Pero imagínate –yo lo sigo haciendo- que tengo dieciocho años. Que te estoy siguiendo, que te idolatro. Que no tengo; no sé dónde mirar, no te encuentro. Pero quiero ser como tú. Quiero serlo tanto que me creo que nos intercambiamos, en algún momento, y que algo hice mal y tuve que aprender a sentir siendo tú. Muy americano; cierto, muy jodido.

Mucho tiempo después

Te perdí: te quiero. Me perdiste; me quieres. Nos queremos a distancia deseándonos muy cerca. ¿Y tú qué piensas? No lo sé, difícil explicarlo. Es nada y algo… puede que una ocurrencia, una fantasía; que estabas y se había terminado, pero en realidad te habías ido y sentía paz. Un sosiego tan deseado, anhelado: ansia. Inexplicable atracción por tu presencia orgullosa, liberada e independiente de mí. Repulsión ante la idea de volver a ser uno en dos. Y soy feliz.