Y entonces sucedió, como el relámpago que ilumina la noche tormentosa y permite ver como fantasmas las cosas, tu figura fue el detonante que dio luz al lugar.
Hacia largo tiempo que faltabas, desapareciste sin que nadie supiera por qué, así, de pronto la soledad y la tristeza invadieron el lugar, tu presencia llenaba de alegría y provocaba sentimientos difíciles de explicar, y al no estar, todo se ensombreció y acallaron los sonidos.
Y ahora allí estabas, parada en la puerta del bar, hermosa y lejana, a un paso e inalcanzable a la vez,
tu sonrisa insinuante hacía creer que nunca habías dejado de estar, sin embargo fueron largos meses de ausencia.
De pronto otra vez llenaste de ilusión a los pocos hombres que ocupaban esas mesas oscuras y antiguas, con historias pasadas y recuerdos muy vagos, el deseo brilló en algún parroquiano, que creyó poder lo imposible, por qué no era verdad, por qué solo fue un relámpago irreal, tu ya no podías estar, tu ya no eras más, tu no existías. |