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Me dijeron que hacía milagros, yo no sabía exactamente que era un milagro, pero mamá dijo que con el tiempo aprendería, que por ahora lo siguiera – ¡A ver si ese hombre puede curar tu brazo porque harta falta hace quien me ayude en el campo!

Lo seguí curioso como hicieron todos; si subía subíamos, si bajaba bajábamos, si hablaba, escuchábamos, si gritaba callábamos. Vi muchos paralíticos, ciegos y leprosos que se resignaron ese día a ser atendidos por los apóstoles de quienes se decía habían sido entrenados directamente por el hombre en eso de los milagros. Me dijeron que amaba a los niños, pero me aclararon que por el momento no podría acercarme, que el señor, como lo llamaban, tenía un asunto muy importante, su amigo más preciado estaba enfermo y caminando, como era su costumbre, decidió llegar hasta la lejana comarca de aquel. Yo creía que el señor no tenía amigos porque mamá dice que los amigos no existen, que sólo existe la madre y la patria, ahora le creo porque al señor le llamaban Jesús de Nazaret el hijo de María y nadie le decía Jesús el amigo de Lázaro, además prefirió ayudar a un hombre y dejó a muchos muriendo en el camino, a mamá sin quien maneje sus bestias y a mí con el brazo tullido.

Cuando llegamos la casa estaba oscura, alguien le aviso a la madre de Lázaro que Jesús había llegado, la mujer quiso saludar pero los sollozos se lo impidieron, las lagrimas salieron a borbotones contagiando a la multitud compasiva, entre ellos al señor. Se difundió el rumor de que el amigo había muerto hacía tres días y las exclamaciones hipócritas se mezclaban con cuchicheos lastimosos. Era tarde y el cansancio se apoderó de nuestras piernas; decidí que ya no me gustaban los milagros porque había que esperar demasiado para presenciarlos. El señor pidió que lo llevaran a la tumba y la multitud se reanimó como lo hacían en las plazas cuando apedreaban a las prostitutas.

Sacaron el cadáver de la cueva y en medio del olor fétido que nos llegaba a los pulmones y los gestos atroces de la muchedumbre vomitando, Jesús le devolvió la vida a un hombre, que no quiso abrazar ya, siquiera su madre, que ninguno se atrevía a mirar en la calle, que de nuevo murió, esta vez sin amigos, tratando de entender por qué las personas dan lo que sea para que sus amados nunca mueran, pero ninguna desea el macabro destino de compartir su vida con alguien que ya ha muerto.

Octubre de 2005

Texto agregado el 24-05-2008, y leído por 114 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
24-05-2008 una interpretacion muy tuya.Me gustó mucho divinaluna
24-05-2008 exelente, punk13
24-05-2008 Segmento bíblico de libre interpretación y bellamente convertido en cuento. Destacable lo de que huimos del querido que vuelve a la vida. Te felicito. peco
 
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