Estaba ahí parado esperando a que algo ocurriese, él sentía que eso que tanto quería pasaría si seguía ahí.
Eran ansias solamente de ver algo que no le pertenecía ni a él ni a nadie. Algo que va más allá de la posesión material de algo. Era un sentimiento escondido y latente. Amor en potencia.

Pasó una tarde ahí esperando, mirando al cielo y la nada. Pensativo y tranquilo. Feliz, pero algo incómodo. Pensó cosas qué hacer tratando de pasar el tiempo más rápido y no lo logró.

Hasta que llegó la noche y las nubes taparon las estrellas y sólo una vela iluminaba su cara a través de la ventana. Pronto fue hora de dormir. Resignado movió sus pies en dirección al baño. Se miró al espejo y se lavó los dientes, cosa que no estaba acostumbrado a hacer y siempre tenían que decirle. Raro en él por su poca iniciativa. Llevo pan y jugo a la cama y comenzó a escribir. Pasó un rato y miró su reloj de escritorio. Eran las 2.13 am. Cerró los ojos y tocaron a la puerta. Era el sueño de toda su actual vida. Sonriente, abrió la puerta y se besaron. Él en pijama y ella con su vestido negro y chaleco blanco. Una lágrima rozó ambas mejillas durante el beso. Sin darse cuenta, ya estaban acostados, abrazados y durmiendo.

Al día siguiente ella se había ido. A pesar de todo, había sido una noche hermosa para ambos. Él no la buscó, sabía claramente donde estaba: su mente y su corazón.

Recogió el cuaderno donde estaba escribiendo. Puso un punto a lo que escribió. Y lo que escribió, termina igual que esta historia.

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Para Rayén Esperanza Tapia Valenzuela.