Planeo un viaje con muchas ansias, todo listo, meticulosamente cuidado y organizado, vestimenta, regalos, boletos de avión, su compañía y mi cámara.
Los recuerdos impresos en una cámara, aquel dispositivo que captura mediante un lente espía aquel instante mágico. Sonrisas, luces instantáneas, emociones que fluyen. Apresuramos el paso para llegar al siguiente destino y tener la mejor toma, no importa el cansancio que llevo consigo, solo sé que vale la pena estar a su lado. Tras observar el paisaje a mí alrededor, me digo a mi misma, estoy en el lugar que siempre quise estar, camino presurosa de la mano y veo deslumbrada el ambiente alrededor mío, lo observo y digo, quiero que el día no acabe.
Mientras observo las fotos tomadas, el duerme al lado mío cansado del viaje tan agitado y escucho la señal de aterrizaje, es momento de llegar a casa.
Voy presurosa a recoger mi equipaje y sigo soñando con esas imágenes en mi cabeza.
No puedo aun creer que estuvimos juntos.
Llega la mañana siguiente y no encuentro mi cámara, mis fotos, mis momentos capturados se han esfumado. Pienso todo el día como pudo pasarme esto a mí, Que fue lo que paso?, empiezo a perder la paciencia y me dan ganas de llorar.
Escucho su voz calmada y serena que me dice paciencia, lo más importante fue que lo vivimos juntos, aquellos instantes guardados en nuestra mente que no se borrarán con el tiempo, su voz me consuela y digo es cierto mi amor, nadie me quita ni mis sueños ni lo vivido, ya habrán más fotografías juntos.
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