Capítulo V
Nos dirigimos a la habitación 15. Pensé, que el reencuentro con su padre sería una maravilla, verlos a ella y a él hablando, tal vez discutiendo, hablando al fin, y abrazados en el final de la escena. Sin embargo, al abrir la puerta de la habitación 15, el doctor Agosteir, con unos reflejos excepcionales, presionó el botón de alarma que conecta con la seguridad del edificio altamente custodiado por dentro y por fuera. ¡El padre no estaba! Y debía dar aviso. Yo mismo hasta observé debajo de la cama, y las mantas tiradas, y no había más que una dócil rata. Ni un mago saldría de tan pequeña habitación, ni claraboya había.
El doctor y yo fuimos hasta mesa de recepción y escuché que le decía a la recepcionista de oblicuos botones rojos en su camisa colorada: ¿Cuándo fue la última terapia de electroshocks que recibió Deninton?
-Espere, ¿Deninton?-le dije a Agosteir-. El hombre quería matarse...
-Sí, ese es su nombre, ¿Cómo sabe? ¿Por qué?
-Creo que sé donde se encuentra.
-¿Y cómo lo sabe usted?
-Es que yo estoy investigando la desaparición de la estatua de cristal. Fue transportada a una colina lejana, y me encontré con él en el bosque, cerca del risco y se hallaba en peligro.
-¿En peligro?. Suba al auto, en el camino me cuenta.
-Sí, comenzamos hablando de nada en particular, y me contó que le gusta comer potus al escabeche, que la razón principal de su vida, es vivir por y para su hija, pese a la desazón con tuco de su hija que es dark y atea…
-¿Qué cosa le contó ese loco? Al decir esto, el doctor lanzó una carcajada.
- Que acostumbra camuflarse entre las coníferas y mimetizarse con ellas, creí verlo, como una langosta, o un tigre, quizá un antílope. El dice que es un conejo. Se pinta la cara de verde, y usa un traje hecho de un material llamativo, similar al teflón y muy resistente, dice que es de otro mundo.
-Ah, nunca me lo había dicho.
-Además me contó sobre su hija.
-¿Qué le dijo sobre su hija?
-Que la quiere mucho, y que quería suicidarse también, pero no se atrevía, así que…
-¿Si? Es un depresivo enfermo que no merece vivir.
-¿Perdón? Me pidió que lo mate…
¿Qué lo mate? Jaja, sí que está loco.
-Extraña a su hija, y también a su mujer, que murió hace diez años. Creo que ocurrió antes de 1923…
-¿Cómo? ¿A qué se refiere?
-Doble aquí, aquí es, vayamos a pie a partir de aquí.
-Debe estar aún ahí.
-¿Dónde? no veo a nadie…
-Se ató a una roca, para matarse. Como no empujé la roca, quedó colgado cabeza abajo, desde el risco, no pudo haberse soltado, puede que haya muerto por otro motivo…
Ya llegamos, mire, tengo un problema en mi cadera…
-Por supuesto, dijo el doctor, pero ayúdeme…
-¿Sabe doctor? Siempre quise ser doctor, dije esto, y por una fatalidad del destino el doctor cayó por el risco, mientras miraba hacia el precipicio, y se fracturó la cabeza.
Recordé a los operarios del buen señor que moverían la colosal, y el buen señor los trajo al bosque.
Es allí les dije, junto al risco, el hombre estaba loco y quería matarse…
-¿Pueden mover esa piedra que quiero saber si el hombre se ha suicidado o no?
-¿Está usted seguro? ¿De qué piedra habla? La roca se cayó en el año….
-Disculpen, interrumpí, no he dormido bien, y estoy algo afiebrado…
-Ya comprendo delira por la fiebre, bromeó uno de los operarios...
-Hemos visto su coche, que buen coche tiene usted, es mejor que vaya a descansar… así se cura de esa fiebre.
-Si, tal vez, respondí, si, me iré.
-Antes permítame decirle que ya hemos movido la colosal, ya la trajimos, lamentablemente no soportó la caída. Era tan frágil como el cristal.
-Efectivamente, era una estatua de cristal, dijo otro de los operarios, está enterrada bajo el ciprés. Vi que al decir esas palabras, uno de ellos abrió sus ojos más de lo que podía y mirándolo fijamente con expresión severa dijo: ¿Pero qué dices?.
-¿Y cómo ocurrió? Pregunté, pero ninguno me respondió, simplemente se persignaron temerosos. Enseguida, uno de ellos me preguntó: -¿Ahora qué hará doctor?
-Creo que me iré a descansar, así se me cura la fiebre.
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