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Para Mario Flecha (manes), compañero de colimba en los trágicos años 70




Martes 12 de Mayo de 1970 - 02.44 am.


- “Soldado: avísele al Oficial de turno que dentro de cinco minutos explota una bomba en el primer piso”.

La voz sonó metálica y tajante. Me quité los auriculares y corté la llamada. Caminé rápido hacia una sala de estar contigua, donde Mario Flecha tecleaba algunos textos sobre una Olivetti Lexicon. Los dos hacíamos el Servicio Militar, y esa noche estábamos de guardia en la central telefónica del Comando en Jefe del Ejército, Azopardo 250, 1er. Piso. La Central quedaba por las noches a cargo de un suboficial y dos soldados.

- Che Marito, llamó un tipo diciendo que dentro de cinco minutos explota una bomba en el primer piso....

Mario levantó apenas la vista de la máquina, se quitó el Parisiennes de la boca y exhaló una bocanada de humo desganada.

- ¿Qué, una bomba? Me importa un carajo, me importan un carajo estos milicos y este puto edificio, que revienten todos...

- Sí boludo, pero éste es el primer piso...

- Uh... cierto! Hay que despertar a Caparrós..!

El Sargento Primero Caparrós era -por así decirlo- nuestro Superior. Era el típico “sumbo” hinchapelotas: “soldado, a limpiar los baños, a limpiar el piso, a ver estos “civilachos” si me dejan la cocina bien reluciente...”. Por eso, además del vino en tetrabrik que tomaba cuando se quedaba de guardia, le administrábamos, disimulado en el último té, un poderoso hipnótico, unas gotas denominadas Concilium. El prospecto decía: Adultos, 15 a 20 gotas antes de cenar. Caparrós recibía treinta, más algunas de propina, en pocas palabras, caía sobre la cama del cuarto de guardia como un elefante abatido.

Volvió a sonar un llamado. Atendió Mario.

- Faltan cuatro minutos, soldado...

- Mi Sargento Primero... es urgente..!!!

Caparrós levantó la cabeza como si recién lo acabara de trompear Mike Tyson.

- Avise a la guardia, soldado, rápido...!

Corrí hacia el conmutador y conecté la línea directa con la Guardia de la Planta Baja.

- Aquí Teniente Fernández Noya, Guardia Central!!

- Mi Teniente, soy el soldado Galarreta, aquí avisaron que en el primer piso va a explotar una bomba...

Fernández Noya ni contestó. El teléfono quedó con el auricular descolgado. En menos de un minuto el tenientito estaba golpeando la puerta de vidrio. Mario le abrió con la lentitud y serenidad con la que se atiende a una tía gorda que trae masitas. El oficial llevaba una metralleta y dos granadas colgando de unas cananas cruzadas. Lo seguían dos soldados, armados con pistolas 11.25 y fusiles FAL. Eran sus custodios personales, y estaban exageradamente compenetrados en su papel.

Volvió a sonar el teléfono. - Faltan tres minutos, dijo la voz.
Dice que faltan tres minutos, le retransmitó Flecha serenamente al Oficial.

El Rambito enloqueció y comenzó a levantar las tapas que cubrían los ocho puestos de trabajo del conmutador, arrancando cables y fichas telefónicas. Corrió hasta los baños y junto a los dos soldados abrieron frenéticamente cada tapa de los inodoros, las bachas de los lavatorios. Luego pasaron a la cocina y patearon con fuerza armarios, horno, frascos de yerba y azúcar, tachos de basura y todo lo que aparecía a la vista.

- Faltan dos minutos...

Esta vez me pareció reconocer la voz. Le comenté a Mario en voz baja: -Creo que es el “Ruso” Muzicansky...

Muzicansky era un compañero que esa noche estaba de licencia. Mientras tanto, Fernández Noya y sus guerreros habían terminado de destrozar la cocina. Si realmente había una bomba, en ese momento no hubiera quedado nada de nosotros.

Pasada la fiebre explosiva, el teniente dio por terminada su tarea. Intercambiaron saludos con Caparrós golpeando tacos y venias sobre las sienes. En diez minutos el silencio había regresado, solamente interrumpido por el tecleo de la Olivetti Lexicon de Mario y los ronquidos de Caparrós que nuevamente había cedido ante la “bomba” de Concilium.

A la mañana siguiente llegaba el relevo. Nos cambiamos y comenzamos a bajar las escaleras. En el rellano nos cruzamos con Muzicansky que recién entraba.

- Che, “Ruso”, eras vos el de la bomba..? - le preguntó Mario.

- Falta un minuto... –dijo Muzicansky. Y con una sonrisa se fue trotando escaleras arriba.




© RNPI Nº 155707 - Junio 2008



Texto agregado el 13-05-2008, y leído por 321 visitantes. (16 votos)


Lectores Opinan
19-02-2010 Buen relato, juraría que narras una anécdota real. Me gustó. Un abrazo desde la Patagonia. CalideJacobacci
31-08-2008 Simpatico texto, bien contado y llevado para mantener la intriga hasta el final. +++++saludos antoniana
26-08-2008 ¡Uy, que de tensión transmitís en las primeras instancias! Suerte que se va descomprimiendo hasta que al fin decís reconocer la voz que emite esas misteriosas llamadas. Me hiciste recordar viejas épocas memorables, con sus particularísimas anécdotas de cada uno de los que pasaba por ese emblemático servicio a la patria, el cual casi todos querían eludir. 5* Susana compromiso
16-08-2008 Divertido y buen relato. 5* _Rosi
26-05-2008 muy bueno, el aire a anecdota contada en la sobremesa es mas hipnotico que el Concillium. Saludotes y estrellas...MaR! MarMaga
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