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VAMPIHUMAFAUNIBURUS

Idea original de Jhon Jairo Sanabria
Escrito por: Carolina Pérez e Iván René León


Capitulo Uno:
DEL ANIMALEJO TERCO

¡Despertó!, aquél exquisito olor de las galletas alertó sus sentidos elevándolos a su máxima potencia, sus orejas puntiagudas y largas buscaron sonido alguno que le dijera a cuánta distancia estaba esa bandeja de galletas, sus ojos fríos y oscuros rápidamente tomaron forma al abrir sus párpados. Sus alas colosales en ademán de desemperezarse se estiraron hasta hacer traquear su gordo y pequeño cuerpo. El olor venía de una aldea cercana, pues hacía media hora una mujer de rizos negros y cintura de avispa, se concentraba en cada uno de sus ingredientes para que las galletas de chocolate y fresas cogieran el sabor exigente que ella buscaba.

Maravillado por el dulce olor de las galletas el bicho extraño estaba dispuesto a salir de aquella cueva engorrosa que siempre permanecía en tinieblas, pero recordó por breves instantes que ésa, su plácida celda nocturna no era sólo de él, allí también se encontraban sus cofrades.

Bajó la mirada, a veces, cuando dormía se olvidaba de lo que era, pero no olvidaba las infinitas ganas de huir de allí. Retomando el olor de las galletas deseó inmensamente clavar sus colmillos pequeños pero punzantes en el chocolate que las recubría. Un chillido ensordecedor de uno de sus colegas devolvió sus pensamientos para quedar de nuevo en la cueva.

Era un chillido de burla, risillas que lo atormentaban. Sus compañeros de guarida con piel oscura y elástica moviéndose ágiles se amontonaron en grupitos. Aquél pequeño vampiro desagradable sabia que era él el tema favorito de ellos. Aún así poco o nada le importaba.

Se asomó hacia la luz y el campo iluminado. Los rayos del sol dejaron ver su piel extraña, arrugada y blanca, era un vampiro albino que no le temía a los rayos UV del astro sol. No le afectaba. Su extrema palidez era la burla constante de sus acompañantes. Primera vez en que un vampiro fuese tan feo y abstracto, tan descolorido e insípido. Caminaba extraño, con sus patas abiertas pero con toque elegante como si fuese un caballero del reino.

Justamente al pie de la cueva había una flor de Aranzu, aquella planta de pétalos tricolores que abarcaban más de tres metros, en dónde él cada mañana se refrescaba con su néctar, pues esa era su otra diferencia, nunca se complicó la vida robando la sangre de animales y humanos. Su apetito voraz lo impulsaba diariamente a meterle los colmillos a lo primero que se le apareciera como cena.

Y había probado las sopas que robaba de las aldeas, también el tabaco, manjar para él eran las gotas del rocío y sus favoritas eran las termitas como postre. Cada cosa con olor le llamaba la atención y si era susceptible de chupar, no lo dudaba y arremetía contra el objeto. Incluso una vez, pretendió morder el oro, lastimándose levemente uno de sus colmillos pero aprendió que hay cosas que no se dejarán comer.

El chupatodo blancuzco dejó de lado las risas y la cueva, y emprendió decidido su camino para cumplir con su objetivo, desde hace 36 de sus 100 años se la había pasado buscando esposa, y no era fácil pues el vampiro resultó exigente y terco. No le convencían las esclavas de piel tersa y rostro armonioso, tampoco las niñas inocentes de la aldea que observaba a escondidas tras las ramas, menos las mujeres con cuerpos definidos y a veces sudorosas. Y las ancianas sólo le provocaban tristeza. Tampoco estaba interesado en seres mágicos, y menos en las de su especie, que ya eran raza en extinción. No se dejaba ver de ellas, de ninguna clase, pues cualquiera siempre se asustaba al verlo.

Transitó todo el día entre el campo espeso. Era aventurero. Se escondía una y otra vez para que nadie lo divisara. Esa tarde en el reino de Frost el clima cambió rápidamente, aparecieron nubes negras que avecinaban lluvias fuertes. Ya tenía hambre otra vez, pues había almorzado al medio día huevos de Dons, aves medianas con ojos saltones que tenían sus nidos por debajo de la tierra.

La tormenta se fue acercando gota a gota cayendo sobre el reino y este pobre vampiro desagradable empezó a sentir frío, nada le cubría su cuerpo gordinflón. Cayó la noche y empezó a pensar qué hacer para descansar un poco.

A 200 metros, cerca de un castillo gigante, logró ver con su poca vista, un frondoso árbol bien cuidado en cuyas ramas habían cientos de flores blancas diminutas, parecía un buen refugio momentáneo. Corrió angustiado por que le dolían las gotas de agua sobre su piel, abrió aún más sus patas para apresurarse y en su afán logró llegar allí en menos de 17 segundos. Respiraba vertiginosamente y su pulso de dos corazones parecía reventar. Se agarró del tronco grueso del árbol para sostenerse. Justo cuando lo tocó, su nariz percibió el delicado y apetitoso olor de la savia, era como un eco que subliminalmente le llamaba. Aún sin lograr estabilizarse, con ansia trepó árbol arriba y estando entrometido entre sus ramas su alborotado estómago le clamó a gritos un pequeño mordisco. Sin pensarlo dos veces, enterró sus colmillos en el tronco.


Capitulo Dos:
DEL ÁRBOL INSATISFECHO

Entonces el árbol se estremeció como si hubiera llegado el momento esperado por siglos y explotó como un globo lleno de pedos. La corteza de aquel árbol robusto empezó a encogerse y a cambiar de color. Las hojas que lo hacían frondoso ahora caían hasta dejarlo desnudo, incluso de una de sus ramas salieron despedidos por el aire los polluelos que allí anidaban. Sus entrañas leñosas fueron tomando la forma flexible de los músculos y los conductos que transportaban la savia, se transformaron en venas y arterias con sangre caliente y burbujeante.

El árbol que antes permaneció inmóvil por mucho tiempo, ahora adquiría el movimiento de un cuerpo humano joven. La memoria guardada en lo surcos de su tronco se replegó hacía la cabeza conformando así parte de su cerebro.

Su primer recuerdo le trajo el aroma de aquella mujer que pasaba horas enteras sentada sobre sus ramas entonando canciones melancólicas. Supo entonces que ese olor le creaba la necesidad de ser hombre, dándole vida a todo el deseo guardado en su cuerpo fibroso. El nuevo miembro viril se ha despertado.

Él Veía tan claro el aroma como si fuera un sendero iluminado por un rayo de luna que lo impulsaba a satisfacer sus ansias de poseerla. Atravesó el jardín y llegando al muro del castillo intentó trepar pues creía que tenía la capacidad de hacerlo. Cayó y estando tendido sobre los jazmines el dolor le hizo comprender que había cosas que no podía hacer.

Buscó por instinto opciones para entrar a castillo, halló una puerta en madera entrecerrada y a su lado izquierdo unos escalones empedrados por los que subió cuidadosamente.


Capitulo Tres:
DE LA PRINCESA SOLITARIA

Ahora que ha llegado el olor es mas intenso. Avanza con los ojos cerrados casi flotando hacia el interior de la habitación de su princesa. La habitación se muestra extremadamente candorosa, cursi e infantil, diseños de corazones adornan las paredes. Pesadas estanterías adosadas sostiene en el aire a muñecos de todas las especies, colores y tamaños. Almohadas por el suelo sobre tapetes brillantes, cortinas de mil colores. Tanta candidez hace pensar que la dueña, por que innegablemente era mujer, es una pequeña niña de graciosos rizos con el color del sol, con robustos vestidos de finas telas y un rostro carnoso y rosado. Un dibujo totalmente diferente a lo que su memoria leñosa le mostraba. Aquella niña debe reposar su cuerpo de ángel sobre la cama que ocupa el espacio central de la habitación. Una cama de cedro con hermosos pilares hacia el cielo tallados a mano y sosteniendo desde la parte mas alta linos que penden sobre ellos. Es de suponer que la habitante de esa abullonada cama tan especialmente formada era los ojos de todo el reino.

El no ha descubierto nada de esto por que ha seguido con los ojos cerrados el aroma que lo atrae hasta ella, junto a su cama. Cuando se siente cerca abre sus ojos y descubre a una mujer totalmente cubierta desde su cuello hasta sus pies con gruesas cobijas. Apenas sus dos flacas manos se asoman sobre el borde del edredón y un gorro ridículo de forma muy extraña adorna la cabeza de esa mujer. No era esa niña de delicados rizos color del oro, es una mujer ya y su rostro parece contener una mueca como sonrisa que se ha petrificado. Ella es absolutamente fea. Hasta se puede imaginar lo que ocultan las cobijas de lino, un cuerpo flaco, flácido, huesudo. Unos pies largos y unas manos casi desarmables. Ausente de todo atributo que pudiera darle la esperanza de ser amada. Su entorno no hace más que mostrar a una mujer decidida a vegetar con los recuerdos de una infancia feliz por miedo a enfrentarse a un mundo despiadado que se le ofrece con esa belleza que para ella ha sido negada con crueldad.

El la observa embotado por el perfume de su cuerpo que en realidad no es nada especial. Su aroma no es hermoso, no produce sueños de bienestar ni es tan embriagador como para convertirla a ella en la doncella que todos, incluyendo sus padres, esperaban que fuera. Era un aroma normal de un cuerpo sudoroso que duerme. Incluso para la nariz más refinada podría descubrirse algún matiz de hedor, sin embargo él sigue allí observándola dormir junto a su cama, aspirando ese perfume que emanaba de su cuerpo. No era por la pureza de su aliento o por lo excelso del aroma, es por que era el olor que mas recordaba, el que quedo impregnado en sus hojas cuando esa huesuda mano arranca de él sus frutos o cuando su vestido se enredaba y sus enjutas piernas se rozaban por sus ramas dejando parte de su piel sobre la corteza.

Sus manos se tensaron. Sobre sus brazos los músculos sobresalieron y algunas venas ensancharon su cause. Su cien palpitaba, sus ojos casi desorbitados con pequeñas venas alimentando su necesidad de ella. Sin medir consecuencias se abalanzó sobre el lecho de la dormida a la que hizo rodar hasta el suelo. La mujer sorprendida lo mira como si quisiera arrancar con un grito ese aliento agitado del hombre. Pero lo observa, era tan extraño ese momento, casi como un sueño. Tenía un hombre tan cerca como siempre lo había soñado. Ella sobre él sintiendo la pasión que punzaba quemante sobre su huesuda ingle. Fue entonces cuando esa expresión de miedo cambio y una sonrisa de dientes descarrilados se asomó por su torcida boca, aderezando ese menjurje de su rostro con arrugas en cada espacio. Era su ocasión, la oportunidad de su vida, la que nunca se volverá a repetir. Este era el momento y tenía que aprovecharlo.

Sus manos se movían veloces sobre el cuerpo del hombre. Le recorrió vorazmente hasta en los espacios que el mismo todavía no se había descubierto. Era sofocante, su boca, su lengua, parecía querer saciar de golpe esa hambre de hombre que la consumía represada durante tiempos prehistóricos como una maldición. Sobre la piel del hombre comenzaron a aparecer moretones de mordiscos y pequeños hilos de sangre recorrieron sus costados. Intentando zafarse de ella la empujo de los hombros hacía abajo, lo que ella interpretó como una invitación y nuevos umbrales de dolor colmaron al hombre que enardecido se irguió y casi transformado con dos enormes colmillos en su boca se abalanzó sobre el cuello de la princesa propinándole una certera herida que ella agradeció con una grito de placer. La mujer con sus cabellos alborotados y su camisón manchado de sangre, se levantó con una horrible risa contagiosa de satisfacción y trastabillo unos pasos hacia atrás hasta dar con la chimenea que detuvo su caída.

Lo miraba todavía enajenada, hambrienta, parecía un animal amenazante que comenzaba su orgía de sangre. Él, lleno de miedo al verla, intento retroceder torpemente sobre el suelo con su cara llena de pánico y cuando sintió que la mujer decidida iba a caerle de nuevo a iniciar su faena, la vio detenerse de golpe como si sufriera de un ataque. Extraños movimientos convulsivos la sacudían fuertemente hasta elevarla del suelo y una luz brillante que iluminó su interior encegueció los ojos del aliviado hombre. En la oscuridad de sus ojos encandelillados sintió un fuerte terremoto, ruidos que no podía descifrar, cristales que se despedazaban y caían cerca de él y luego así como apareció se fue, un silencio de cementerio. Al recuperar la visión pudo comprobar que estaba atrapado en la raíz de una enorme Ceiba que había aparecido allí mismo, en la habitación ridícula de la insaciable princesa. Enormes ramas lo aprisionaban en un rincón y no podía escapar.

Al pasar el tiempo el castillo fue abandonado. Durante los primeros días después de que apareciera aquel árbol gigante, un hedor invadió todo el reino. Todos decían que provenía de la extraña flor que brotaba de sus ramas. Era tan penetrarte que nadie lo soportó y abandonaron sus casas a la mano de Dios. En un rincón escondido se encuentra el esqueleto de un hombre que sirvió de abono a la misma Ceiba. Sus ramas se extendieron y oscurecieron toda la población. Se apoderó con avidez de todo el reino. Sólo un extraño vampiro albino parecía deleitarse del jugo amargo y pestífero de sus frutos.

Texto agregado el 23-05-2008, y leído por 138 visitantes. (0 votos)


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