TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / IraScarlatti / EL GATO

[C:353970]

Sospecho que algún día me arrepentiré de mis decisiones, de no haber elegido otra vida, o al menos, haber hecho otras cosas y dejado de hacer unas más, tal vez a todos nos sucede, unos lo demuestran, otros no, unos lo sufren más que otros, es cuestión de proporciones y percepciones, pero no hay, creo, quien en algún momento no piense que hubiera sido mejor hacer las cosas de otro modo; lo peor, lo catastrófico, es que no hay manera de averiguarlo.
Estoy en el momento más importante de mi vida, de ahora en adelante, cualquier decisión debe ser mejor pensada, el problema surge cuando hay personas sobre ti, ejerciendo presión, juzgando cada movimiento y si uno es incapaz de pensar qué es lo más sano para uno mismo, más difícil es cuando otros quieren elegir tu propia vida.
Hace un año terminé la licenciatura, mis padres vieron en ello su misión cumplida, la eficacia de su educación y la oportunidad de llegar a ser importantes, o tan sólo reconocidos. Mi madre habló por teléfono con personas a las que había olvidado hace años, sólo para informarles, eso sí, de la manera menos pedante, según ella, que ya era un licenciado, un señor, el orgullo de la familia; las cosas no resultaron como ella hubiera querido, esperaba que todos compartieran su felicidad, pero eso es imposible, la felicidad no es un platillo que se disfrute de la misma manera. A quienes halló en casa, le demostraron lo poco importante que les resultó la noticia; algunas viejas amistades habían muerto, otras desaparecido y quienes contestaron, tenían problemas suficientemente graves como para perder el tiempo en tonterías.
- Maldita Lucy - dijo mi madre al colgar con la primera amiga que halló - siempre espera que una esté a su disposición, no nos vemos desde que se casó por tercera vez y ahora, después de tantos años, lo primero que se le ocurre es pedirme dinero, por que tiene problemas fiscales y le embargarán sus cosas, como si me importara, pero no hagas caso mi amor, todos estamos contentos por ti.
Jazmín, otra amiga de la infancia, perdió a su marido e hijos en un accidente automovilístico, pero ni eso pudo conmover a mi madre, ella seguía enfrascada en su alegría desbordante, al final solo dijo.
- Que lástima que Ruth halla muerto, ella sí se alegraría por ti, no como Jazmín, hace dos años que se murió su familia y aún no puede superarlo, como si la vida consistiera en un solo hecho.
Ni hablar, estaba feliz y cualquier intento mío por evidenciar sus incongruencias la hubieran puesto como Magdalena. Mientras reducía los problemas de los demás y se derretía en su felicidad, yo sólo pensaba en una cosa: escribir. Mi padre actúo de otro modo, cuando llegaba de trabajar descorchaba dos cervezas, una para él y otra para mí, me palmeaba la espalda, se quedaba callado unos minutos, se recargaba en el respaldo, se enderezaba de nuevo, se tronaba los dedos, se ponía y quitaba los anteojos una y otra vez, después del incómodo mutismo me preguntaba si me hacía falta dinero, sin responderle, estiraba un billete y me hablaba de la importancia del trabajo, me aconsejaba sobre la vida de hombre maduro, responsable, me alentaba para conseguir una mujer, una buena mujer.
- Elige a alguien que te haga feliz, no como tu madre, ¡no, no, no! Alguien que valga la pena - se terminaba su trago, levantaba el periódico y se olvidaba del asunto.
A diario me encerraba en mi recámara, leía y escribía todo el tiempo. En eso pasaron los meses y con ellos la dicha de mis padres, se transmutó su felicidad en coraje, irrumpían en mi cuarto para gritarme y decirme lo decepcionados que estaban.
- ¿Hasta cuándo vas a buscar un trabajo? O es que quieres ser un mantenido toda la vida, te vas a arrepentir de perder tu tiempo leyendo esas tonterías y ¿qué es esto? - recogían algunos de mis escritos y leían en voz alta - ¿tú escribiste esto? Qué lastima que dejes pasar los días en basura- arrojaban las hojas al piso, salían azotando la puerta.
Empezó a disgustarles mi presencia, cualquier cosa que dijese o hiciese estaba mal, mi madre me reprochaba la forma en que hacía las cosas, mi modo de vestir, si salía a la calle y regresaba de noche, si fumaba, si bebía, si hablaba por teléfono, si me quedaba en mi recámara todo el día, si me buscaban, en realidad, todo era un pretexto para darme a entender que ya no me querían, al menos ahí, así.
Intenté explicarles mis deseos por escribir, la necesidad que había en mí por hacerlo, para sentirme vivo, para trascender el umbral de la insignificancia, como paliativo, pero para ellos, sólo eran estupideces mías, me decían que estaba bien si quería hacerlo, pero que me hiciera a la idea de que no sobreviviría así, que eso no era para mí.
- Hay quienes escriben porque saben hacerlo, porque tienen un talento, pero tú, no eres capaz ni de conseguir un trabajo, la escritura es para los inteligentes, no para los pinches huevones, primero encuentra un trabajo, vete a vivir sólo, después, si decides que quieres echar a perder tu vida, hazlo, pero ya no nos chingues a nosotros.
No era sencillo, conseguir un trabajo significaba abandonar la actividad literaria, no tener tiempo para leer, escribir o pensar.
Después de tantos intentos inútiles por convencerlos, de tantos discursos insuficientes e infuncionales para convencerme, ayer fue la gota que derramó el vaso, comprendí que yo tampoco los toleraba; cuando regresé de la librería, tras adquirir un volumen extenso sobre la vida de Borges, escrito por Bioy Casares, encontré mi librero vacío, ni un libro, ni una nota de mi primera novela que intentaba escribir, nada, absolutamente nada, los habían tirado a la basura y sin darse cuenta, arrojaron mi vida con ellos.
- Fue por tu bien, te estaban destruyendo, nosotros nos sentimos un poco mal contigo, pero algún día nos los agradecerás. Adalberto, el hijo de los vecinos ya trabaja, gana quince mil pesos, ¿sabes porqué? Por que no lee.
Tras haber meditado con calma todas las cosas, he tomado una decisión, compré mi boleto de autobús, parto a Morelia a la medianoche, a las nueve, cuando mis padres se hallan ido a dormir, cerraré las ventanas y las puertas, abriré las llaves del gas y para mañana temprano, estaremos a mano.

Texto agregado el 23-05-2008, y leído por 85 visitantes. (1 voto)


Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]