las sillas eran de metal, pintadas de negro. el salón era de mármol blanco. todos estábamos sentados, en silencio total mientras el hombre-dios, sentado en un silla negra y muy grande frente a nosotros, cerraba los ojos. miré su forma: alto, flaco, achinado, pelo negro y grasiento, zapatos brillantes y un traje negro como el color de nuestras sillas. el hombre-dios abrió los ojos, eran negros; y todos quedamos sin aliento, esperábamos sus palabras, pero no dijo una sola, mas bien se paró y comenzó a caminar hacia nosotros. ¿qué deseará?, pensaba dentro de mí... de pronto, el hombre-dios alzó las manos y comenzó a pedir que nos acercáramos. nos paramos como si fuéramos aire atraídos por el aletear de sus manos. el hombre-dios se puso en medio de nosotros y todos nuestros cuerpos cayeron como globos sin aire. quedamos como postrados, mientras el hombre-dios nos tocaba con sus manos. cuando llegó hasta mí, cogió mi barbilla y levantó mi cara hacia la suya. sonrió mientras yo empecé a llorar, y no sabía por qué... podría ser de alegría, dolor, angustia, éxtasis, no sabía cómo expresarlo. lo cierto fue que mientras lloraba, el hombre-dios sacó un caramelo de sus huesudas manos y con sus finísimos y largos dedos de araña abrió mis labios para introducirme el caramelo que era del mismo color que su traje y sus ojos y el color de todas la sillas del salón. y cuando empecé a saborear el caramelo, dejé de llorar y empecé a sentir paz, contentamiento, satisfacción, y no sabría decir si era por el dulce o por la mezcla con mi baba... el hombre-dios volvió a su silla y luego de decirnos algo bien largo y lleno de palabras en un idioma como carcajadas largas, pasuadas y cortas, se paró y salió del salón... noté a través de una de las ventanas de aquel salón que un auto negro lo esperaba. le vi subir y partir como un hombre normal, pero era un hombre-dios. luego todos nos paramos y empezamos aplaudir sin cesar hasta que todas las luces del salón se apagaron, quedando todo como el color de la sillas, el traje del hombre-dios y el color de sus ojos... todos empezamos a caminar, buscando en plena oscuridad la salida que nos llevara a la presencia del hombre-dios, o el resto de su sombra...
san isidro, mayo de 2008
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