El rezo final, el rezo inicial
Tranzó definitivamente con la derrota y se entregó, se hundía como un plomo en el río, así infinitamente en picada, un vuelo de inercia al suelo, digo vuelo solo por que abría los brazos simulando arte en la forma del inminente impacto, se lo veía venir desde el piso, y desde el aire se lo veía ir, cerró sus ojos y respiró profundo y en calma, talvez sería digno despedirse al menos con tranquilad argumentó para sí. En el viaje flotaron con el los recuerdos, su infancia, los muchachos del barrio, ese corazón novato que se enamoró de la mujer que nunca pudo sacar de si, esa que tallo como en un tronco en la primavera su nombre. Rió harto del fracaso y se supo feliz. Su barba pellizcada por el viento flameaba cortamente. Era el fin, entonces rezó con valentía.
Y forjo el milagro, se salvo luchando contra la nostalgia.
No te voy a prestar mis recuerdos.
Demándame al viento que se lleva tus parvas.
¿Que te sonrojas? no creo... estas vil, así sos.
El sol tiñe a la tarde ya vieja, con sus bostezos auros.
Y parezco hundirme en un yeso blando del adiós presente.
Y somos yo y vos, mi vida y mi pasado.
Mi alegría de vivir y el tornillo malhechor que me quiere aquietar.
Me querés freezar con tu soplete,
Infinitamente camuflado en nostalgia.
Yo que en mi fondo mas recóndito, soy débil.
Déjame acodarme con sueños. Y permitime ser eso.
Tumbarme con mi alma, bebiéndome el futuro.
Con sorbos lindos y largos, de mi mañana, hoy.
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