¿Querrás tú rectificar las líneas de mis manos?
¿Quién esparcirá al azar los pozos del café?
¿Y qué decía la bola de cristal cuando echó a rodar?
(Héroes del silencio)


El disparo al destino que en pasado dio un futuro, me distinguió tu verso. En mis manos, el café y la bola de cristal. Pero lo esencial: “Tus ojos”. Que no se han echado a rodar, ni nadie esparció nada al azar, pero sí, tú, rectificaste mi sendero. Y lo vi yo... en tus ojos.

Una capa voló contorneando la luz que tu huella, sin que tú supieras, pronunció mi nombre en tus talones, al pegar la media vuelta y destacar la sombra que se presenció, pero predijo lo que tu mirada asentaba cada vez que me encandilaba.

Valga cada final que todo comienzo alguna vez ilusionó con no morir; valga cada renacer que vivió lo que tuvo que vivir para descubrir; valgan las repeticiones que recorrieron largas estancias en los soles, las lunas y las estrellas de las pestañas que han sido quemadas y liberadas; valgan los infiernos habitados, con sus fuegos y cenizas; valga cada sufrimiento, olvido, recuerdo, abrazos, besos, cuerpos que me invitaron a caminar en tu cuento; valga amar y volver a amar, para volver a amar; valgan los empeños de esas guerras con difíciles batallas, pero luego sin sentidos, más que la de rescatar corazas y nuevos muros, que se levantan a la rivera de los latidos; valgan las mentiras, que ahora me dejan reconocer sus interrogantes, pues se palpan las verdades; valga este pasado que me mató en tus manos; valga la vida que me volvió loca para perderme en tu locura.

Y tocaré con mis manos, lo que hoy acaricio en el halo de acordes, de esa capa que me dejó escuchar en tus talones; acuno esa sombra día a día, y es una persecución en mi deseo que no permite me escape de lo que me brindó cada gota tuya antes que llegue este después. Un vacío que se llena al acordarme de lo que pudo más... y eso, es lo esencial.
“Tus ojos”.
Y yo los vi.

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