Tenía tanta sed que no dude un segundo más y seguí el llamado de mi corazón. Cerré los ojos y viaje para siempre hacia el mar de toda existencia. Muchas veces me perdí, pero siempre hallaba una mano amiga que me arrastraba hacia el camino correcto. Pienso que la vida se me acaba y siento que el final del camino está muy lejos, y, ni siquiera estoy a unos pasos del inicio… Aún así, ya no tengo más adonde ir. Se ha cerrado todas las puertas. He sido yo, o ha sido el destino, no lo sé, pero todo ha sido como una bendición, un regalo de Dios que me enseña siempre a no ser tan ingrato con mi destino.
He conocido a tanta gente y ahora me doy cuenta de que todos eran como espejos, reflejando todos mis miedos, alegrías y recuerdos. Siempre he sido yo, dibujado por el hacedor, para recordarme que en todo estaba siempre él, mi amigo en el camino. Aún recuerdo cuando niño, esa mano salvadora, esa voz directa y firme que me enseñaba tanto en tan poco tiempo. He sido tantas cosas en esta vida y ahora me doy cuenta que jamás estuve solo, que siempre había esa mano del gran hacedor, cuidándome, amándome, enseñándome…
Y hoy que no sé en dónde estoy, agradezco tanto este momento de vida que hoy entiendo como un regalo. Quise ser un santo, pero, olvidé que ya lo era… Aunque esté lleno de deseos, iras y apegos. Soy ese santo cada vez que bebo de las aguas santas dentro de mi Ser.
Puedo escoger seguir este camino o seguir guiado por el miedo o las ideas… pero, en estos tiempos, anhelo tener una vida sencilla y en paz, eso es todo lo que anhelo…
Palabra de paz…
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