Cuenta la leyenda, que hace mucho tiempo, siglos tal vez, existía un Unicornio que tenia una morada en un lugar majestuoso y único. No muy lejos de allí, pasando las selvas y los ríos, existía un reino rodeado de reyes y príncipes. Decían los caminantes y trovadores de tierras lejanas que aquel que lograse atrapar el Unicornio seria muy dichoso. El rey como era muy ambicioso mandó a buscarlo por sus soldados, ofreciendo grandes recompensas.
Fueron muchos en su búsqueda, pero ninguno lo encontró, algunos perdieron la vida y otros por temor al castigo del Rey no regresaron jamás al reino. Pasaron los aòos, y un buen día llegó un profeta y caminante de muchos sitios, anunciando al rey que él tenía mucho tiempo buscando el Unicornio. Decía que era un ser blanco como la nieve y de una belleza inexorable, que irradiaba una gran alegría y amor.
Pero advirtió que pertenecía a otro mundo, y que muy pocos en su reino lo lograrían ver sino un ser único y especial.
Paso el tiempo y el rey tuvo un hijo, con los aòos, se hizo hombre, disfrutaba mucho de la música, y se regocijaba del contacto con la naturaleza, paseando a caballo por los campos del reino.
Un día, el muchacho se fue de viaje, para conocer nuevos rumbos y horizontes. Lamentablemente se le acabaron las provisiones, y al poco tiempo se quedo sin alimentos. Cansado de dar vueltas, ya que había perdido el rumbo se echo a dormir.
Al despertar se vio en un jardín bellísimo, con Unicornios y duendes a su alrededor. Le dieron de comer frutas de diversa índole y alimento necesario para vivir.
Se sentía tan dichoso en esa morada, ya que había belleza, afecto y amor en todas partes. Pero, sabia que tenía que volver, y se dio cuenta que su mundo era diferente al de esas maravillosas criaturas.
Así que emprendió de regreso su viaje a su hogar, pero también comprendió que la única manera de estar cerca de ellos, era cultivando la magia de su corazón.
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