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Inicio / Cuenteros Locales / aube_anachronism / El asiento de la diagonal

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7 minutos, sí, fueron 7 como mucho, 7 minutos, número tradicionalmente mágico como todos los números, 3 paradas, 3 estaciones que repitió cada día, que trató de repetir a la misma exacta hora de aquella tarde que en horario intespectivo, absurdo, inadecuado...(¿que coño hacía esa tarde a aquella hora y allí?) estaba en la línea 3. No era su hora habitual pero estaba allí, se adelantó o retrasó de alguna de sus cotidianas actividades. El caso es que se sentó en diagonal a ella, y no pareció casual
Una guerra láser de miradas que no llegan a matarse, que casi no llegan a herirse, que sólo pelean porque es excitante... pero no buscan la aniquilación del contrincante. En realidad, les hubiera gustado matarse.
Su última mirada la asustó, probablemente fue la vergüenza, ese adosado insoportable y permanente que coarta en extremo el pequeño margen que nos queda entre el condicionamiento y la determinación.
Por alguna razón pensó que por primera vez debía atreverse, debía atreverse a abandonar la resignación y elegir por primera vez.
Al día siguiente decidió hacerlo, se había convencido, deseó con todas sus fuerzas volver a coincidir, realmente parecía alguien especial, podía funcionar. Se prometió que si volvía a verle le hablaría. Volvió a coger el metro tratando de calcular la hora más aproximada en la que luchó contra él un día antes, pero no le vio. Pasó toda la semana, la siguiente, la otra... No podía ser tan difícil, al fin y al cabo nuestra vida es rutinaria, todos los días nos levantamos a la misma hora, nos tomamos el mismo café con la misma tostada y la misma mermelada, cogemos el mismo tren, entramos en la misma oficina, volvemos a salir y a coger el mismo dichoso metro de la línea 3!¿ porque no le encontraba?!
Las esperanzas se apagaban, pero seguía cogiendo el tren a las seis menos cuarto, se acerca un metro... ¿correr o no correr?, el siguiente podría ser el mío, pero también este. Cambia tanto la vida si la pelota cae a un lado o a otro de la red...
Por fin se cansó, volvió a resignarse y retornó a su horario habitual.
Un día levantó la mirada de nuevo en diagonal, increíble, era él. No puede ser, esta vez no se escapaba. Pero no se atrevía a hablarle así que decidió escribirle una nota, inhabitual, como ella: “te ví hace un mes, y... es posible que tu no me recuerdes, pero a mí me llamaste la atención, ahora que vuelvo a verte no me atrevo a hablarte así que he decido escribirte y darte simplemente mi correo, siempre puedes tirar esto en la primera papelera si no quieres conocerme”
Próxima estación Moncloa, y ella volvió a mirar el asiento vació de su diagonal, salió del tren, subió las escaleras mecánicas, entró a su oficina, salió, durmió, se levantó y volvió a tomarse el mismo café con la misma tostada y la misma mermelada, para coger el mismo tren...

Texto agregado el 13-05-2008, y leído por 115 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
06-06-2008 la obsesión por tratar de atrapar un instante diferente en una vida de rutina... interesante tema. Saludos. neige
 
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