejor y, generoso,
Dejo caer un billete de diez arrugado,
Ocho por la botella de whisky
Y dos para la caja de empleados.

En su bolsillo, la cajera, la propina guardo
Y se quedo, sin mediar ninguna razón...
Mirándolo profundamente a los ojos.
Sin entender porque, así como de la nada,
Le cosquilleaba de amor el corazón

Mambrú se quedó esperando
A que cierre el súper cuando sean las diez
Con entusiasmo abrió su botella de whisky
Y, sorbo a sorbo, todita se la bebió
Contemplando absorto,
Con aires de ebrio enamorado,
El mundo a través de aquel
Vidriado del supermercado

Entonces su corazón se supo feliz,
Pues después de hacia mucho, mucho tiempo
Una mujer, que no era ni puta ni anciana,
En aquel pobre ex-soldado se había fijado

A las diez en punto de la noche
La chica por fin de su trabajo salió
Para entonces, Mambrú estaba borracho
Profundamente dormido en algún rincón.

Cierto testigo anónimo y prejuicioso
Llamo por teléfono a la policía local
La que rauda en un patrullero llego,
Haciendo sonar aquella gran sirena,
Siempre tan eficiente, puntual y veloz

El policía más joven, eran dos,
Al pobre Mambrú reconoció:
-¡Hey!, es un héroe de guerra,
Al que su mujer cagó
Dejémoslo tranquilo,
Es el menor de los Mambrú,


De aquella patética historia,
El otro policía se rió
Y sacando su enorme bastón,
Al pobre Mambrú golpeo y golpeo

Entonces la rubia del súper
Que toda la escena vio
Se acordó de aquel cosquilleo
Que había sentido en su corazón

Se acerco al pobre chiflado
Y con ternura lo acaricio
Entonces la policía se calmo
Y junto con la rubia se marcho.

Sangrando, adolorido y aturdido
Lentamente Mambrú se despertó
Esa misma noche una decisión tomó
Junto todos sus efectos personales,
Y nunca, pero nunca mas en su vida
A ese pueblo ingrato y gris volvió.

Texto agregado el 21-04-2004, y leído por 143 visitantes. (0 votos)


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