Un Réquiem para Beto
Es detestable, lo odio. Cuando me lo trajeron, pensé que tal vez se trataría de una broma pesada, pero ha resultado ser una lamentable realidad. Pensé que había sido muy claro con lo que había pedido, pero parece que no fui lo suficiente.
Recuerdo mis palabras exactas:
-:¡Quiero ese!
No puedo haberme equivocado.
Recuerdo haber señalado con mi mano, y la más exacta precisión, a ese hermoso y pequeño labrador que tanto quería. Cuando mi madre me respondió con un “veremos”, nunca hubiera imaginado esto.
Cual no habría sido mi sorpresa, al ver llegar a mi madre con sus bolsos, una enorme sonrisa, un “Mira lo que te he traído!” y, en lugar de mi labrador, un perro callejero?
-:Me encontraba paseando por las calles, cuando me he topado con una mujer anciana que parecía obsequiar cachorritos, dado que no podía cuidar de ellos. Y he recordado que deseabas un perro y he tomado uno. Su nombre es Beto, te gusta?
Mi enojo no se hizo esperar
-:¡No quiero eso!¡Quiero al otro!
Al ver mi deseo y derecho no solo insatisfechos, sino también distorsionados, corrí hacia mi habitación para demostrar mi descontento. Por que ha tenido que traerme eso? Que he hecho de malo? Obtengo buenas notas, solo para esto?
Beto... un nombre detestable, para algo igual de detestable...
Siempre moviendo su ridícula cola... Lo odio...
Cada vez que regreso a mi casa, siempre se acerca con su pelo blanco y negro moviendo su cola, sin parecer que entienda que las patadas que le propino para que se aparte de mi camino y no una muestra de afecto. En lugar de alejarse, continua moviendo su repulsiva cola.
-:No solo eres una porquería, sino también estúpido. Lo único que faltaba
Me río y le pateo su cuenco de agua sobre su cara. Lo veo alejarse asustado y eso hace reírme aún más fuerte. Es tan divertido verlo tan patético.
Han pasado los meses y Beto ha crecido en tamaño, pero no en cerebro, pues aun después del pésimo trato de mi parte, continuaba pensando que le quería.
Siempre moviendo su repulsiva cola...
Aún después de un tiempo, continuaba sintiéndome completamente invadido por él. Mi madre quiere demasiado a ese perro.
-:No le trates de esa forma ¿Que te ha hecho él para merecer semejante trato?
Yo le trato como me plazca, pues esta es mi casa. Y en cuanto intenta acercarse nuevamente, aún con su cabeza baja, le escupo en su estúpida cara. Lo detesto tanto...
Pero no lo entiendo. Pasa el tiempo y aun continúa acercándose con alguna rama en su hocico, a pesar de mi agresiva respuesta ¿Que es lo que ocurre con este animal? Ni siquiera pateando su plato de comida cada día parece hacerle entender mi desprecio.
Hoy he regresado a mi casa y me sorprendí al descubrir que el estúpido no viniera a recibirme. Dejé mis cosas a un lado y encontré a madre con una expresión de tristeza en su rostro, sentada sobre el sofa y su cabeza sobre sostenida por sus manos.
-:Que sucede?
-:Beto se ha escapado hace unas horas... y aun no ha vuelto...
Un pequeña lagrima se escurrió sobre sus mejillas.
-:Ah.
Era posible? Mi desgracia había terminado?
Un momento después me encontraba en mi habitación jugando con mi viejo oso de peluche. Puede que no sea muy lindo, pero significa mucho para mi, pues ha sido un regalo que me había dejado mi abuela antes de morir.
Mientras jugaba, he escuchado el sonido de algo que arañaba la puerta de afuera y los pasos apresurados de mi madre por el corredor.
Salí de mi habitación para ver que ocurría... y allí se encontraba él nuevamente, sucio y maltrecho. Al aparecer en la habitación, me vio y en unos instantes se dirigía corriendo hacia mi. Intentó saltar sobre mi pecho, pero en el instante que se había levantado, le he propinado una patada en su costillas.
-:¡No te me acerques, inmundicia!
Mi madre, ya sin poder contenerse, se acerco a mi y me dio una bofetada.
-:¡Ya estoy cansada de tu comportamiento, Oliver! Ahora irás a tu habitación sin cenar y pensarás acerca de lo que has hecho!- dijo
Perro de porquería...Lo odio... Si hubiese tenido mi labrador, no tendría por que pasar por esto...
Estaba tan furioso...
Y sin embargo, transcurrió el tiempo y parecía que mi anterior rabia comenzaba a disminuir. Después de todo, solo parecía contento de verme...
Hoy era una noche especial, pues mi padre había conseguido boletos para el teatro.
-Esta noche se estrena el Réquiem de Mozart, en honor a la muerte del mismo.- había dicho él.
Ha hecho que nos vistiésemos de la mejor manera posible y nos marchamos, dejando comida y agua para Beto.
Una vez en el teatro, nos ubicamos en nuestros respectivos lugares, y luego de unos momentos, dio comienzo la función.
El sonido que reproducían aquellos instrumentos, era muy bello. Tan bello... Y sin embargo, producía en mi una sensación de profunda tristeza.
-:Papá, por qué se llama Réquiem la función?
-:Réquiem significa “descansa” en latín. Mozart la ha escrito en honor a la muerte de su padre.- dijo
Una vez terminada la función, nos dirigimos a casa. En cuento llegamos, mi padre hizo detener el carruaje. Pero algo no se encontraba bien, pues mi padre poseía una expresión de horror de su rostro y ha bajado apresuradamente. Salí yo también del mismo y encontré a mi padre paralizado frente a la puerta, que se encontraba abierta.
-:¡Nos han robado!- gritó. Y entró apresuradamente a la casa.
Yo entré detrás de él, y me sobrecogió el encontrar mi casa completamente desordenada: cajones movidos, ropa desparramada por el suelo... sangre...
Instintivamente, corrí hacia mi habitación. La encontré en el mismo estado que el resto de la casa. Todo fuera de su lugar. Y mi oso no se encontraba allí...
Comencé a llorar por la pérdida de mi oso. Al observar mas detenidamente el lugar, vi a Beto, acurrucado en un rincón, temblando, quien al verme, se incorporó trabajosamente e intento acercarse a mi, cojeando.
Ya imposible de contenerme, me acerque a el y comencé a patearle incansablemente, haciendo oídos sordos a sus llantos lastimeros.
-:¡Si te hubieras comportado como un perro de verdad, aún tendría mi oso y vos estarías muerto, perro de porquería!
Mi madre apareció un instante después.
-:¡Basta, Oliver!¡Beto no tiene la culpa de esto, déjalo en paz!- gritó, mientras me sujetaba por los brazos.
Esperé a que se lo llevara y luego me arrojé sobre mi cama a llorar por mi oso, hasta que finalmente me quedé dormido. Extrañamente, he soñado que alguien me decía que no debía preocuparme, que recuperaría lo que era mío.
Al día siguiente, al levantarme encontré a mi madre, sentada con lágrimas sobre su rostro.
-:¿Donde está papá?- pregunté
-:Ha ido a la policía a informar del robo...- dijo, con una voz apenas audible.
-:¿Que se llevaron?- pregunté
-:Todo cuanto poseíamos de valor. Mis joyas, los cuadros, el dinero de tu padre...
-:... Y mi oso.- dije.
Mi madre me observó un poco extrañada.
-: ¿Se han llevado tu oso?- preguntó.
-:Sí... ¿y donde está el perro?
En ese momento, mi madre comenzó a sollozar.
-:Se ha vuelto a escapar, no comprendo por qué se ha ido.- y continuó llorando.
Unos días después, la policía le informó a mi padre que habían encontrado nuestras cosas escondidas en una casa abandonada, noticia que ha alegrado un poco a mi madre. Le pregunté a mi padre por mi oso y la policía le había dicho que no habían encontrado tal oso.
Los días continuaron pasando y Beto aún no regresaba. Por petición de mi madre, mi padre ha pedido a la policía que le informen si ven señales del animal.
Así paso un mes, sin otra señal de él que su plato de comida, el cúal había llenado por si regresaba. Sin saber por qué, extrañaba su presencia y comencé a sentirme mal conmigo mismo, al punto de despreciarme con asco. ¿Por qué le había tratado de esa manera?¿De verdad lo había merecido?¿Qué daño me había causado?
Mi culpa se volvió insoportable y le pedí a mi padre que me acompañase a buscarlo. Mi padre, asombrado, accedió a ello.
Afuera estaba nevando y hacía mucho frío. El invierno es muy cruel en esta época. Comenzamos a buscarlo por los alrededores, preguntando a los vecinos y a la gente que se encontraba paseando por las calles.
Pasamos mucho tiempo buscándolo y el frío parecía mas intenso por pura maldad. Se acercaba la noche.
-:Vamos, Oliver. Es tarde ya. Mañana continuaremos.- dijo.
-:Esta bien...- accedí.
En cuanto llegamos a la puerta, mi padre comenzó a tantearse los bolsillos en busca de la llave.
-:Espera un momento aquí, Oliver. Creo que se me ha caído la llave en el camino.
Con la cabeza baja y el rostro sin expresión, asentí. Siento que mi padre voltea para irse... pero no avanza....
-:Oliver...
Lo miré extrañado.
-:¿Qué sucede, papá?
Sin mirarme, me señaló el camino. Volteé hacia el mismo.
Y allí estaba él, con su pelaje blanco y negro, acercándose lentamente, cojeando. Y parecía llevar algo en su boca...
-:Beto...
De repente, Beto se detiene, me observa... y cae al suelo.
-:¡Beto!
Me encuentro corriendo hacia él con todas mis fuerzas. Llego a su lado y caigo de rodillas. Parecía muy herido.
-:Beto... Beto...- dije en un susurro inaudible y tembloroso.
Lo acaricio... y el me observa con sus ojos perrunos, moviendo un poco su cola.
Su cola...
Observo lo que llevaba en su boca. Parecía...
No, no podía ser. No era posible. Era...
-: Mi oso...
Beto me miraba. Parecía sonreír... y su cola se movía...
Cada vez menos...
-:Lo encontraste... Encontraste mi oso... Beto...
Le acaricié su hocico lastimado. Y ya con lágrimas tardías e incontenibles en mis ojos, le abrazé y lamió mi rostro.
-:Beto... Mi Beto... Mi Beto...
-:Oliver...- escuché decir a mi padre.
Lo miré... y sus ojos ya no me miraban. Ya no miraban nada...
-:Beto...- susurré.
-:Se ha ido, Oliver. Vamos...- dijo mi padre, apoyando sus manos sobre mis hombros.
-:Beto...
Mis lágrimas cayeron sobre la nieve, convirtiéndose en cristales de melancolía.
-:Vamos, Oliver, luego le enterraremos.- dijo
-: No, lo haré yo ahora...- dije.
Lo levanté y lo llevé conmigo. Mi padre caminaba a mi lado.
-:Beto... Mi Beto... Adiós...
Así, nos dirijimos los tres a casa... Nuestra casa...
Y a lo lejos, escuché... El Réquiem de Mozart...
|