Hoy es la parte uno: Ahora es igual, pero diferente. Tuvo expectación, intriga y color. Por ahora estoy tomando un café más intenso que ayer y escribiendo cosas inconexas. La normalidad quizá. La realidad. Un paso de protagonismo a papel de sequía. Un poco de chiclé en papel couché. La misma, pero no más importante. Suele suceder cada cierto tiempo, sólo que no es tan frecuente como para conocer la costumbre. El vacío revolcándose en mi cuerpo y la pregunta sostenida en el aire, justo a lado del soplo autofabricado, producto de los constantes descuidos. Ahí, justo al lado de la cien. Se podría parecer un poco al libro que jamás terminé de leer. O a la colección que quedó infinita en la mediocridad del olvido. Muy bajo, muy instintivamente melancólico. Fluctúa y quiere fluír. Aquí los dejo regados por donde se les ocurra aparecer, por donde deseen hacer la entrada triunfal del desgano. Ahí no más. Quieto caballo. Cállate perro. No me parece justo divulgar tanta hipótesis de hechos que están por ocurrir, cuando las velas se derritan de impresión y gozo. No busco hilo conductor, ni dental, ni de zurcir. Ando a andrajos y jirones, ando a tientas a ver si de pronto entra viento fresco y se siente el pulmón hinchado de alivio.
Viene la parte dos, con el cigarro en mano, y el café a tres cuartos. Más adaptados mis labios al calor quizá. Ya no lo puedo saber todo. Ya sabría entonces la razón y el desenlace. Insufrible el momento en que las dudas opacan la seguridad, la mezquina confianza y el ego público anti-moral. Así te fallo con estas letras riñendo con la sensatez. Me oculto en la ideología de nadie. Tengo miedo entonces, así quiero saldar deudas impagas, así quiero remorderme las sienes con un poco de ajo. Desazón, de las que le faltan al plato. Le hallé sabor al último mordisco que pudo planear el filósofo del morbo. Antes, todo. Ahora, casi.
Tres, pero en dos partes está divida la taza, por un líquido café intenso que contrasta al blanco de su fondo. No sé si es ironía pre-fabricada, o anticipo de los libros de metafísica. El rugido de mi estómago vacío era lo que no me dejaba meditar. No hay maestros Zen por aquí. Tampoco fé. Practico el ateísmo ante cosas vanas. Fé ardiente sí, ante aromas, abrazos y caricias que se desgranan de a poco, con cada mordedura superpuesta a la piel de naranja que se aproxima a los años. No hay más razones...nunca la hubo, ni aquí ni hoy. No es el lugar. No es el sitio y tú sigues inserto en ello. "Sal" dice el poema que leí la semana pasada. Pero no tengo dónde ir. Salir es como buscar y buscar es frustrar aún más el paso aletargado y cansado del tiempo narrativo con matices de ficción, drama, y comedia.
Cuatro, y el equilibrio vuelve al sitio. Halló refugio. Se acaba de a dos sorbos. Me mancha los dientes, me enerva esa imperfección biológica ridícula. En realidad son dos. Y de uno en uno, compito con todos. Míos. Punto. Nadie se meta, mejor, todos fuera. Regresaré en cuanto logre, al fin y al cabo, parar la necesidad de encender otro cigarrillo para acompañar la inconsciencia, el temblor de mi pierna derecha, el dolor de las plantas extremas. El cuello de mi madre sigue punzando la vida, la mirada cansada sigue alentando la lucha. Es todo lo que tengo para contarles, a quien sea que se aparezca. Esto no es para nadie. No es para todos. Quinto y punto. Como incisos que no tiene caso dejar pasear por la vista, como ver desfiles de colegios ajenos. No es bueno estar en este momento. No me acompañes.
Final abierto. |