- ...al fin y al cabo, la sola existencia es sólo eso, una comedia en la que cada uno lleva puesta su máscara. Y cualquiera que, consciente o inconscientemente, intente disipar su propia máscara o la de los demás está condenado, porque no valen trampas, en el juego. Cada uno acepta su rol, el papel que le ha tocado jugar.
Si intentas deshacerte de tu disfraz, ...¿qué pintas tú en una fiesta de disfraces?
Pero lo más difícil es averiguar, es ir averiguando, cual es la máscara que llevas puesta.
Porque en los salones donde transcurre esta orgía de papeles y actitudes no hay espejos.
Ves a través de ti, pero no lo que los demás ven de ti. No puedes ver qué máscara llevas puesta, ni puedes ver si esa máscara resulta interesante o ridícula, a otros ojos que no sean los tuyos.
Pero, ¿es preciso conocer la máscara a través de los demás?
Quizá sí.
Yo soy para ti algo distinto de lo que para mí soy. ¿Qué es lo que realmente importa? En verdad, sólo importa, sólo me importa, lo que, para ti, soy.
Porque ser para mí es inútil, agobiante y ostentoso. Además... ¿para qué quiero ser para mí si tú verás la máscara que llevo puesta?. Porque ella está inevitablemente pegada a la cara.
La máscara representa todo lo que tú puedes comunicar de ti mismo –y por esa razón representa también todo lo que no puedes comunicar de ti mismo.
Estás obligado a escoger una máscara;
Eres libre de escoger (hasta cierto punto) tu antifaz. Pero cualquier antifaz no va a dejar ver tu cara, cualquier antifaz es siempre, limitante.
27-10-01
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