_ .._Y ahí estaba él. El más temido de mis adversarios, el imbatido. Con su espada de arena goteando segundos de mi sangre. No tuve más remedio que acometer contra mi enemigo. Como tantas veces he hecho ya. En mi corrida a la refriega, recordé tantas otras batallas perdidas, tantas necedades juntas y aún sigo corriendo, sin reparo, con la derrota en la mente.
Recordé mis pensamientos, mi lanza de ideas destrozada contra su escudo de manecillas; mis flechas de proyectos rebotando en su coraza de eras.
No soy el primero en emprender temerarias guerras contra él, el más deseado y loado, el tesoro más invaluable, por ser el único que no se acumulará jamás. Sabios griegos lo nombraron Chornos, el más grande de los dioses, el más cruel, muerto a traición pero vivo en todos los hombres como la fatalidad, lo irreversible, la única certeza. Vivo en los viejos como escurridizo, presente en los niños como eterno, omnisciente en los jóvenes como lo nuevo.
_ .._EL TIEMPO. ¡Qué palabra, qué tamaño!. El reloj. El de arena, el de sol. El mecánico, el pulsera. El biológico, el mental. El reloj del juego, el del trabajo. El reloj del que espera, el del demorado. El reloj del que se recibe y del recibido. El reloj del que espera en el semáforo y el reloj del que viene acelerando.
El segundo y sus milésimas.
El minuto y sus segundos.
Las horas con minutos en el ojal.
Los mediodías y medianoches, excedidos de horas.
Los días y ofertas de mitades.
La Sra. Semana y sus siete amantes.
La quincena de editorial con sus voceados semanarios.
Las cuatro semanas, los meses, semestres, años y quinquenios. Décadas, siglos y milenios. Fútiles intentos de atesorar lo más caro.
_ .._Las mariposas, los mosquitos, una abeja, un gorrión, el perro, el gato, los hombres y luego las mujeres, una casa, un árbol, el roble, las montañas... ¿el alma?.
_ .._Y yo seguía corriendo. Él ya blandía su espada, la sopesaba, medía el golpe. Balanceaba su brazo derecho suavemente. Y yo recordaba la leyenda del no vencido por él, un héroe que había utilizado una estrategia. Aquel que venció, pero al terror de su presencia. Aquél que lo disfrutó y no fue su adversario, sino su compañero. Y su más temible aliado.
_ .._Yo caí, una vez más, batido. Soy mirado desde arriba, no con desprecio. El caballero del tiempo ríe con habitual satisfacción, por encontrar mi flanco, mi debilidad. Y yo pienso desde el polvo. Como vencerlo, como ser un legendario héroe. Y descubro mi error. No batallar, no vencer, no pelear. Si lo enfrentas, se defiende. Si te defiendes, te ataca. Si lo esperas, te encuentra. Si lo buscas se escabulle. El omnipotente tiempo no debe enfrentarse, debe aceptarse. Debe conjugarse. Es la sazón de todas las comidas y el signo de valor de todos tus tesoros. No lo podrás ahorrar jamás, pero nunca faltará, ni a ti, ni a nadie.
_ .._Me incorporé, sin levantar las armas y caminé de vuelta. En silencio, caminé. Y mientras mi amnesia devoraba mis reflexiones, recuerdo un último temor, mi duda existencial. ¿Porqué, en todo este relato, es perfectamente sustituible la idea del “tiempo” con la de la “muerte”?.
_ .._Cavilando llegué al punto de partida, como siempre, apurado por algo.
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