La enorme marea humana avanzaba con paso marcial ascendiendo por las empinadas calles de la ciudad, la feligresía, en una sola voz acompañaba la marcha entonando rezos y letanías mientras que el grupo de penitentes hacía esfuerzos que rayaban en lo divino para seguir sosteniendo sobre el entarimado la imponente figura de la Dolorosa madre de Cristo, a medida que las calles se erguían como si fueran paredones, mayores eran las fuerzas que debía sacar el grupo de cargadores para sostener a la virgen madre, que cada vez se acrecentaba más sobre su grey, con los brazos extendidos la virgen de yeso apaciguaba a sus fieles, camino al gólgota lucía impasible, sus ojos acuosos le transmitían a su rebaño la seguridad de ser ella el cáliz sobre el cual se verterían las amarguras y culpas de todos sus hijos. María, la Dolorosa, madre de Dios crucificado, protectora de las ovejas descarriadas, expiatoria de los pecados del hombre ascendía hacía el cielo en éxtasis, Margarita Londoño de Londoño se sentía transportada en volandas, mientras que la muchedumbre la alzaba y aclamaba con mas fervor, “ Ampáranos madre nuestra”, “Bendícenos madre santa “, “ Enjuáganos con tu llanto madre eterna”. Margarita hecha virgen del dolor, vestida con su larga túnica de pana negra, montada sobre la tarima ascendía no únicamente por las faldudas calles de Manizales, lo hacía también al cielo, ayudada por un ejército de ángeles que la levantaban de su morada terrenal. Margarita miraba la mancha humana que se iba convirtiendo en un punto negro cada vez más pequeño, estiró los brazos de yeso y rozó el cielo prometido cuando el despertador del radio reloj la arrebató de sus ensoñaciones anunciando que ya eran las cinco y cuarenta y cinco de la mañana, y en un fugaz instante, procesión, virgen y Manizales se perdieron en un onirismo que ella entendió muy bien.
Hacía frío. Calculó tiempos y quiso permanecer en cama tan sólo unos minutos de más, no se lo permitió, todo lo tenía planeado con exactitud y no había lugar a la mas mínima distracción.
-¡Vamos Margarita!, es hora ya de levantarse -se dijo- , bajó sus blancos pies que se toparon con las pantuflas azules, se abrochó el botón superior de su pijamón y se dispuso a tender su lecho, el abandono la golpeó en la cara, era la primera vez que veía así su cama, ahora mas ancha y amplia que nunca, con dudas posó su mano sobre el espacio desierto, la frialdad la quemó, quiso llorar, no se lo permitió.
-¡La tina! –dijo- , y se dirigió rápidamente al baño, la conectó, se acercó al lavabo, se enjuagó la cara y tomó el pote de crema humectante que tenía sobre el botiquín, pasó un paño sobre la crema y la esparció sobre sus cuarenta y ocho años, primero sobre sus párpados, luego en la parte inferior de los ojos, Margarita intentaba hacer desaparecer todas sus arrugas, también hubiera querido borrar algunas otras cosas de su vida.
-Si tan sólo bastase con una crema -suspiró resignada-, en tanto que el espejo le devolvía el rostro de una mujer triste y derrotada, digna, eso si, pero triste y derrotada.
Margarita fue hermosa, tal vez aún lo era, conservaba el donaire y la gracia de la gente de su alcurnia, la estirpe de la aristocracia de Manizales, mujeres blancas y delgadas, niñas de colegio de monjas y de clases de bordados, de misas de once y rosarios de las siete de la noche, niñas de bien, destinadas a cumplir el rol inexorable de madres abnegadas, niñas de educación espartana, capaces de todo sacrificio, de todo martirio.
Margarita conoció desde siempre a Javier, y siempre supo que sería su esposo, se lo dijo su mamá, se lo dijeron las tías, se lo dijeron las monjas y la ciudad entera, hasta que terminó repitiéndoselo ella en una y otra vez, por eso cuando el padre de Javier hizo la petición oficial de su mano , no se sorprendió, era un guión que se había escrito con mucha anterioridad, después vino el noviazgo, las visitas de sala y de sofá bajo la mirada acechante de las hermanas mayores. Ahora se pregunta si lo amaba, se dice que si, al menos según como le enseño su madre, Javier Londoño pertenecía a un tronco lejano de su familia y eso era lo suficientemente bueno para todos, primero porque aseguraba la alcurnia de la raza y segundo porque no lo era lo suficiente cómo para que el obispo de Manizales viera con desagrado una unión marital entre primos cercanos.
Se casaron en la catedral, fue todo un acontecimiento, Margarita lució un sobrio vestido blanco, después de la fastuosa reunión a la que se invitó a la crema y nata de la ciudad, Margarita fue llevada a su nuevo hogar, una casa grande y espaciosa en los barrios altos de la ciudad en los que ella estaba segura sería feliz eternamente.
Terminó de limpiarse y se dirigió al cuarto de Sebastián.
-Sebastián, son las seis, levántate ya
-Ya voy -contestó con voz somnolienta
Llamó en el cuarto contiguo
-Sara querida, ya es hora
-Hummmmmmm
-Sara, llegarás tarde a tus clases
-¡Qué ya voy! -respondió con disgusto la joven
En la cocina Margarita comenzó a preparar el desayuno
-Huevos con tocino, arepa a medio tostar y chocolate tibio para Sebastián- repetía en voz alta
-Jugo de Naranja sin azúcar, tostadas integrales para Sarita.
Dispuso la mesa del comedor, se sirvió una taza de café y al igual que la cama, el comedor le pareció mas amplio que antes, se sintió pequeña, insignificante, perdida en la inmensidad de los muebles de su casa, esperó a que sus hijos terminaran de bañarse.
Sara fue la primera en sentarse a la mesa.
-Mami, el jugo…
-No tiene azúcar -se le adelantó Margarita
-¿Como dormiste?
-Bien
-¿Regresarás tarde hoy?
-No sé
-Tu padre vendrá hoy al mediodía, sería bueno si…
-Mamá, no entiendes, ya te dije que no sé a que horas llegaré.
Sebastián llegó presuroso a la mesa
-¿Por que me llamaste tan tarde?, llegaré tarde a la universidad
-Te llamé a las seis -se defendió
-¡Maldita sea, este chocolate esta caliente!
-No puede ser, permíteme te lo cambio
-¡Deja eso!, total ya llegué tarde por tu culpa
Margarita se auto-recriminó, ¿como podía haber fallado con algo tan elemental como el chocolate de su hijo?
-Mamá,¿ En dónde están las llaves del auto ?-preguntó Sara
-Ya te las traigo Sarita, las dejaste sobre la biblioteca
-Mamá, tráeme el libro de biología que dejé en la alcoba- dijo Sebastián
-Claro hijo -Margarita se dirigió presurosa a cumplir los mandatos
-Sebastián, no veo el libro en tu habitación
-Pues búscalo en otra parte, no seas tan inútil
-¿Mamá y las llaves del auto? -Preguntaba la histérica hija
-Ya está, Sebastián toma tu libro, lo habías dejado tirado bajo la cama, Sarita, toma las llaves del auto, y a propósito, me preguntaba si podrías de regreso pasar por la botica y traerme mis pastillas para la presión, el médico me dijo que las que tengo ahora son demasiado fuertes para mi y podrían hacerme daño si continuo tomándolas, por eso me cambió la receta y…
-No tengo tiempo para eso mamá
-Pero hija, tan sólo es un instante y te repito que el médico me…
-¡Ay mamá! , no tengo tiempo para tus cosas y por favor no molestes tanto
-Sara…
-Chao, me voy
-Que la virgen te acompañe hija, que Dios te bendiga -respondió una Margarita resignada
El fuerte portazo le informó que Sara no esperaría bendición alguna, intentó entonces con el muchacho
-Sebastián, tal vez tu…
-A mi ni me mires mamá, voy muy retardado por tu culpa,¿lo olvidas? y además no tengo tiempo para esas tonterías
-¿Tonterías?
-Mamá, ¡por favor!, no empieces nuevamente con tu cantaleta, ahora entiendo por que aburriste a papá.
Y salió dando otro portazo que esta vez golpeó con más fuerza el corazón de Margarita. Quedó sola. Se desplomó en el sillón del comedor, acompañada por los platos sucios, tomó de su taza de café ya frío, su garganta era un embudo y sus ojos dos piscinas, pero no le dio permiso a las lágrimas para que mojaran su cara. Cerró sus ojos. Sintió que se fundía con la madera del sillón, hasta convertirse en un solo cuerpo, a su alrededor las demás sillas la miraban compasivas. Abrió sus ojos y con su mirada recorrió su casa, amplia como el océano, estéril como el desierto , esta vez no estaba sola, murmullos que iban y venían de la cocina y la sala la alertaron, reconoció las voces apagadas de la estufa , el horno y la nevera que de seguro hablaban de ella mientras que el estéreo cuchicheaba con los muebles de la sala, Margarita los conocía a todos lo bastante bien, siempre fueron su única compañía, en una repetición de sus sueños se vio nuevamente rodeada por tan extraño cortejo que la rodeaba, la acompañaba, la hacía su virgen de yeso mientras la alzaban y acariciaban con sus inertes extremidades.
El silbido de la tetera la rescató de sus delirios, miró el reloj de la pared que le indicó que eran ya casi las 8 de la mañana, y que en una hora Javier pasaría a recoger sus cosas.
-Me va a encontrar fea-se dijo, se levantó y se dirigió a su cuarto, buscó en su armario que lucir ante su esposo, optó por un traje gris, y se adentró en la ducha, se desnudó y por primera vez en mucho tiempo se atrevió a mirarse en el gran espejo, se contempló sin emociones, palpó sus senos flácidos, su vientre abultado, su sexo casi virginal desde hacía tanto tiempo.
-¿Como será ella? -Se preguntó en voz alta, pensó que de seguro sería hermosa
- ¿Tendrá senos firmes?,¿Cómo se llamará ?,¿ Le susurrará palabras hermosas al hacerle el amor ? , ¿Será capaz de prepararle el café tal y como a él le gusta? ¿Le tendrá listo el periódico en la mañana ?..¿Lo hará sentirse feliz?
Abrió la ducha y dejó que el agua corriera libre durante varios minutos mientras que ella permanecía estática, con la vista puesta en ninguna parte, luego cerró la llave y tomo la toalla con sus iniciales bordadas, se arropó en ella , caminó hasta su cuarto y se vistió sin prisa, luego se sentó en la butaca del tocador de cedro, y se dispuso a la tarea de maquillarse, la base, el rimel, las sombras, el rubor y por último el labial, siempre en colores pastel…..cuando hubo acabado se miró al espejo y se vio hermosa, triste, pero hermosa, digna y solitaria, pero hermosa….por unos instantes creyó que el espejo le devolvía los ojos de la virgen Dolorosa de sus ensoñaciones y le respondió la mirada con una sonrisa cómplice.
Abrió el joyero y la bailarina de porcelana inició su baile, la melodía le pareció triste, la muñeca danzaba en un girar y girar sobre un mismo punto, yendo a ningún lado, sola, prisionera de su jaula de joyas, tomó la muñeca de porcelana, la besó y la depositó en su rica tumba, miró su reloj de pulsera, eran ya las nueve y treinta y seis minutos de la mañana, faltaba poco para que Javier llegara a recoger sus cosas, para marcharse definitivamente, se apresuró y fue hasta el botiquín, sacó el frasco con las pastillas para la presión ,y se sentó a esperarlo en la sala, sacó las pastillas azules y tragó una tras otra, revisó mentalmente las cosas y comprobó que todo quedaba en orden, la cena en el horno para los muchachos, la ropa lista en la lavandería, la cocina arreglada…… sus parpados le pesaban como piedras, cerró los ojos y otra vez vio la enorme marea humana avanzando por las calles de Manizales, vio la Dolorosa, más hermosa que nunca, se vio sus manos de yeso y sus ojos de agua, y el ejército de ángeles que con cítaras y trompetas le daban la bienvenida, sonrió , esta vez lo hizo con tranquilidad, libre de temores, la asunción estaba completa…el ruido de las llaves de la puerta anunciaba que Javier había llegado a casa. Margarita ya no lo escucharía, esta vez ya acariciaba el cielo.
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