QUIEN SOY YO AHORA
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DEDICADO A RAFAEL R VALCARCEL.
Cuando niño y hasta los 15 años viví en el campo de Mendoza, no es que ahora haya renegado de quien era, pero es que ya no soy más ese niño y como dice Valcárcel:”He desaparecido”
Mi visión de adulto, grande, 66 años, es que de niño aproveché todas las ocasiones posibles para jugar, ya fuera solo o acompañado.
De niño ataba unas latas de sardinas, como si fueran un tren - - - - , una a continuación de otra, las llenaba con arena, las tiraba arrastrando por la acequia de arena y gritaba “tarantín-tarantín- luego las descargaba haciendo montoncitos con la forma de las latas; he intentado que mis nietos de 4 y 6 años se diviertan con ello y no hay caso, prefieren los juegos de la computadora a los que me cuesta jugar para entretenerme con ellos.
En aquel tiempo una pelota de futbol fue una aparición de los Reyes, verdaderamente, “Magos”; con los chicos armamos un equipo que pronto competía con otros grupos, ahora no me veo corriendo en la cancha de arena y no tengo intención de enseñarles a los nietos a jugar en equipo, puesto que no se sumarían a un grupo a pegarle patadas a la pelota; ellos juegan a las carreras de motos y autos de forma virtual. Yo estoy gordo y no me animo a correr por miedo a romperme un tobillo.
Se que no tengo relación con aquel niño que desapareció en una cacería detrás de una bandada de martinetas copetonas; hace 51 años que no voy a cazar; por los 10 que cacé ya estoy perdonado por mí, por mi salvaje vida juvenil. Ahora no tengo ningún arma de caza ni de uso civil, desde hace 51 años, y aunque quisiera no podría, toda mi familia, educada a tal fin, por mí, me lo impediría.Antes mataba toda clase de animales de caza ,ahora no solo no los mato, sino que obtengo placer al verlos libres por el campo, de ninguna manera volvería a recorrer los campos, arma al hombro, para cazar-¿Quién soy?-¿ese pacifista protector de la naturaleza, o aquel que hasta los 15 años mató a Troche y moche animalitos ?
¡No cabe duda que alguien desapareció!
Es cierto que entre un niño y un adulto el tiempo impone cambios que no permiten reconocer el origen del adulto, pero siempre quedan hábitos y rasgos que la educación impuso.
Del niño, en mi caso, quedó el hábito de la equitación, que les enseñé a mis cuatro hijos, todos aprendieron a montar a caballo y alguno de ellos se dedicó en forma amateur al deporte ecuestre del salto. Los paseos a caballo que realizamos todos juntos nos vincula con nuestro pasado y vuelve a encontrar el niño que se ha perdido.
En mi adolescencia a los 15 años, me fui a estudiar a otra provincia, adquirí nuevos hábitos y costumbres, tuve que estudiar muchas y diversas materias, hasta recibirme de ingeniero.
No podía volver a casa y estudiar allí, pues me dedicaba ha visitar mis amigos, hacer cosas pero no estudiaba. Así que a los pocos días pegaba la vuelta a mi casa de estudiante, como dice Valcarcel, cuando” yo era” y “”dejé de ser” estudiante para convertirme en Ingeniero Químico, tuve una gran transformación, ya no tenía, la vida, a veces desordenada, que estaba dedicada al estudio, por periodos, en forma muy intensa y a veces a salir con amigos y amigas. Al recibirme se perdió un idealista, que hacía muchas cosas para ayudar a los mas necesitados, pero de algún modo lo remplazó uno nuevo que surgió en su profesión.
Volví a mi facultad y di cursos sobre:”La relación entre la industria y la investigación en la facultad de ing. Química.”
Hice acuerdos de investigación con la facultad, cuando Yo era el Gerente Industrial de una empresa petroquímica.
De ese estudiante que fui quedó poco frente a un profesional polifacético y de aspiraciones múltiples,
Trabajé en la industria petroquímica, en la industria aceitera, en instituciones como el Concejo Federal De Inversiones, (C.F.I.), el Instituto Nacional De Tecnología Industrial, (INTI.), Todos estos lugares tuvieron nuevos desafíos y hasta mi jubilación pasé desde los 25 años hasta los 65, empeñado en dar lo mejor de mí para obtener buenos resultados.
El profesional de horas interrumpidas de trabajo, de largos días de puesta en marcha, de reuniones con ingenieros para el diseño de nuevas plantas, se transformó en una persona diferente después de su jubilación.
Ahora que estoy jubilado aprecio leer libros que muchas veces postergué por falta de tiempo, aprendo cosas nuevas no relacionadas con mi profesión, escribo y leo y no se quién soy ahora: El niño, el estudiante, el ingeniero, o el adulto con intereses diversos.
Quedó de todos ellos un ser inquieto que podría volver a encontrarse con cualquiera de los perdidos.
JORGE EDUARDO
CAMPAMENTOS –RIVADAVIA-MENDOZA
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