hay escenas que a uno lo marcan... como ese trozo de perro pegado a la pista, con la boca abierta, la lengua colgada como trapo y su cuerpo marcado por las huellas de un carro... o ese hombre negro, vestido de gris, con una gorra, y una sonrisa a media abrir, mientras escuchaba la voz de una mujer: ¡allí está el negro!... le miraba a los ojos y ellos se quedaban en los míos... un negro pegado a la pared de la casa de mi madre, en la puerta de color crema, con una pared verde agua y muebles de color verano... o, ese rostro del ladrón arrepentido al haber sido encontrado por tres policías con las piezas de mi auto, ese muchacho que se llamaba como yo, que se apellidaba como yo, con la edad al revés que yo... sí, coincidencias. hay veces en que me parece que hay una conciencia, una inteligencia que tan solo se preocupa de los seres que buscan la verdad, tan solo de ellos... o en todo caso, de aquellos que están en dicho camino, en último camino... el rostro de mi madre, media dormida, con la cara colgada y sus cabellos negros, cortados con exactitud... y esos lentes que no la dejan ni para dormir... sí, el mundo aún sigue si largo apagón. llegará un día en que todo será como muchas de las estrellas que dejaron de serlo al terminar de brillar... y, mi mundo que día a día se reduce a una sola necesidad, la de encontrar la paz dentro de mi existencia, de mi vida en otras palabras... llegará ese instante en que ya no haya distancias ni diferencias, tan solo una sola unidad, un solo ser, una sola conciencia que nos observa como una madre a sus hijos, y tan solo ve el despertar de uno que otra estrella...

san isidro, mayo del 2008