Ahí, en la cocina de la casa grande, la nana siempre estaba. En las tardes de otoño a ella se le pedía, leer cuentos y poesías. Ella, mujer de campo, de pocas letras pero con una gran imaginación nos entretenía. De todo hacía una fantasía, de la comida, del juego. En fin, de todo una alegría.
Al llegar la tarde, cuando los papás salían a recorrer las cintas del cine... ella nos engañaba con cantos y poesías, nos llevaba al baño de tarde y nos vestía.
El calor de la cama grande donde mis padres dormían, hacía toda una aventura, una guarida.
Aun veo, las sábanas blancas en el borde de nuestros ojos, esperando lo que ella contaría...
Era toda una aventura, la que ella ofrecía...
Todas nosotras en una sola cama... ¡La grande! La prohibida... A lo lejos entre sombras de ventanas y puertas, cada cama nuestra, se veía...
La que no queríamos en ese momento de fantasía. La nana sentada en una de las puntas de la cama grande nos decía... Bueno, un día una señora que cinco niñas tenía, las llevo al campo donde el trigo crecía.
Ahí... el pasto estaba tan alto que las niñas perdía...y luego... En un cerrar de ojos un ángel las cogía... El ángel una a una las tomo, les dio la mano y luego en sus cama las durmió. De esta forma nos llevaba a cada una de las camas para luego recordar el ángel que en la ventana nos miró. |