EL DIARIO DEL DIA DESPUES
Ramón es adicto a la computadora. No recuerda como comenzó pero algo tuvo que ver su depresión. A cualquier hora del día, y por motivos que no siempre puede explicar, sufre de una angustia que lo llevaba hasta los límites de la irrealidad.
Los síntomas son siempre los mismos: cansancio, desgano, agorafobia y ganas de llorar.
Nada parece mejorar a pesar de los años de psiquiatras, de los tratamientos con litio, de la acupuntura y hasta el té de yuyos que le hace tomar su madre todos los días.
Lo peor es la “sensación de muerte”.
Puede estar viendo tranquilamente una película o viajando en colectivo hasta su trabajo, solo o acompañado; que de golpe sufre una presión en el pecho y siente que se muere. Primero le atacará un cierto nerviosismo, que se irá incrementando como el color y el calor que soportarán sus mejillas.
Luego un deseo de escapar, de llevar a un lugar seguro.
Se tomará el pulso y tendrá veinticinco cada quince segundos. Hasta ahí la cosa será casi normal. Sin embargo sabe que está al borde del abismo, que solo le falta un empujoncito para sufrir una nueva y repetida crisis, que va ahondar luego en todos esos recuerdos y temores que se acumulan como en un basurero.
A Ramón le quedan dos cosas: un Rivotril o la computadora. De última, las dos cosas.
Su madre lo mira preocupada pero admira lo que él hace. Siempre las madres están orgullosas de lo que no entienden. Ambos viven de la venta de las copias truchas: películas en DVD, programas o juegos en CD.
Vende en el Parque Rivadavia y por Internet, por lo que pasa entre diez y doce horas pegado a la pantalla copiando o buscando novedades. Solo cuando apaga la máquina siente el vacío. Un nudo en el estómago le produce inmediatamente un retorcijón.
- Querés unas galletitas, nene?. Le dice Ana, su madre
- No gracias, hay que llevar las copias al Parque...
- ¿Te sentís mal, querés que la lleve yo?
- No dejá voy yo, además tengo hora con el psiquiatra después.
- Bueno como quieras. No te olvides de tomar la pastilla y cualquier cosa que te pasa, me llamas al celular...
- ¡Pará mamá! Estoy bien – la interrumpió Ramón con determinación.
Sale a la calle que lo golpea con sus ruidos, olores y vapores de ciudad. Toma el subte A en la estación Perú. Es el único subte que puede tomar. Los demás lo sofocan y le producen ahogo. Deja pasar dos formaciones hasta que llega uno de los viejos: Es un subte tan pintoresco como destartalado de principios del siglo pasado, con estructura y asientos de madera. Lo curioso es que las puertas tienen manija y se pueden abrir desde adentro del vagón.
Justamente ese detalle lo tranquiliza: no quedar encerrado.
Se sienta en el primer vagón, cerca del conductor y mira pasar las estaciones. En Congreso
suben muchos pasajeros. Quiere subir la ventanilla pero esta atrancada.
- Siempre pasa lo mismo – Dice su compañero de asiento. Es canoso y amigable.
- Esta haciendo un poco de calor... – balbucea Ramón.
- No se preocupe mañana el diario dice que va a ser frío
- Siempre se equivocan – aduce Ramón.
- Le aseguro que este diario no – Dice El hombre terminante y saca un periódico
que no parece fácil de reconocer. Vé: fresco y lluvioso. Y se lo muestra.
- Si pero mañana puede suceder cualquier cosa...
- No señor, porque este es el diario de mañana, no el hoy.
-
Ramón ve pasar la estación Pasco y piensa: un piantado. Lo que me faltaba. Mira el diario de reojo: son un montón de hojas impresas en computadora, con un título que le llama la atención: “Aumento jubilados”.
- Le hablo en serio –le dice insistente con gesto tosco. En menos de cinco minutos usted me va a creer...
- ¿Si, porqué voy a creerle? – le interroga Ramón
- Ve lo que dice aquí: Accidente en el subte, una mujer de avanzada edad se tiró en la estación Río de Janeiro. mire la fecha, fíjese bien: Es la de mañana.
- Son hojas de computadora, las puede haber hecho usted tranquilamente...
- Si no bajamos en la próxima estación, nos quedamos encerrados. -
Ramón lo miró estupefacto. El viejo no parecía un chanta, pero empezó a temer por un cuento del tío. Se puso en alerta, y como protagonista de la película “Nueve Reinas” miró para todos lados, tratando de descubrir donde estaba la trampa.
El subte ya estaba por llevar a Loria. Los viejos apliques de luz parpadearon.
- Bajamos – dijo con determinación y empezó a tomarse el pulso disimuladamente.
Pero luego me explica...
Bajaron en Loria casi solos. Y se quedaron mirando la formación desvencijada pasar, que recordaba a los viejos tranvías. No llegaron a dirigirse la palabra. Unos metros mas adelante el subte se detuvo entre las dos estaciones.
- Si te hubieras quedado, te hubiera agarrado un ataque de pánico.
- Yá me esta agarrando... -aseguró
- No: hubiera sido el último, está acá en este diario también.
A Ramón se le nubla la vista. La adrenalina le hace temblar las piernas.
- Necesito sentarme.
- Si ahí –le señala el hombre
“Luego del accidente en la Estación Río de Janeiro murió un hombre de mediana edad en otra formación de Metrovías que había quedado atrapado entre las estaciones Loria y Castro Barros, a pesar de la rapidez de los paramédicos del Same...
- ¿Ahora me cree? –le dijo con una sonrisa burlona.
- No importa si le creo. ¿Por qué lo hizo?. ¿Para que me muestra el diario?
- Para sacármelo de encima. Es simple, yo también heredé este diario. Al principio me entusiasmaba la idea y lo primero que pensé fue en jugar a la quiniela, pero luego al corroborar las noticias empecé a temblar de miedo y pensé “este periodista quizás quiera tomarse unas vacaciones”.
-No entiendo nada: empecemos despacio –le pidió Ramón mientras se tomaba un Rivotril con una botellita de agua, que siempre llevaba para estos casos de emergencia.
- ¿De dónde saca el diario?
- Lo imprimo, con ese CD, que me lo pasaron como ahora hago yo. No tengo idea como funciona. Al parecer busca algo en Internet, y salen las noticias pero con veinticuatro horas de anticipación. Eso sí, tiene restricciones –dijo el hombre.
- Si me imagino: como no jugar a la quiniela. –insinuó Ramón
- ¡Mas que eso!. Le puedo asegurar que no es solo terrible saber todos los días que número va a salir sino todo lo que va a pasar en el mundo y uno no poder intervenir.
- Y entonces...
- Saber lo que va a pasar el día después puede enfermarle a uno la cabeza.
Mi primera reacción fue de escepticismo, al día siguiente al comprobar que la noticia (anticipada) resultó verdad, mi reacción fue de extrañeza pero al repetirse el fenómeno entré en pánico. Se lo aseguro el futuro me aterra.
- Una pregunta mas: ¿como sabía que yo era la víctima?. En el subte había mucha
gente... – aseguró Ramón
- Si, pero solo una que se sienta al lado del conductor y con cara de ataque de
pánico.
La estación empezaba a llenarse de pasajero nerviosos. Miraban sus relojes, hojeaba los diarios. Algunos comentaban acerca del subte que estaba detenido metros mas adelante.
Desde los parlantes anunciaban: Atención:Metrovías informa que por causas involuntarias a la empresa el servicio de la línea A se encuentra momentáneamente interrumpida, operando solo un servicio corto entre las estaciones Plaza Miserere y Plaza de Mayo.
Ramón levantó la vista y se encontró con el brazo extendido del hombre mostrándole un CD sin tapa ni inscripción.
- Ahora es todo suyo – le dijo
- ¿Le tengo que dar las gracias?
- Creo que no. Siga las instrucciones, es fácil
- No me dijo que restricciones tiene...aparte de no poder jugar a la quiniela.
- Siga las instrucciones, ya se vas a enterar. Suerte...
Y se fue rumbo a la escalera, sin mirar atrás y arrastrando los mocasines gastados.
Ramón se quedó como estúpido mirando el estuche. Sacó el CD parecía normal, solo que no tenía ninguna inscripción. Ni marca. Nada de nada.
Salió a la superficie y se tomó el primer taxi que vio. No lo eligió por marca ni por la cara del taxista como hacía habitualmente. Estaba ansioso, pero esta vez, sin esa angustia que lo volvía loco.
Abrió la puerta de la casa y se dirigió derecho a la computadora. Su madre lo miró extrañado.
- ¿Ya llegaste? ¿Querés unas galletitas, nene?
- No me jodas mamá...te lo pido por favor, en serio
- Uf! ¿Tomaste los remedios nene?. ¿Fuiste Al doctor Carmelo?
- No es doctor, es psiquiatra. Pero por favor dejáme tranquilo, solo un rato.
- Como quieras nene, yo estoy mirando la novela cualquier cosa avisame...
Prendió la computadora. Sacó el CD. Lo puso. Inicio, ejecutar, D: ,aceptar. Los minutos parecía transcurrir en cámara lenta. Un solo archivo ejecutable: El día después.exe
Lo cliquió. La máquina se activo, prendió el Internet y se metió en el agujeró negro de la banda ancha. Una flechita daba vueltas y una línea azul decía abriendo...
Podía haber parado todo en ese instante. Todavía tenía tiempo para cancelar esa historia de locos y tirar el disco a la basura. Sin embargo su curiosidad pudo más.
Y Ahí estaba, desplegándose como un diario cualquiera con todos sus colores, letras y noticias del día siguiente. Al instante se puso todo negro y salió una leyenda.
EL DIARIO DEL DIA DESPUÉS
1 RESTRICCION: Usted no puede cambiar lo que está escrito en este diario
De hacerlo la noticia se modificará al instante y no ocurrirá.
2 RESTRICCION: Usted puede disponer de la información el tiempo que desee, accionando el archivo solo una vez por día.
3 RESTRICCION: Usted puede desprenderse de este CD solo entregándoselo a una persona que fehacientemente sepa que va a morir. De hacerlo
deberá entregarle el diario del día después.
ACEPTAR CANCELAR
La puta que lo parió –exclamó Ramón sin contenerse. ¿Qué puedo perder?
Y Acepto.
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