ATENTADO.
Ensambló cuidadosamente el rifle, calibró la mira, colocó la bala en la recamara y comenzó a explorar el sitio donde estaría su victima para afinar los detalles. Era un artista, cuidadosamente sacó las partes del rifle del estuche recubierto de seda, aquello no era solo un trabajo, era su pasión, primero sacó la caja de madera, limpió con parcimonia, admiración y una especie de amor enfermizo, ensambló la armazón no sin antes lubricarla cuidadosamente y sin exceso, miraba aquél objeto con un sentimiento casi paternal, colocó cuidadosamente la mira como temiendo lastimarla. Había investigado las características de las variedades de maderas posibles para que le diera el rendimiento optimo, una madera que no absorbiera la humedad para que no hubiese variaciones de peso, y así evitar un error a la hora de usarlo, la madera tenia que ser compacta para que no fuese a lastimarlo alguna astilla, prefería no usar guantes para tener contacto con el instante del disparo y en ese momento saber si la dirección de la bala seria la correcta.
Así de metódico y detallista era con su principal herramienta de trabajo, aquel rifle de edición única, buscó la aleación perfecta de metales para que no se oxidara, y que no fuera tan pesado para equilibrar el disparo, la mira fabricada de forma exclusiva; con lentes pulidos para su grado de visión, tuvo el cuidado de pulir correctamente el gatillo de forma tal que no fuese tan suave para resbalarse ni tan rugoso para incomodar aquel instante único de la conjunción del disparo y el clímax de la acción, recubrió el orificio del cañón con polvo de diamante para que le diera una resistencia sutil a la bala en la hora de su viaje, como si la bala tuviera vida y le estuviera ofreciendo un viaje agradable y preciso
No confiaba en las balas comerciales por ello fabricaba las propias, quería que el disparo no se retrasara una mínima fracción de tiempo, así que buscaba un detonador sensible, pero no tanto para evitar un accidente, la pólvora exacta y con la explosividad correcta para no retrasar la expulsión de la bala, buscó también hacer una aleación de plomo con otros metales hasta que encontró el equilibrio y el peso perfecto para que las balas viajaran a la velocidad adecuada, estudio física, para saber la resistencia del aire, las condiciones de humedad e investigaba la clase de ropa de la victima, la composición muscular y porcentaje de grasa para saber la resistencia que opondría a la bala y saber justamente donde seria el impacto para terminar el trabajo.
Se preparaba con 3 o 4 días durmiendo suficiente para estar alerta en el momento del suceso, elegia su comida para evitar cualquier incidente y hacia meditación en esos días para estar totalmente relajado pero a la vez alerta. Estudiaba el clima del día, las variables, velocidades del aire, la humedad y hacia un calculo de la cantidad de personas por metro cuadrado, dibujaba diagramas de las posibles trayectorias de la bala para opciones de tiro, las trayectorias de la bala de entrada y salida, los órganos afectados, sabia cuales eran los puntos fatales y sus opciones para liquidar a su victima.
El día llegó, todos sus sentidos estaban puestos en su objetivo, todo estaba calculado y previsto, lo único que lo separaba de su victima; era un lapso de tiempo y la distancia, ninguna de las dos situaciones eran problema, era paciente como un depredador, y la distancia estaba resuelta con su maquina perfecta, así que comenzó a vigilar a su objetivo, tenia la sensibilidad para saber el momento justo del disparo, en tal caso la trayectoria iría directo a un órgano vital y el trabajo se habría culminado, lo observó pacientemente por un momento sintió nostalgia por aquella jovial sonrisa, sintio un poco de pena por quitarle al mundo una personalidad tan atractivamente carismática… Debía concentrarse su misión era todo para él, para eso vivía, para eso se preparaba, era un profesional y aunque no lo aceptara, lo disfrutaba.
Después de abrazos, apretones de manos, sonrisas y saludos con la mano extendida de su objetivo. Comenzó a sentir aquella cosquilla en su vientre, que le anunciaba que el momento perfecto se acercaba, entonces surgió la orden en algún lugar del cerebro; Vino la cascada de reacciones bioquímicas sucesivas que causaron que su dedo índice de la mano derecha se deslizara suavemente por el gatillo, mientras que esto provocaba que accionara la aguja hacia el detonador y este causara el estallido de la bala; que viajaría por el cañón del rifle hacia el exterior y con velocidad vertiginosa rompería abruptamente las moléculas pasivas de oxigeno, en fracciones de segundo volaría del rifle hacia el pecho del hombre, atravesarían el impecable saco italiano, el chaleco, la blanca camisa, la playera de algodón y recorrería su tramo final con antesala en la piel; hundiéndose en el músculo a la altura de la tetilla izquierda por arriba, viajando en medio de los costales frontales y penetrando finalmente en el miocardio, fusionando piel y sangre provocando una hemorragia interna y una parálisis de la aurícula derecha para finalmente culminar el trabajo.
La victima estaba muerta, el caos se sucedió, guardaespaldas, policía, y gente corriendó atropellados por doquier, el desorden reinaba, gritos, sirenas, llantos. Él tipo con toda tranquilidad comenzó a desarmar aquella hermosa pieza, primero quitó la mira, después retiró el armazón de la caja, miró con orgullo aquella pieza, mientras por su mente cruzaba una pregunta; ¿Quién haría el disparo?.
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