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(Texto corregido del foro de correcciones de Ninive,
mil gracias).


Como todas las tardes desde hacía cinco años, saliendo de su trabajo a las cinco de la tarde fue a comprar en el puesto ambulante cerca de la entrada del metro su anhelado cigarro, encendiéndolo con su habitual ansiedad contenida y dedicando unos largos segundos a aspirar una gran bocanada de nicotina, tras lo cual se dirigió con paso lento hacia la parada del transporte colectivo. Un chico repartidor de volantes le extendió la mano, ofreciéndole uno. Él, con un ágil movimiento urbano practicado desde tiempo atrás, se prestaba a esquivarlo, cuando el muchacho lo llamó por su nombre.

- Daniel, este volante es para ti.

Un poco aturdido por lo inesperado de la situación, extendió la mano y cogió el papel, esbozando una burda sonrisa, doblándolo torpemente para después continuar su camino hasta llegar a la fila del microbús.

Terminó su cigarro distraídamente y abordó el transporte. Una vez sentado y cómodo, vino a su recuerdo el volante, así que lo extrajo de la bolsa y leyó:

“Adivinación y lectura de cartas. Amarres de amor. Le leemos el futuro y le traemos junto a usted a esa persona que usted ama. Deshacemos trabajos y le decimos quién le quiere hacer daño. Curamos el cáncer si es un trabajo que le están haciendo. Es real no dude, el teléfono es -- -- -- --, no dude en llamarme, no desconfíe, pregunte por Flora”.

Una sonrisa burlona asomó en sus labios; sin embargo, no atinaba a descubrir cómo era que aquel chico supo su nombre. Adentro del microbús hacía calor, así que se quitó el saco y al observar la solapa se dio cuenta; ahí estaba su identificador con su nombre en letras enormes. “Como soy pendejo”, pensó, y claramente dispuesto a continuar con la rutina de todos los días, se durmió inmediatamente.

Cuando bajó del transporte colectivo, se había pasado de su parada como cinco cuadras y tendría que caminarlas de vuelta. Miró hacia el local que tenía frente a sí y leyó en letras mayúsculas, grandes y mal pintadas: “ADIVINACION Y LECTURA DE CARTAS”, y en letras mas pequeñas “FLORA”. Con el papel arrugado de su bolsillo comprobó que era la misma dirección del volante que tenía en sus manos. Se quedó observando por un instante, dudando, pero al final, le venció la curiosidad. Entró con cierta reticencia, entrecerrando los ojos para intentar adivinar que había dentro de la habitación parcamente iluminada por unas velas aromáticas. Una sala sucia, tapizada de santos, de estantes con cientos de bolsas de múltiples contenidos, una efigie de la Santa Muerte en una esquina con veladoras y listones, un Cristo en un lado, todo cubierto por una densa capa de polvo, como si desde siempre estuviera abandonado. Después de unos segundos y con las pupilas ya un tanto dilatadas, descubrió una mesa de madera vieja, corroída y apolillada por los años, sobre la cual yacían otra tanta cantidad de santos, acompañados por una baraja española, unos dados y una ouija. Detrás de todo aquello, completando el cuadro, una masa verde pistache deslavada con decorados multicolor también deslavados, con un picor de percudido que lo obligó a taparse la nariz, y coronada por una madeja de hilos gris con negro enmarañados, en medio de los cuales reconoció un par de ojos brillantes, reconoció a la que sería la adivina, Flora. Se disponía a saludar, cuando la anciana se adelantó.

- Siéntate, Daniel.

Instintivamente se llevó la mano a la solapa del saco, buscando el identificador que lo había puesto en evidencia la ocasión anterior, pero ya lo había guardado.

- No me sorprende que seas escéptico. Mira a tu alrededor, nada de lo que hay aquí parece real y no hay razón para que creas que hay cosas que no puedes ver, pero existen en este mundo fuerzas que dominan, que fluyen a través de todos nosotros, que nos acompañan, fuerzas que nos mueven a actuar, que nos revelan nuestra propia naturaleza.

Hizo una pausa para encender un cigarro, aspirando con fruición un delicado, y levantando el rostro de nuevo, atravesó el pensamiento de Daniel con la mirada.

- Yo sé porque estás aquí. Sé de donde vienes, a dónde vas, qué es lo que haces. Vamos, sé todo sobre ti.

-¿Cómo sabe mi nombre? - respondió un poco amedrentado por el repentino discurso y por la mirada de felino de aquella masa informe y maloliente- ¿Es qué me ha estado vigilando?, ¿Qué pretende obtener de mí?

Se daba cuenta de que sus preguntas tenían origen en un extraño sentimiento de miedo que empezaba a sentir, como si sólo con haber adivinado su nombre, como si sólo con eso, en realidad supiera todo sobre él. Observó a la anciana, que calmosamente fumaba su cigarro, preguntándose como alguien así podría tener ese don, ese conocimiento.

Antes de que saliera de su estupor mental, la anciana abrió la boca y comenzó a hablar; y como si le estuviera contando una historia a un niño antes de ir a la cama, dio inicio a la historia de su vida, comenzando por su infancia, poniendo en evidencia sucesos que la memoria de Daniel había destinado al olvido, le contó su adolescencia, su vida amorosa, sus desamores, todos los actos vergonzosos que había ocultado, sus alegrías, sus logros, sus fracasos, sus tristezas; poco a poco, dejando que las palabras fueran carcomiendo su conciencia, convirtiéndose en imágenes, a una velocidad vertiginosa, como si fuera una película, todo con precisión aterrorizante.

Cuando la historia de la anciana llegó a ese momento, en que las dos sombras se encontraban inmóviles una frente a la otra, como si se hubiera detenido el tiempo, los ojos desorbitados de Daniel miraban al vacío. No tenía palabras, su mente se encontraba en blanco, su cuerpo agarrotado, las puntas de sus dedos temblaban.

- Mira –dijo la mujer con aire maternal-, ahora te diré lo que está por venir, responderé aquellas preguntas que tanto te agobian, voy a llenar tu pequeña mente de futuro, te inyectaré la dosis del gnóstico, del conocimiento, de lo inexorable que traen los tiempos venideros.

Tomó sus manos y las coloco en un recipiente en la mesa. Él, que se encontraba de pie hasta ese instante, se dejó caer en la silla de madera vieja, que dejó escapar un leve chirrido vencida por el peso de toda una vida. Estaba anonadado.

La anciana comenzó a hablar de nuevo, mientras el trataba de tomar notas mentales, mientras no dejaba de preguntarse cómo era que lo sabía, mientras intentaba no dejar escapar ni un detalle; y mientras escuchaba a la anciana de hablarle de un futuro tórpido, de cómo la vorágine de sucesos y personajes que envolvían su entorno lo irían absorbiendo, el pensaba en cómo cambiarlo, cómo evitarlo, cómo hacer que fuera mentira, cómo hacer para no creer lo que aquella persona le dictaba como destino inexorable.

Al final, la anciana dijo unas últimas palabras con aire profético:

- Esto comenzará a suceder una vez abandones este lugar, recuérdalo.

Temblando de miedo, se levantó del asiento dejando un arrugado billete de doscientos pesos sobre la mesa y se dirigió hacia la puerta. Al salir de ese lugar y tan sólo unos pasos más adelante, todo aquello que la anciana había predicho, como un flash, inevitablemente, sucedía en aquel momento.

Un dolor agudo en la frente le hizo despertar. El transporte colectivo había frenado estrepitosamente, con esa habilidad citadina, haciendo que golpeara con su frente el pasamano del asiento de enfrente. Bastante aturdido, miró hacia fuera y se dio cuenta que estaba por llegar a su casa. Se levantó y fingiendo que no le dolía, bajó del microbús. Un sueño.

“Qué supersticioso” pensaba mientras con pasos lentos se dirigía hacia su casa. “No es posible que una simple coincidencia me haya hecho soñar algo tan estúpido”. Primero sintió vergüenza y luego, mirando hacia ambos lados de la calle para constatar que se encontraba solo, comenzó a carcajearse de su ingenuidad.

Un par de cuadras atrás, una anciana vestida color pistache en un puesto de artesanías, lo miraba de soslayo mientras sonreía divertida.

Texto agregado el 16-05-2008, y leído por 582 visitantes. (18 votos)


Lectores Opinan
21-07-2012 Tienes el don de sorprender....cuento que te queda en la memoria.saludos atte perres perres
04-10-2010 1* PHER3
26-06-2008 Interesante y misterios relato que me ha parecido bueno, tiene lo suyo. Aunque, a lo mejor podrías reducirlo un poquitín. Me gustó. Jazzista
22-06-2008 muy bueno sensei, me recordo a algo que escribi, saludos! EMIHDEZ
13-06-2008 Odio cuando pasa eso. Yo por eso ya no me duermo en los micros. Y evito bajarme cerca de puestos de artesanías. parlatostacho
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