Entró con su corcel loco
expresando un raro argot,
la Amazona a la que invoco
con parodias de pierrot.
Oh hurí de esplendor violáceo,
contemplando tu desfile
expulsé un vapor opiáceo
a través de mi narguile.
Oh mujer de rostro lucio,
con furor de Aspasia,
percibí hálitos de Asia
suspirando en mi occipucio.

Estudiando el Mahabarata
se encontraba Alí Babá,
con delicias de rajá
y una túnica escarlata;
sobre una roja alcatifa
cual exultante califa
mostró su alfanje de plata.

Con tus ajorcas de oro
muy ufana por mí trepas;
con un arpegio canoro
y calma de Catoblepas
te devienes en tesoro.

El mayestático Brahma
exhala viento sulfúreo
e inciensos de mielenrama,
y el Placer más epicúreo
se transmuta en una flama.

Cuando todo se ve opaco,
la Muerte como un intruso
devela un símbolo abstruso,
y surge el ilustre Baco
de un banquete de corintios,
y tú apareces, sonámbula,
con tus lágrimas de absintios.
Dando pasos de funámbula
y alzando tu fusta heroica:
dispersada en un enigma,
hipersustancial, estoica,
eres del Sol paradigma.

Con tu cintura de avispa
efectúas un gallardo
movimiento de leopardo,
provocando una áurea chispa
de amor en tu cuerpo pardo.

En tus zarcos iris tienes
gotitas de una clepsidra,
y tiemblas con tus vaivenes
de azul y lúbrica hidra
nacida entre los harenes.

Mientras braman los rituales
de los bárbaros martirios,
suenan címbalos, timbales,
brotando de grandes cirios
transpiraciones sexuales.

Mi pesadilla se trunca
ante tu parca locura
de misántropa figura,
por eso capto que nunca,
paladearé tu textura.