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Capítulo I

Pasan los días uno tras otro sin que pueda nadie evitarlo, pero, para mí, es como si fuera uno solo, me veo en el espejo y no noto cambios, igual me pasa con la gente que me rodea, siempre igual, sin cambios, aparentemente, hasta que un día veo a alguien que recuerdo como un niño o como adolecente, pero tiene ya un hijo de la edad de la que recuerdo a mi “conocido”; o algún amigo recordándome cuantos meses tiene que no nos vemos y para mí es como si hubiera sido ayer, y no digo que hoy mismo porque al menos soy consciente de que no se trata del mismo día, es entonces cuando me doy cuenta de cómo pasa el tiempo, implacable, sin esperar a nadie y no acierto a afirmar que simplemente lo he desaprovechado, quizá por temor a reconocerlo, y es así como me figuro que hubiera sido ayer cuando la “conocí”, sabía de de ella lo que necesitaba saber para estar seguro de que me gustaba, una muchacha casi de mi edad, con gusto por la lectura, sentido del humor que se entendía con el mío, un extraño gusto por los árboles en quienes siempre he encontrado paz, de su físico ni hablar, ¿para qué importa eso?, de cualquier modo no sabía cómo podría ser, era un ciego que no podía verla, quizá, si se lo hubiera preguntado me diría datos innecesarios, color de ojos, de pelo, de piel, estatura, peso, etc.., pero, ¿para qué querría saber eso?, quizá, si acaso estuviera yo buscando alguien con quien estar me hubiera interesado saber todo eso y más… pero, estando tan lejos ¿qué sentido tendría?, me gustaba más saber que tenía con quien entenderme, con quien platicar cualquier cosa que a mí me interesara, sin que fuera por eso un tema desconocido para ella, comentar algún libro, algún momento de la historia, criticar a la sociedad y su modus vivendi, criticar a Dios, aprender de ella, y a fuerza de convivencia y de no dejar de pensarla, ni cuenta me di cuando, pero, ya sabía que estaba enamorado, un día se lo hice saber y creo que ella sentía lo mismo, porque me dijo que había pensado que le pasaba igual, pero que había llegado a la conclusión de que no podía ser así, en lugar de desanimarme, eso me motivo, sino podía ser así, entonces ¿para qué perdía su tiempo pensando en eso?, había llegado la hora de atacar, pues nadie conquista sin luchar, fue un ataque alevoso, con predeterminación, a matar o morir, pero con la seguridad que brinda la planeación estratégica, bien planeado, con pocas o ninguna posibilidad de ser derrotado, había estado ocupando poco a poco posiciones estratégicas, sin prisa para que no se notara el avance, ni el momento del ataque, aunque consciente de que ella sabía que buscaba yo el momento adecuado, como la humedad seguí avanzando, prisa no tenía, sabía que si no triunfaba sobreviviría, pero con heridas profundas, no tenía sentido arriesgar en un ataque que no fuera certero, no todos los días se presenta la oportunidad de encontrar un botín como el que quería para mí, cuando me vi bien posicionado encontré el momento preciso, arriesgarme con todo, desarmarme por completo, era la única forma que veía yo para ganar, quedarme sin nada y así fue como actué, le entregue todo mi ser y ella lo acepto, cuando lo hice, sentí como si fuera para ella un alivio, sin mover un dedo me tenía, ya era completamente suyo, sin pedir nada a cambio, rendición incondicional, le dio eso mucha alegría, pero el alivio sin duda alguna era para mí, el plan había funcionado, quizá mejor de lo que había esperado, también alivio porque a partir de ese momento no tenía que seguir reforzando las posiciones ocupadas, pues ya le pertenecían, era solo cosa de tiempo, para que explotara la bomba en sus manos y así poderme quedar con ese tesoro, sentía yo que por derecho aunque sin justicia, había sido desde siempre para mí, esperar, era todo lo que tenía que hacer, ser paciente, como buitre hambriento que solo espera que el animal enfermo, viejo o herido muera, pero no porque ya sepa que se va a morir se le quita el hambre, es solo cuestión de esperar, de ser paciente, el animal va a morir, ¿cuándo?, no se sabe, esperar es todo lo que se puede hacer, vigilar, no sea que llegue otro a ganar la presa, esperar y rezar porque no llegue quien le cure, que desperdicio de tiempo y energías si así sucediera y si a eso le sumamos que ya se lo ha saboreado sin haberlo probado, por todo el tiempo que espero, el hambre también ha ido en aumento a cada instante, la decepción sería terrible, no, no se puede permitir que eso pase, esperar es lo único que queda por hacer; y llegó el momento, por fin, la segunda parte del plan, era más difícil y no sabía en qué momento iba a pasar, porque en esa segunda parte ya no tenía yo forma de participar, dependía completamente de ella, hubiera esperado cien años, como ya dije el botín valía la pena, por fin, sin luchar, sin arriesgar ya nada, sin tener ya nada que perder, porque ya todo lo mío y todo en mí, era suyo; me pidió ser mía, aunque el plan era mío y había funcionado me incomodaba no saber si ya era mía por corresponder el que yo fuera suyo o porque realmente así lo quisiera, prefería pensar que lo hacía porque realmente lo deseaba, como sea, la dicha era inmensa y con todo que tenía el plan y sabía de antemano que pasaría si triunfaba, el verme ganador era increíble, el arriesgarlo todo y quedarme sin nada me hacía sentir tan feliz, incluso si es que se puede, más feliz de lo que ya era, por conocerla, por reír de solo pensar en ella, era tanta la felicidad que no estaba yo preparado para ella, fue tan grande que me despertó a la vida, me sentía tan realizado, esa felicidad me volvió de golpe y sin aviso alguno a la vida, pude apreciar el paso del tiempo, día a día, hora por hora contando los minutos con cada uno de sus segundos, ¿cuánto tenía que no sentía así el correr del tiempo?, lo sentía porque solo esperaba el momento de saber de ella, ya no era mi vida como un solo día largo, largo, en el que no pasa nada y es tan igual ayer que hoy que parecía el mismo día, cuando por fin estuvimos juntos, que momento tan inacabable, como si nada en mí respondiera, podría haber dicho tantas cosas, pero, no tenía palabras, todas mis fuerzas estaban en su mirada, sin saber qué hacer, que momento tan eterno, todo lleno de miedo ¿y si no le gustaba?, mientras tanto toda mi vida, todas mis fuerzas toda mi atención, se perdía en su mirada, unos ojos hermosos, que de llegar a ser necesario espero poder olvidar, quería conocer yo todo de ella a través de sus ojos, pero en ese momento todo lo que podía saber es que me decían “yo también te quiero, eres mío y soy tuya y podría ser así el resto de la vida”, daría cualquier cosa porque en ese momento se hubiera quedado congelado el tiempo, que se acabara el mundo, que sé yo, pero tanto amor, toda esa química, recorrió todo mi cuerpo y ese momento fue solo eso: eterno, porque no había nada más que sus ojos, pero, efímero en cuanto el resto de mi ser exigió el resto de su ser, sin otras palabras de por medio, más que las que se decían nuestras miradas, nos besamos, ya estaba hecho, ya no era suyo solo de palabra, ni solo por convicción, ahora sí, no podía caber duda, mis promesas de ser suyo se volvían realidad y una vez más, ¿qué puede hacer el hombre en contra de la naturaleza?, ¿cómo detener el tiempo?, volver ese beso eterno…, y de ahí pa´l real, todo dicha y felicidad, cinco días que se escapan como el agua de las manos, cinco benditos días en que no existía en mi vida nada aparte de ella, cinco días que no fueron ni cinco minutos, así de rápido se pasa el tiempo cuando se siente uno tan a gusto, cinco días que no me preocupe de otra cosa más que de ser yo mismo, para que supiera a ciencia cierta de que o mejor dicho de quien estaba enamorada, cinco días que como todo en este mundo cumplieron su fatal destino y se fueron volando, sabía que me gustaba desde antes, pero físicamente no fue distinto, para mí y mis gustos, no pude encontrarle ningún defecto, pasaron tan rápido esos cinco días que nos quedamos ambos con ganas de más, de muchos más, quizá incluso el resto de la vida, cinco días no alcanzan para amar a una persona tan especial, a partir de de esos cinco días, esperar nuevamente, contar nuevamente los segundos para volver a estar juntos, para volver a sentir el delicioso ardor de labios, para no usarlos más que para demostrar amor, deseaba yo que esa espera fuera corta y que pasara tan rápido como esos cinco días, pero los días se volvieron largos, agobiantes, insufribles, así de lento pasa el tiempo cuando espera uno, para colmo la vida a veces nos sonríe y a veces nos hace pasar malos tragos, seguía yo amándola incluso más cada día, pero sin poder verla, necesitaba volver a ver su mirada, a sentir sus labios y su ser, recordaba cómo me veía, enamorada, con admiración, con amor, deseando entender todo de mi, igual su mirada a la mía, así la veía yo, y el recordar su mirada me hacía sentir tan orgulloso, que todo lo que hacía aunque ya no estaba conmigo, sentía su mirada en mí, todo lo que hacía lo hacía con orgullo y con vanidad, como si estuviera observándome, imaginaba que aunque fuera barrendero y me viera barrer las calles, lo haría con esa mirada, y me sentiría el mejor barrendero del mundo y nadie tendría un trabajo tan importante como el mío, los días siguieron pasando y seguí enamorándome más y más y sin poderla ver, empecé a confundir las cosas, no dudaba de ella, pero ella creía que si lo hacía, tenía miedo de perder lo que era mío, y con vergüenza admito que mucho miedo, yo tuve que trazar un plan para conseguir que fuera mía, hacer trampa, pero sin duda había quien tuviera el valor de intentar arrebatármela, y si ella decidía retirarme lo mío, ¿qué podría yo hacer?, estaba lleno de miedo y eso me afectaba demasiado, de ella estaba seguro que me quería, de quererla estaba todavía más seguro, entonces ¿porqué tanto miedo?, “la fortuna favorece a los audaces”, pero ¿cómo ser audaz?, tenía que hacer algo, ¿pero qué?, ¿volver a esperar para ver qué pasaba?, estaba tan temeroso que ni siquiera podía pensar en un nuevo plan, me sentía muy triste, por tener miedo, por pensar que la podría perder, por haberle dado el poder para decidir, por haber quedado completamente desarmado, porque cuando me declare suyo lo hice sinceramente y porque a partir de ese momento mi corazón era de ella, y no quería que dejara de serlo; siempre habían existido dos males en mi: la sensatez y la esperanza, la sensatez me hacía ver que si no era en esta ocasión, sería en otra, pero me iba a dejar; y la esperanza, el peor de los males desde los tiempos de los griegos, tan mala que se negaba a salir de la caja de Pandora para no causar más mal del que ya se había liberado al mundo, tenía entonces, pues la esperanza de que no me dejara, tenía yo que hacer algo, ¿pero qué?, tenía que hacerlo, porque pasara lo que pasara, tuviera el desenlace que tuviera, estaba seguro que sería uno de esos momentos en que la vida se abre en dos, uno, el camino de la realidad, y el otro, el camino de que hubiera pasado si…, uno de esos momentos que cambiaria el resto de mi vida.

Texto agregado el 16-05-2008, y leído por 136 visitantes. (0 votos)


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