Sentado confortablemente y adormecido, el gato era un placer en aquella ventana, una ametralladora de pensamientos, un volcán en erupción, lástima que solo estaba Amedraides para verlo, pero suficiente.
Amedraides se quedó sentado un rato en el sofá frente a la escena, pensando y desarmando, ingiriendo y decodificando cada sentimiento que leía de ese gato perfectamente encajado en la ventana, el felino parecía esperar al ruiseñor que descansaba allí cada mañana, el chico no quería que el gato se comiese al ruiseñor, este llenaba de alegría cual casa de ventana afortunada en la que detuviese sus alas.
Se acercó al gato, despacio, la lentitud le provocó miedo, desconfianza de volteo y arañaso, el gato volteó rápido quitandole el aliento... Tenía la cara de Amedraides!, gato y hombre con la misma cara uno en frente al otro, silencio y quietud que rompió el gato al decir...
-tranquilo, es solo tu ilusión, todavía sigues sentado en el sofá, imaginando demasiadas cosas, yo con tu misma cara, hablandote... pero no te desconcentres, lleva esta ilusión hasta donde necesites, por algo has venido a buscarla, extiendela hasta tu satisfacción, creceras como individuo... ah!, me olvidaba, yo no quiero comerme al ruiseñor, solo entablar una conversación, quiero preguntarle como es el cielo, que se siente al cruzarlo totalmente libre, es una simple curiosidad, y me gustaría saber tambien si podría llevarme a volar con el, aunque sea solo una véz...
Cuando Amedraides "despertó", el gato ya no estaba allí. |