Unidos por siempre.

Cumplirían 50 años de casados el año próximo, siempre juntos, siempre compañeros.
Amándose como pocos en este mundo. Su amor fue más fuerte que las pruebas que le puso la vida. Desgraciadamente una enfermedad dejo a Don Marcelo postrado en la cama. Día a día su salud se desmejoraba. Ella, una mujer de carácter fuerte, siguió luchando. Sentada junto a él pasaba las horas. Viendo como su esperanza se desvanecía.
Una mañana, los gritos de dolor de su esposo la despertaron. Los calmantes ya no causaban el efecto esperado. En su mente, las largas conversaciones que habían tenido durante este angustioso proceso, más, el juramento que habían realizado cuando eran jóvenes - no permitir que el otro sufriera llegado el momento- tamborileaban en su cabeza. No aguantó más y le proporcionó una sobredosis del medicamento .Lo agarró fuertemente entre sus brazos y en unos minutos todo había terminado. Lo beso en los labios, y susurro, espérame. Llamó a la ambulancia. Los paramédicos le preguntaron si iba con ellos.
-No, enseguida voy -contestó.
En el fondo sabía lo que seguía. La autopsia revelaría la verdad. Su sueño, la vida, todo, todo había terminado.
De un solo empujón se tomó todas las píldoras que quedaban. Se acomodó en la cama, aún tibia, repitiendo ¡Ahí voy amor!
La vida los había unido para siempre.
Ustedes se preguntaran quién les cuenta esto. Un hombre que vivió enamorado de ella, esperando el momento para decírselo. Con la última fuerza que tengo, escribo esto para dejar asentado que el amor de verdad existe y que también te lleva a la tumba.
Es el final de mi camino, pronto hará efecto el veneno. Ya no puedo más vivir sabiendo que ella no está. Por favor no me juzguen mal por no haberme animado a vivir el amor y morir con el.
Ahora, en vez de un entierro hay tres.