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Inicio / Cuenteros Locales / IraScarlatti / LA PRIMERA SONRISA EN QUINCE DÍAS

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Llevaba quince días con los mismos calzoncillos y la playera roída, ni una prenda más, en dos semanas no había cepillado mis dientes una sola ocasión, ni pensaba en tomar un baño; la crisis emocional más fuerte que he tenido, por lo mismo, la apatía más grande en que me he sumergido.
Me hallaba abatido, a diario frente a la ventana, con la mirada perdida, intentaba enfocar las invisibles gotas de lluvia que caían sobre la ciudad, el único entretenimiento. La televisión nunca ha sido de mi total agrado, la utilizo para ver películas, soy un cinéfilo crónico, pero en aquella época no tenía ganas, ni siquiera, de pensar en ver alguna, mucho menos de tomar un libro, sólo escuchaba música, en un volumen casi imperceptible, de hecho, ahora que lo recuerdo, encendí el reproductor de la computadora y dejé correr la música sin prestarle atención, durante todos esos días, era algo que no me incomodaba, aunque seguramente intensificaba mi depresión.
Mi malestar comenzó el día en que me despidieron del trabajo, llevaba diez años haciendo campañas publicitarias para múltiples empresas, pero todo por servir se acaba, al menos así lo creía mi abuela, yo, estoy convencido de que el problema eran mis ideas arriesgadas, pretendía revolucionar la publicidad, sólo obtuve reproches, amenazas, un ultimátum antes de que contrataran a un joven egresado, dispuesto a acatar lo que le pidieran.
Poco tiempo después, Dulce me abandonó, me dejó por un poeta urbano, poco prometedor, era de aquellos tipos que le cantan a la oscuridad, visten de negro y aman los cuervos, en algo tuvo que superarme, quizá su juventud, la intensidad sexual o que le dijera hermosos versos plagiados al oído, nunca lo supe, me abandonó en el sentido literal y estricto de la palabra.
Me sentí reemplazado, cosificado en todos los aspectos de la vida, no hallaba ninguna razón suficiente para seguir existiendo en un mundo que me había cerrado sus puertas; siempre me había sentido un hombre libre, como una extensión del viento, hice cuanto pude y quise, pero ahora no podía soplar más, mis ráfagas se debilitaron hasta la inexistencia y es que la libertad, a la que se puede aspirar en este universo condicionado, es temporal, como un trozo de carne; aún así, no era la primera vez que me preguntaba por el sentido de la vida, no por eso pretendía terminar con ella.
Saqué el revolver que en alguna ocasión compré por mera curiosidad, sabía que jamás lo utilizaría, no al menos para matar a alguien, aunque pensamientos criminales he tenido bastantes, el suicidio, como ya dije, no era algo que hubiera contemplado como una realidad, sólo había pasado por mi mente cuando pensaba en que me atacaría una enfermedad degenerativa avanzada, ni siquiera así lo hubiese hecho.
Lo saqué del armario, lo cargué, apunté hacia la nada, interpreté varios papeles imaginarios, el Hemingway bélico, el Robert de Niro justiciero de Taxi Driver, hasta Tim, el personaje de Norman Mailer en Los tipos duros no bailan, sonreí por primera vez en quince días, después de jugar con el revolver lo coloqué sobre la mesa, no volví a tocarlo.
Inexplicablemente, me empecé a sentir con más ánimos, aún lejos de mejorar anímicamente, pero la tristeza había disminuido un poco; encendí un gallo, volví a sentarme frente a la ventana, dispuesto a viajar a ninguna parte, me sobresaltó un súbito timbrazo, por un momento no comprendí, estaba tan concentrado que no reaccione con normalidad, hacía tiempo que no recibía visitas, en realidad, era algo que no deseaba.
Era Samuel, un ex compañero del trabajo, un tipo presuntuoso al que no estimaba en lo más mínimo, sin embargo, él sentía un afecto sincero hacia mí, porqué, no lo se; me encontró con la vestimenta simbólica, sucio, comiendo un plato de cereal con leche grumosa y un cigarrillo, lo que le causó mayor sorpresa fue el revolver que yacía sobre la mesa.
Siempre he sido de pocas palabras, en aquel momento no tenía el menor interés en conversar, mucho menos con él, me serví de mi aspecto crítico para no hacerlo, de alguna manera fue lo menos hipócrita y lo más apropiado.
-Te veo bastante mal, me preocupaba no saber de ti, así que decidí venir a ver cómo estabas, pero no imaginé encontrarme con esto, me duele verte así, talvez suene tonto pero… ¿qué tramas con esta pistola, no querrás desaparecer del mapa, o sí? Se que no te ha ido del todo bien, pero debes tomar en cuenta que así es la vida, no tienes porque no seguir viviéndola, disfrutándola- todo esto lo decía al tiempo en que yo me moría de risa por dentro, decidí continuar con la farsa, a fin de cuentas, era una buena terapia.
-¿Quieres un cigarrillo, un café o cualquier otra cosa?- le pregunté con voz apagada
-No, gracias, quizá yo no soy el mejor sujeto del mundo- continúo con su discurso, sabía hacia donde iba, era su modo, tenía el ego tan inflado que poco la faltaba para desafiar las leyes de la gravedad- pero creo que puedo servirte como ejemplo de vida, nunca me he rendido ante los fracasos, es más, ese es un término que eliminé de mi vocabulario hace bastante tiempo, tengo una hermosa familia, amo a mi país, contribuyo en mejorar el mundo, asisto a la iglesia, soy respetuoso con mis semejantes, no tengo vicios, soy buen hijo, fiel, intento dar amor a quienes me rodean, quizá cambiar tu modo de vida te ayude…
-¿Qué quieres decir con eso, insinúas que mi vida es poco productiva, que hago las cosas mal? Bonita forma de hacerme sentir mejor.
-No lo tomes así, me refiero a que talvez puedes mejorar tu vida espiritual, cambiar tus hábitos, sólo mírate, ¿hace cuánto que no te bañas? Esa leche te hará daño, el cigarrillo no creo que sea buen alimento, yo puedo ayudarte a cambiar todo eso que, poco a poco, te hunde en tu desesperación, tengo algunos libros de autoayuda que sin duda te…
-No me vengas con eso ahora, por favor, piensa en lo que dices, es basura, toda esa seudo literatura mercantil sólo sirve para dos cosas, eres tú quien se debe mirar en un espejo- empezaba a ser un poco cruel, pero no era él quien tenía que sacarme del hoyo.
-¿En verdad eres feliz?- le pregunté mirándolo fijamente a los ojos- me refiero a si te sientes orgulloso de tu vida; no me niegues, porque aunque lo hagas no lo creeré, que no tienes necesidad de acostarte con otras mujeres, de viajar sin darle cuentas a nadie, de asistir a reuniones sin tu familia, embriagarte ¿qué es lo más emocionante de tu vida aparte de ir a misa y no decir malas palabras? El cabello se te comienza a caer, tu existencia sigue avanzando, llegará el día en que estés al borde de la muerte y pensarás en todo lo que jamás hiciste, querrás que el tiempo regrese, pero te tengo malas noticias, eso aún no lo inventan.
Los ojos se le rozaron, cayeron unas pocas lágrimas, después los sollozos eran incontenibles, me sentí mal por todo lo que le dije, sólo intentaba ayudarme, me deje llevar por algún impulso irreversible, había hecho de mi inminente salvador una víctima más, como si a Jesucristo le hubieran dicho que se alejara, que nadie lo necesitaba; intenté disculparme pero fue inútil, mis palabras ya no eran convincentes, nunca he sido bueno para mitigar el dolor ajeno, mucho menos, cuando yo había sido quien lo provocaba.
-Discúlpame, es que no me he sentido bien, soy un malagradecido, deja te traigo un vaso con agua- me levanté de la mesa y fui hacia la cocina, cuestión de minutos, estaba llenando el vaso con agua cuando de pronto se escuchó un disparo, el llanto cesó, la lluvia se detuvo, el sol se asomó y por primera vez en quince días, me sentí sucio de verdad.

Texto agregado el 23-05-2008, y leído por 69 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
23-05-2008 Excelente relato, me agradó la intensidad, eso si, nunca te pediré algun consejo (jajajajaja) buen cuento. magojurado
 
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