no soy feliz
pero quién, en su sano juicio, lo es?
no lo son las bestias, condenadas como están a la indiferencia, al reinado indiscutible del instinto, y a la supervivencia;
en resumen, a sus necesidades primarias.
no son felices las cordilleras en su inmovilidad plagada de vientos y aves y hierbas y bosques
o alguna mina creciendo como una larva de mosca en su interior
como no podría serlo una saxofón en una feria,
aunque esta fuese la más animada de la historia,
aunque esta fuese la feria de la historia misma,
y tampoco un parque podría serlo
siendo como es cagadero de palomas
reclinatorio de ancianos
alfombrado de hojas
arañado por las pisadas y por el caucho de las bicicletas
testigo adoquinado de crimenes y romances
-pero qué romance no es un crimen,
qué romance, uniendo, no destruye otros cimientos,
aplaza otros derrumbes y desfasa distintos horarios,
qué romance, qué amor, por puro que sea
no lleva en si, impreso, el sello de la ruina?-

nadie es feliz
nada tiene impreso en el dorso
la garantía inmune de la felicidad
ni las mejores manzanas expendidas en el mercado
ni las carnes certificadas en refrigeradores apenas parecidos a la muerte
ni en las baldosas
ni mirando el castigo mitológico de las gárgolas en las catedrales
ni en la idea lejana del dios
ni en las horas de la vigilia o el insomnio

nadie puede ser feliz
por eso está permitida
la felicidad