Ayer fui a ver a mi amiga Berta, la doctora cubana que trabaja en el hospital publico.
¿Berta, andas bien?
Mira esta malformación de este niño…
En mi país se cura al nacer el crío. Sin problemas.
Cianosis, paro respiratorio…
Berta lo reanima…un bebe recién nacido que sobrevive.
Un trozo de carne entre carne misma.
Un trozo de casi vida, entre muy poco de vida.
Y Berta sin más que decir,
No hay hidrocortisona.
Juan, el otro, muere.
Shock anafiláctico.
Así es. Berta no lo asume en su corazón.
Otra tonta más en este pequeño lugar de lugares de inmensa pequeñez.
Así se me fue la noche ayer.
Quizás algo más también se haya ido…
Capitán
¿Me perdona?
Hijo, no sirven de nada los perdones, quiero que no abusen mas de ustedes mismos.
¿Pero no me perdona?
Seguro hijo, continúa, no te preocupes.
Doctora, yo solo bebí unas “malambas”.
¿Unas?
Mira hijo, mírate…míralos.
Este crío llego aquí en coma alcohólico.
Pero aquí es normal…todo es normal
Se matan como animales, se quieren como minerales.
Escucha hijo,
Si, capitán.
¡Vete a buscar Hidrocortisona ya!
¡Si, capitán!
Juan murió antes de que el laboratorio europeo se molestara en venir a visitar los lugares donde sus medicamentos, se producen.
Donde se coge casi todo para sintetizar drogas.
¿Hidrocortisona, antibióticos, antipalúdicos, antitérmicos? No hay.
Mientras crece entre las malezas las plantas que son alivios de estos muchos.
Mientras algunos en el mundo se mueren de sobredosis.
Que irrisorio, sobredosis…
Aquí no hay dosis…
Juan, Juanes, Juanes de Juanes…y así seguirá, pues ellos nunca se terminarán.
Mientras tú tomas una copa de whisky, alguna línea en tu nariz, y para dormir el ansiolítico que más te gusta, el de última generación.
¿Hidrocortisona?
A tí eso no te falta, amigo.
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