El hombre
con su hueso mas precioso y sus higueras en la carne,
en el incierto de caer
entre las tres rodillas
con que se arrastra la res gastada de la muerte
hacia la raíz hueca que pudren las serpientes,
o en la boca inmensa de la tierra,
que come zánganos deshaladas mal metidas en el siniestro cajón.
El hombrey su gran caida hacia la muerte,
caida desde el hueso del jinete,
caida desde lo natal,
caida desde su día hecha circunstancia y este nada,
caida desde el nacimiento,
caida desde el rol diario de los meñiscos,
caida desde el metro del tejido,
caida desde el bocado, el tren, la mujer,
caida al hondon mas hondo
de las bóvedas que revientan muertos con una sal muy negra
y de la tumba en tumba a mil adentrazos
abandonados de huesos y espírutusantos dentro.
Oh, muerte,
con sus doce huesos, incansables,
con su caballo de oros pálidos,
su agua que seca, su falso sol, y su exacto índice
que pone en desperfecto el hueso.
Su paso es como venenos silbandos,
y la bajura
de su pata enorme
que se oye bajo los pies como un humo de lobos,
un humo de pomulos fijos,
un humo de desnudo,
un humo de estériles animales,
un humo de disparo,
un humo de hondura, de muerte, de férula de muerte
que acomoda huesos en el cajón.
Y se muere de tierra,
de paz, de dolor, de misa,
de pan, de pecho,
de mujer, de hombre, de alma,
y el tronco infelíz al suelo,
y el cielo siembra muertos,
en alfalfares de huesos como oro hundido
y piernas regadas en valles públicos,
y hay peciolos en la frente de los muertos,
palomas reventadas,
dinastía de fémures,
y yerba muy muerta en los ojos ejecutados
como dos pescados cegados de un tirón en el cajón.
Y la muerte ronda con su mal coñac,
su acordeón con que baja cuervos,
y su descanso en guerra tajando paz en el hueso,
y es que se muere de todo,
desde el punto que inicia a la punta que encierra,
y con su mano muerta
que todo golpea.
Y tal es la muerte con nuestra vertebra
con un mal marido que nos golpe
y nos revienta...
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