No creo en el futuro. Ya no.
No creo porque miente, porque me cuenta cuentos, porque me hace creer en cosas que no hay, que jamás estarán.
Ya no le creo a la vida que viene, ya no.
Porque jamás será seguro, porque nunca será cierto hasta que se vuelva pasado.
Eso es todo lo que tengo, eso es todo lo que queda, pero también en un sentido metafísico, porque tampoco lo tengo, tampoco es mío; son sólo imágenes borrosas, desfiguradas, nebulosas que se hacen llamar recuerdos; aromas engañosos y colores dudosos, emociones desfiguradas que pertenecen a un mundo virtual, que no se siente de verdad.
He tratado, te juro que he tratado.
He querido, te prometo que he querido. Pero no puedo, no nace y me siento culpable de lo que quizá jamás tendré culpa. Y no entiendo cómo se te hizo tan fácil y me pierdo al pretender que la vida cambiará.
Necesito que el tiempo pase, pero me duele que lo haga, cada vez se hace todo más distante, cada vez más neblinoso. Preferiría quedar muda para que esto no se hiciera tan tortuoso; desearía quedar ciega, para no hacerme la tonta; me encantaría estar sorda, para pretender no poder escuchar.
No creo, ya no creo… y no pretendo llegar a hacerlo.