Pasó al lado mío como un rayo, un grupo de personas lo corrían con desesperación, había matado a un muchacho que no pasaba los treinta años, o quizás si, no sé, los orientales tienen rasgos tan distintos a nosotros que me resulta difícil asegurarlo. El asunto es que había ocurrido un crimen a plena luz del día y el diminuto hombre iba en el aire como poseído, este sí que tenía sus años, era semi calvo, peinaba algunas canas y no medía más de un metro cincuenta, no me pidan mas detalles porque no tardó mas de 10 segundos en desaparecer de mi vista. La turba que lo perseguía iba creciendo como bola de nieve a medida que se corría la voz, esto produjo el efecto contrario al deseado, era tanta la muchedumbre que se entorpecían en su alocada carrera, lo que le permitió al hombrecillo poder escabullirse y escapar.
Los gritos y el llanto desconsolado de las personas cercanas al muchacho le daban un contraste sombrío a la soleada mañana del China Town de Belgrano. Faltaban algunos días para la llegada del año nuevo, el fin del año del Cerdo y el advenimiento del año de la Rata, un diez de enero que había comenzado mal, un mal presagio para la comunidad china.
La calle Arribeños se llenó de patrulleros y personal policial que hacían lo que podían con el idioma, algunos no conocen bien la lengua y otros tienen miedo de hablar porque no tienen papeles, nadie le facilitaba las cosas, lo poco que sabían del castellano se lo reservaban para los turistas y un manto de silencio cayó sobre la muerte del joven Zhang, 24 años tenía, 24 años y dos niñas, ¡cinco años que llego a Argentina, cinco años señor! dijo la flamante viudita, ¡que va a ser de nosotras! gemía entre sollozos. El oficial le ofreció una botellita de agua mineral, oficial Donato Sáenz es mi nombre, necesito que se calme y que podamos hablar señora, la vamos a ayudar pero usted deberá colaborar con nosotros y darnos toda la información posible para esclarecer el crimen, ¿me entiende señora? usted entiende español, ¿verdad?; el entorno desapareció para la mujer y la figura del oficial Sáenz se convirtió en todo lo que ella tenía en ese momento, el acercó la cabeza de la muchacha a su pecho y la abrazó, ella rompió en llanto, Donato tragó saliva y la contuvo como un padre haría con su hija.
Donato había comenzado su carrera policial en los años 90, había venido desde Cañada de Gómez, un pueblito del interior de Santa Fe, a probar suerte en Buenos Aires. Tras haber reprobado su examen de ingreso en el Ejército ocupo su tiempo en algunos trabajos transitorios esperando una nueva oportunidad en la fuerza, le atraía la idea de ser un soldado de la patria, pero mas le entusiasmaba la idea de tener un sueldo asegurado, un crecimiento sostenido, vivienda, una buena obra social y una honrosa jubilación, sabía que en el Ejército encontraría estabilidad para poder formar una familia, no tenía muchas luces ni dinero como para hacer una carrera universitaria, le hubiera gustado ser doctor, en su pueblo el doctor Vidal, un servidor, era la persona mas querida y admirada, pero el conocía sus limitaciones , lo que le ayudaría a no perder tiempo, orientar su búsqueda y lograr su objetivo.
Trabajando de mozo en una cafetería de la Avenida Rivadavia muy cercana al Cabildo de la Nación tuvo oportunidad de conocer enorme cantidad de personas y personajes de la ciudad, allí hizo sus primeros amigos, Danielito, el mozo mas antiguo del bar, quien años atrás había rechazado la oferta de los dueños de formar parte de la sociedad, no quería mas responsabilidades de las que ya tenía, le gustaba ser empleado, cumplir su horario e irse. Amanda, la cocinera, fue ella quien le dio sus primeras noches de amor en Buenos Aires, pero el tesoro mas preciado fue la amistad que construyeron con el paso del tiempo, el sexo quedó a un lado cuando Amanda volvió a los brazos de su esposo, Donato era un hombre de principios, ella tenía su hombre y no iba a interferir en esa relación, buscaría otros pechos donde acomodar su soledad. Pero su gran amigo, el que decididamente habría de marcar su rumbo fue José, el vigilante que custodiaba la esquina de Rivadavia y Perú. José y Donato mantenían animadas conversaciones en los momentos en que la ciudad se tomaba un descanso, fue así como una tarde de invierno José entusiasmó a Donato a probar suerte en la Federal, no era el Ejército, no, pero le sería mucho mas sencillo el ingreso, además no debería abandonar la ciudad que tanto le gustaba, se sentía un porteño ya, y ¿por qué no? el uniforme le daría cierta distinción, sería un servidor público, como el doctor Vidal.
No le sería fácil, el caso tenía aristas filosas, el tema del idioma era sin duda el mayor obstáculo, los códigos de silencio de la comunidad china eran un muro infranqueable, el miedo de los inocentes resultaba desalentador, estaba solo y eran muy pocos los agujeros por donde podrían filtrarse algunos elementos que ayudaran a resolver el crimen. Sin dudas era la viudita la mas vulnerable, era ella quien podría aportar cierta ayuda, pero debía aprovechar el momento, ese momento de dolor y desamparo, debía construir un puente de confianza entre los dos en ese preciso instante antes que las puertas se cerraran para siempre. Joani con sus casi 26 años, llegada desde el Taiwán junto a sus padres en el aluvión migratorio de 1985 comprendía a la perfección el idioma de Donato, aunque mantenía por tradición familiar el acento de origen y que hacía que su castellano sonara particularmente melodioso.
-Oíme linda, ¿Joani verdad? estoy para ayudarte, estás sola, realmente sola, necesito que confíes en mi y en mi gente, tu esposo está muerto y eso es inevitable, pero quiero ayudarte, no podés permitir que el asesino de Zhang esté suelto sin que el peso de la ley le caiga encima, necesito que colabores conmigo, tus hijas y vos merecen que esto se esclarezca pero sobre todo es tu esposo quien mas lo necesita para poder descansar en paz. Mirame a los ojos, mi nombre es Donato y quiero que confíes en mi, ¡en Donato!, a partir de este momento soy todo lo que tenés, por favor aferrate a esta esperanza, mirame a los ojos Joani, por favor…
Joani había conocido a su esposo en ocasión de una cena de bienvenida que sus padres habían organizado en honor a la reciente llegada a la Argentina de Zhang y su familia; un poco por compartir los gustos generacionales, ella era apenas mayor que él, y otro tanto por la conveniencia económica, social y cultural que sus padres encontraban en la relación fue que comenzaron un corto noviazgo que encontró su momento de gloria cuando se unieron en casamiento en el templo budista de la calle Montañeses. Si bien el Budismo no tiene un rito religioso para la celebración del matrimonio, si cuenta con una serie de tradiciones que tienen relación con la filosofía de vida encaminada al plano espiritual y cultural del Budismo. Uno de estas tradiciones corresponde a la predicción astrológica, los monjes interpretan las cartas astrales de los novios y estos se colocan en la postura wai para recibir la bendición del monje, la pareja ofrenda comida a Buda y a los monjes; en agradecimiento el monje que dirige la ceremonia unge a los novios con polen y agua sagrada, no se trata de una boda sino de una bendición de la pareja.
Con fundadas esperanzas Joani y Zhang habían aceptado el ofrecimiento de sus padres y abrir un comercio en el local que estaba enfrente del departamento en que vivían hacía año y medio; hasta ese momento los dos jóvenes eran empleados del restaurante del padre de ella, pero dado que Joani estaba esperando la llegada de su primer niña había llegado la hora de crecer y establecerse definitivamente.
Donato Sáenz terminó sus estudios en la escuela de cadetes Ramón Falcón y luego de algunos años y de pagar derecho de piso en varios destacamentos de la ciudad de Buenos Aires fue asignado a la comisaría 33 del barrio de Belgrano como comisario.
Personalmente prefería el contacto directo con los ciudadanos a las tareas administrativas, por eso cada vez que podía abandonaba su despacho y se subía al patrullero, cosa que molestaba un poco a sus subalternos pues esto no les dejaba margen para cometer algunos ilícitos menores que satisfacían sus enquistados vicios. Donato lo sabía y disfrutaba con esto, en el fondo detestaba el proceder de sus compañeros de fuerza, había sido criado a la antigua, donde el respeto por el prójimo era un principio sagrado, sabía que no encajaba en el molde pero el era el comisario y punto, al que no le guste que se vaya. Estos valores no tardaron en hacerse públicos y fueron de gran ayuda al momento de ganarse el respeto de la gente, el barrio confiaba en el comisario Sáenz, tanto es así que para sus cuarenta y dos años recibió no sin una cuota de vergüenza y pudor una hermosa torta de dos pisos preparada por los vecinos para que comparta con sus compañeros, el además agregó a la lista de comensales a los seis presos que habitaban los calabozos, así era Donato, lo que se dice un hombre cabal.
Pasado el mediodía se presentó en su despacho la familia del muerto acompañados de un abogado y una interprete, si bien esta gente tenía dominio de nuestro idioma no querían dejar margen para la duda de todo lo que se diga o se calle en esa reunión.
-Comisario Sáenz dijo el abogado, sabemos que es usted un hombre de bien, y accedimos a verlo porque necesitamos ponerlo al corriente de algunos pormenores que se han venido sucediendo en las últimas semanas. El padre de Zhang pidió la palabra al abogado, mire Sáenz, mi hijo venir recibiendo presiones de un grupo de delincuentes, personas que solo querer dinero a cambio de protección, Zhang enojado pues no aceptar que sinvergüenzas robar fruto de su trabajo, el ser muy bueno pero también tonto, nosotros decir que pagar y quedar tranquilo, pero hijo enojar con nosotros. El abogado presintiendo que el hombre estaba a punto de romper en llanto siguió con el relato, mire comisario, ayer por la noche, ya con las puertas cerradas desde una moto arrojaron piedras a la ventana rompiendo los vidrios del comercio y pintura negra sobre la vereda en clara señal de amenaza. Zhang y Joani discutieron, ella se oponía a que su esposo pasara la noche en el local pero no pudo convencerlo. A la mañana temprano ella bajó de su departamento y mientras cruzaba la calle para ir al encuentro de Zhang se le acercaron dos personas, nadie sabe aún el contenido del diálogo que mantuvieron, hay testigos de esto, pero Joani se niega a contarnos.
Joani, a pesar de su corta edad había tenido una vida intensa, había llegado al país con casi tres años, si bien sus padres gozaban de una sólida posición económica habían tenido un pasar muy austero, la inseguridad de vivir en tierras extrañas había hecho que estos mantuvieran a salvo sus ahorros previendo quizás tener que volver a emigrar. De todas formas Joani había recibido una buena educación, lo que ella consideraba su mayor capital; había sido formada sobre la base de sólidas costumbres familiares y dentro del budismo, lo que le daría una visión cósmica de la vida. Hablaba su idioma natal a la perfección, además de tener un excelente inglés y un casi tan buen castellano. En su familia sostenían que mantener vivo el idioma de sus orígenes era la mejor manera de preservar el pasado y las tradiciones, el castellano era el presente al que debían ofrecer el mayor de los respetos, y el inglés era el idioma universal “por las dudas, nunca se sabe”… Terminado el colegio secundario en un bilingüe inglés del barrio de Belgrano decidió, previa aprobación de sus padres, continuar sus estudios en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Todos en su familia, incluida ella misma sabían que como profesional lograría una mejor inserción en la sociedad que la cobijaba, pero fundamentalmente sentía una particular obsesión en lograr hacer de este mundo un lugar mas justo y apacible para vivir, trabajando en programas contra la pobreza, soñaba con diseñar políticas de estado que establecieran un orden mas ecuánime, sentía que esto era posible, solo había que intentar construir las herramientas adecuadas. Fue así como con el paso del tiempo y a medida que avanzaba en la carrera que llegó a ocupar un lugar de privilegio en el corazón de sus compañeros y profesores, Joani estaba logrando contagiar su entusiasmo y se transformó para muchos en un norte. Participó en numerosas comisiones y proyectos que le dieron un perfil solidario que sellaría su existencia invariablemente.
Joani terminó sus estudios a la edad de 23 años, a los pocos meses Joani y Zhang se casaron, lo que de alguna manera sumado a esto su pronto embarazo, creaba un paréntesis en su proyecto profesional. Dos niñas y el trabajo en el restaurante de su padre ocupaban sus días, y las noches eran su ansiado descanso. Esperaba que sus hijas crecieran lo suficiente para poco a poco poder ejercer su profesión, la comunidad china sería el cimiento sobre el que imaginaba construir su futuro hasta lograr cierta independencia económica y poder devolver a la sociedad con su sensibilidad y buen corazón todo lo que esta había hecho por ella y su familia, y mas también, quería ayudar, necesita hacerlo, había nacido para eso.
Cuando se le presentó la posibilidad de instalar junto a su esposo su propio negocio una mezcla de felicidad y desazón invadieron su espíritu, es que sabía que el bienestar económico estaba mas cerca de ellos, muchos proyectos podrían hacerse realidad, pero su propio proyecto personal estaba cada vez mas lejos, la atención del comercio requeriría de tiempo completo mas allá del horario de atención, debería ocuparse de todo lo que sobreviene detrás del mostrador, reposición de mercaderías, atención a proveedores, y todos los aditamentos que hacen al buen funcionamiento de un negocio, ya no sería una empleada, ahora sería su absoluta responsabilidad.
De todas formas encaró esta nueva etapa con felicidad, las cosas suceden y hay que atenderlas como van llegando, ya vería más adelante de hacerse un lugar para su profesión. Fue así como día a día construyó junto a su amado Zhang un respetable negocio de herboristería, clientes de todo Buenos Aires formaban fila cada mañana para ser atendidos por el matrimonio, quienes brindaban una cálida atención pero además ofrecían asesoramiento basado en consistentes conocimientos, fruto del estudio de milenarias recetas e investigaciones. Se podía pensar que tenían sus vidas bajo control, hasta que sucedió lo inesperado.
Donato decidió que visitaría el barrio con la firme decisión de arrojar un poco de luz sobre tanta oscuridad, trataría de romper el silencio, sabía que el miedo sería el común denominador con el que se enfrentaría, sería este su gran obstáculo, pero confiaba en su poder de disuasión, el se sabía querido, respetado, y esa sería el arma con el que resolvería el caso, su don de gente y su personalidad harían la diferencia.
Como primera medida resolvió visitar a la joven madre y mas aún… joven viuda, pensó en el contraste que había entre ambos, el tenía casi veinte años mas que ella y nunca se había casado, ni siquiera había podido mantener una relación estable salvo lo de Alicia, o el iba muy lento o ella iba demasiado rápido dijo para si.
Joani estaba descansando, el estado de shock en que se encontraba la había diezmado, además en pocas horas mas debería retirar el cuerpo de la morgue municipal para de ahí mismo partir hacia el funeral, no quiso dejar en manos de nadie mas esa dura tarea, se lo debía a Zhang, lo acompañaría hasta el final. A pesar de su frágil figura Joani era una mujer fuerte, y de ahora en mas debería echar mano de esa fortaleza para criar a esas dos pequeñas niñas privadas de un padre, así de duro se presentaba su destino.
Apenas supo de la presencia de Donato quiso recibirlo, el se dio cuenta tarde de su inoportuna visita, es que algo interior lo llevó hasta allí y no pudo dominar el impulso, su instinto policial lo puso frente a esa mujer en ese incómodo momento.
Nunca entendió de donde sacó ella fuerzas para regalarle esa sonrisa, sintió una complicidad tácita, el puente invisible se había construido al fin, podrían confiar uno en el otro. Joani puso en el todas las esperanzas y prometió acceder a confiarle toda la información que ella disponía, necesitaría de Donato, confiaba en Donato, colaboraría con el. Puso en sus manos una pila de carpetas con toda la contabilidad y los movimientos internos del negocio, le indicó especialmente que leyera con detenimiento el contenido de una carpeta azul, en ella estaban registrados algunos movimientos de dinero que salvo en caso de extrema necesidad no debían ver la luz, ni sus padres ni sus suegros debían conocer los detalles de la misma, -es todo por hoy- pidió Joani, -cuando terminemos con el entierro de mi Zhang estaré lista, no será fácil, pero con su ayuda se que podré tener un poco de paz para mis hijas y para mi-, lo despidió tomando suavemente entre sus manos las manos de Donato y después de mirarlo serenamente a los ojos ella bajó la vista, perturbada, acongojada, destruida.
Donato no llegaba a comprender pero algo había sucedido, algo en sus entrañas se movía como un cuerpo extraño, como un huésped, algo en su interior había tomado vida, y estaba fuera de control, pero no había podido tomar conciencia aún que esa joven, esa joven mujer cambiaría su vida para siempre.
Cuando salió a la calle una ráfaga de calor lo golpeó duro, se mareó, no estaba seguro de si mismo y decidió volver a casa a descansar, al fin de cuentas ya llevaba mas de un día sin dormir y necesitaba estar lúcido. Se quitó la ropa, preparó su acostumbrado vaso de vodka en soledad, llenó la bañera hasta el borde como a el le gustaba, se recostó en el agua y entre trago y trago de alcohol, y con los ojos cerrados dibujó en su oscuridad el rostro de la bella Joani, el alcohol nublo sus pensamientos y como en un cuento se encontró besándola, el aire se le hizo escaso, abrió sus ojos y vio los manchados azulejos de sarro y humedad que le recordaron donde estaba, pero no fue suficiente para hacerle olvidar que sintió como en un sueño y por primera vez en años la necesidad de amar y sentirse amado, pero no, no es posible; se secó y se fue a dormir.
Su última historia de amor le había arrebatado los sueños, casi no podía recordar su rostro, pero Alicia fue su última gran esperanza, bastó solo una bala en su espalda para arrancarle la vida en un enfrentamiento con una pandilla de narcos en la Villa Cartón. Se habían conocido en los años de estudio, ella estaba un año adelantada en la escuela de policía pero en ocasión de una fiesta de fin de curso cruzaron sus caminos. Luego de unos años se volvieron a encontrar ya de servicio en la fuerza, noviaron unos meses hasta que decidieron vivir juntos, en realidad la felicidad duró poco ya que unas semanas después ella murió. A su manera Donato murió con ella, algo en él se cerró, imaginó que para siempre, que ya no volvería a sentir, de hecho ha pasado mucho mucho tiempo, para ser exactos doce años desde lo de Alicia, pobre Alicia, ¡que será de tu buen alma Alicia!...¿que hubiera sido de nosotros? éramos tan jóvenes, teníamos la edad de construir, el futuro estaba delante de nuestras narices para ser tomado, solo debíamos estirar las manos y asirlo, ¿por que no?, pero no tuvimos tiempo, no nos dejaron, fue como si una mano invisible y anónima te quitara la vida, te quitara de mi vida, de golpe me encontré solo, solo sin vos Alicia, nunca pude aceptarlo, no pude superar el vacío, hasta me culpé, ¡y si! no debí dejarte ir ese día, querías quedarte a atender mi gripe, insistías y te eché, algo en vos te puso sobre aviso pero no pude verlo, no te entendí, no lo entendí, no tuve la suficiente sensibilidad para percibir que debías quedarte en casa, nunca rechazaste tus obligaciones, solo ese día y no te lo permití, nunca regresaste, no te permití vivir.
Después de dormir unas horas y ya un poco mas repuesto , Donato encendió la luz de su velador, acomodó un almohadón encima de su desvencijada almohada para mantener erguida su cabeza y poder así echar un vistazo a las carpetas que Joani le había dado, recordó que la azul podía darle algún elemento sobresaliente y empezó por ella. Cuando llegó a la tercera hoja contuvo la respiración, mil imágenes pasaron por su mente, temió por la vida de Joani y sus hijas, comprendió al instante de donde había venido el golpe, y comprendió también que este muchacho no supo lo que hacía, o si.
Años atrás había formado parte de una comisión investigadora que debía desbaratar una banda de piratas del asfalto, gente realmente pesada y sin escrúpulos, no tenían nada que perder, la banda estaba formada en gran parte por policías y militares exonerados de sus respectivas fuerzas por diversos delitos ocurridos durante la dictadura militar. La democracia los había dejado en la calle, desocupados, pero sabían moverse en las sombras, es más, lo hacían con total comodidad. Dios los cría y el viento los amontona, Jorge Mario Álvarez, alias el rubio, famoso represor y todo un artista en el manejo de la picana, denunciado por docenas de ex desaparecidos torturados en el centro clandestino “EL Olimpo”, y al que busca la justicia pero aún no le ha echado el guante; Daniel Echegoyen, alias “la bestia”, apropiador de bebes en el mismo período y por último Juan Molina irónicamente alias “el bautista” tenía cara de bueno pero de todos era el mas impiadoso, no conocía la misericordia y disfrutaba del dolor ajeno, trabajó en la policía de la provincia, la maldita policía, participaba en cuanto “operativo antisubersivo” pudiera, no es que creyera en los “valores de la patria” sino que adoraba reventar zurdos, especialmente si eran mujeres, descerrajaba la 45 en sus cabezas, y si la situación lo permitía antes se divertía jugando a la ruleta rusa ante la aterrada mirada de sus víctimas, sentía un enorme goce sexual cuando ellas perdían el control de sus esfínteres a causa del miedo.
Pero por encima de estas actividades estos tres sujetos habían participado de otra forma del delito, se adueñaron de muchas de las propiedades de los detenidos en la dictadura y de la de familiares de las víctimas, a quienes obligaban a vender a precios viles sus casas a cambio de volver a ver con vida a sus familiares desaparecidos, demás está decir que esto nunca sucedería. Con la activa participación de abogados y escribanos inescrupulosos pusieron infinidad de propiedades a sus nombres y de testaferros, podría decirse que eran ricos, los tres. Pero su locura no les permitió disfrutar de ese bienestar, necesitaban ritmo, adrenalina, vértigo, fue así como formaron esta banda delictiva destinada al robo de camiones cargados con mercadería de fácil reventa en el mercado negro. Armaron una organización que delinquía en casi todos los accesos de ingreso a la capital. Para Donato fue una de las tareas más difíciles, debió infiltrarse en la organización poniendo en riesgo su vida y solo después de casi un año de investigaciones pudieron apresar a la totalidad de la banda, a todos menos al rubio. Esto significó un ascenso para el y sus compañeros, pero por encima de todo fue una experiencia que le dejó un enorme aprendizaje, entre otras cosas agudizó su percepción ante el peligro inminente, adquirió un profundo conocimiento de la psicología del delincuente, pero además advirtió que nada es gratis, todo se paga, todo, a veces hasta con la muerte. Esta experiencia había sido como un doctorado para el, ya nada era como antes, ahora se sabía un verdadero policía, sabía decididamente de que lado quería estar.
En las anotaciones de la carpeta azul Zhang llevaba un riguroso registro de intercambios de mercadería a cambio de dinero, eran los movimientos de ventas en negro al por mayor, pero algunas eran importantes sumas que no guardaban relación con la actividad que este desarrollaba, a la derecha del renglón de las mismas figuraba la palabra “bautista”, estos registros se repetían una y hasta dos veces por semana. Obviamente y sin lugar a dudas estaba frente a operaciones de tráfico de estupefacientes, los montos no podían corresponder a otra cosa y el rubro del comercio se prestaba en cierto modo a que no llamara la atención de los vecinos, era una buena pantalla.
Lo primero que hizo Donato fue averiguar en que situación se encontraba Juan “el bautista” Molina, de inmediato pidió un informe con carácter de urgente, su instinto no le había fallado, este había recibido el beneficio de la libertad condicional pero se había fugado, su paradero era desconocido, aunque pudo saber extraoficialmente que era un protegido de alguien de las esferas de gobierno y que sospechaban que estaba en plena actividad, posiblemente este era el mismo “bautista” de los registros de Zhang, pero ¿por qué este joven estaba involucrado? no guardaba ninguna lógica aparente, y mas aún lo confundía Joani al entregarle estos elementos que tanto la comprometían. La primera decisión que tomaría sería darle protección, si su olfato no le jugaba una mala pasada esta mujer estaba en real peligro, después vendrían las preguntas, pero primero lo primero.
Ella desconocía absolutamente los oscuros negocios en los que Zhang estaba implicado, solo después de la feroz golpiza que ella debió presenciar fue que su esposo la puso al corriente; no tuvo opción, o lo abandonaba o lo acompañaba en esto hasta que pudiera salirse, y eso es lo que hizo. Sintió terror al despertar de golpe en esa inmunda realidad, la incomprensión la inundó, no pudo entender como ese mundo horrible había germinado entre sus vidas, por qué, por qué? ya nada sería igual, comprendió que el destino se había torcido como lo hace un pedazo de hierro en un voraz incendio. El comercio de Zhang había sido elegido entre otros, y sin mediar consulta alguna, como centro de distribución mayorista de drogas ilegales; capitales chinos y narcos de diversas nacionalidades formaban una poderosa sociedad con ramificaciones en casi toda la capital y el primer cordón del conurbano bonaerense. Otra de las patas de la mesa sobre la que se apoyaba esta empresa era el poder político y la participación activa de una parte de la plana mayor de la policía, brindando protección a los distribuidores y a los dhilers, parte fundamental del negocio. ¿Era posible escapar entero de esta pesadilla? Curiosamente Zhang se veía forzado y muy contra su voluntad a recibir una paga cada vez que intervenía en una entrega, era un modo perverso de involucrar a inocentes, de alguna manera estaban comprando su dignidad, era dinero sucio, pero estaba obligado a recibirlo, no tenía alternativa. Sin quererlo y al no poder rendir cuentas de ello a Joani es que fue guardando cada peso hasta que se encontró que en pocos meses había amasado una pequeña fortuna, decidió que este ahorro forzoso sería su seguro de vida, si algo le sucediera su familia podrían tomarse el tiempo necesario para volver a armar sus vidas.
Miraba por la ventana de su departamento pero en realidad lo que estaba haciendo era echar una mirada al pasado, cuando era un niño aún, su madre como buena italiana que era le preparaba suculentos platos de comida con abundantes verduras cosechadas de la quinta del fondo de su casa, todas las mañanas el y su madre juntaban en la vieja canasta de mimbre lo necesario para el día, y un poco mas también ya que debían canjearlo por huevos con la vecina de la casa de al lado, doña María, ella tenía un don especial para fastidiar a Donato, percibía fácilmente el punto débil de las personas y allí machacaba, con él era particularmente impiadosa, en ocasiones lo tomaba de las muñecas, le miraba la palma de las manos y le preguntaba entre carcajadas como se llamaba la mujer de sus sueños, en clara alusión a su despertar sexual y a su pubertad. La odiaba pero no tenía el valor suficiente para enfrentarla y mandarla a la mierda, además su madre no se lo hubiera permitido, sin duda lo hubiera castigado, en realidad estas dos mujeres se reían a su manera de este niño que pronto sería un hombre, tan hombre como los hombres que las habían despojado de toda felicidad, uno por haber muerto muy joven y el otro por haberse ido con otra; era su inútil manera de castigar al género masculino, una estéril venganza. Es increíble como funcionan los resortes de la memoria, bastó que llegara a sus narices el olor de la albahaca que alguien del edificio estaba usando para cocinar una sopa cuando todos esos recuerdos de infancia invadieran sus pensamientos, “si habré cortado verduras”, odiaba con todo su corazón ir a la quinta las mañanas de invierno, se le abría la piel de la cara y de las manos con la helada, además lo ponía de mal humor escuchar a su madre maldecir en su dialecto natal cuando se arruinaban sus plantas con semejantes fríos. Se preguntaba porqué se le había ocurrido a su padre morirse, este era trabajo de mujeres y si el estuviera vivo no lo hubiera permitido, quería ir al potrero con sus amigos del barrio a jugar a la pelota, como lo hacían ellos, pero no conforme con esto su madre, además de trabajar la quinta lo obligaba a dar una mano en la ferretería del portugués Docurral, eran solo cuatro horas, hasta la hora del almuerzo, pero esos pesitos ayudaban en la casa haciendo las cosas un poco mas llevaderas, no es que faltara nada, la pensión era suficiente para subsistir, pero ayudaba, algún gusto, una salidita al cine del barrio de vez en cuando, un helado el sábado, algún pantalón, zapatos, en fin, lo que hiciera falta. El lejano sonido del timbre lo llevó a casa de sus tío, el tío Carlos, era dos años mayor que su padre, y todos dicen que eran dos gotas de agua, cuentan que cuando eran niños en el viaje en barco desde Barcelona a Buenos Aires eran la delicia de los pasajeros, tenían una virtud y una gracia innata para el canto, sonaban afinados y encantadores, a pesar de su corta edad tenían un amplio repertorio de canciones populares que hacían que ese barco que los llevaba al destierro se sintiera aún como un pedazo de la madre patria. El timbre sonaba insistente, Carlos abrió la puerta y Donato brincó y se colgó en un abrazo de su tío, era lo mas cerca que podía estar de su papá, el hombre lo sabía y le seguía el juego, al fin de cuentas llevaba su sangre, era como un hijo mas. Ahora ya era insoportable, el timbre y las palmas trajeron a Donato a la realidad, hacía cerca de cinco minutos que uno de sus subalternos estaba llamando a su puerta:
-comisario, venga urgente a la comisaría, hay problemas, es importante, ¡quieren hablar con usted!
Cuando Donato estuvo frente a él tuvo la certeza de que algo importante iba a suceder, el curso de la investigación tendría un salto cualitativo. Era un hombre pequeño, robusto, de una mirada fría y profunda, y si no fuera por su corta estatura hasta le hubiera inspirado temor, en su juventud había sido un boxeador de poca monta, pero tuvo su momento de gloria cuando en su paso por el Luna Park fue sparring del campeón de peso pluma Horacio Acavallo, gracias a eso quedó en la memoria de algunos como el Loco Aguirre, apodo que lo acompañaría hasta el fin de sus días. Terminado su cuarto de hora con el boxeo solo quedó en su haber unas pocas relaciones que ocasionalmente le hacían ganar algún dinero, normalmente lo llamaban para cobrar alguna deuda de juego, tenía buena trompada y era durísimo pegando en los riñones, generalmente no pasaba de una paliza, pero si los patrones querían algo mas, el era materia dispuesta siempre que la paga fuera suficiente, normalmente esta estaba en relación con la deuda que el desafortunado cliente tenía con “la empresa”. El loco Aguirre y Donato se estudiaron mutuamente, los dos tenían oficio en lo suyo y esta era una cualidad que compartían, necesitaban saber casi de inmediato con quien estaban tratando, eran dos huesos duros de roer, pero ambos sabían que se necesitaban, para Aguirre el comisario Sáenz podría ser la diferencia entre la vida y la muerte, para Donato resolver el caso que lo desvelaba.
-Mire comisario, entienda que no tengo otra salida más que entregarme, estoy dispuesto a colaborar, pero soy inocente.
- De que me habla amigo, ¿inocente de qué?
-yo no maté al pibe, estuve para dar apoyo por si la cosa se complicaba pero al chino no lo toqué, no quiero comerme el garrón.
-Usted se presenta en mi comisaría, de alguna manera se está auto implicando en el asesinato del muchacho y me dice que es inocente, adonde quiere llegar mi amigo ¿qué es lo que quiere de mí?
-Comisario, con todo respeto, usted no tiene idea lo que hay atrás de todo esto, yo colaboro pero usted me da protección, como están las cosas mi pellejo no vale nada, soy hombre muerto.
-No tan rápido Aguirre, primero lo primero, dígame que hacía usted ahí y si no fue usted entonces ¿quién, quién mató a ese chico?, por la descripción de los testigos era usted el que corría cuando se escucharon los disparos, tenemos la declaración de al menos veinte personas que lo podrían incriminar.
Jorge Mario Álvarez, alias el rubio volvería a cruzarse en su camino, el loco Aguirre en su declaración lo signó como el jefe de la organización, en los meses que llevaba trabajando para Álvarez lo había visto en dos oportunidades, no se mostraba mucho por su condición de prófugo, solo lo necesario para mantener el control. Era un obsesivo y le costaba delegar pero sabía que era la única forma que tenía de permanecer en el anonimato. Además sus asociados y “empleados” le mantenían total fidelidad debido al temor que ejercía sobre ellos su macabro pasado, trabajar para el rubio era garantía de ganar buen dinero, pero un error, una palabra de más, podría en el mejor de los casos costarles la vida. Pero Aguirre ya no tenía nada que perder, se jugó su última carta, pateó el tablero y se encomendó a Dios, y por decisión divina sería Donato Sáenz su representante en la tierra, y si, en definitiva su trabajo era proteger a los ciudadanos, aunque en algunos casos fueran tipos despreciables. Supo además que el joven Zhang fue solo una víctima en todo este juego, estaba ajeno al tráfico de químicos pero era parte del rompecabezas, decidieron por el, no pudo elegir, no tuvo opción y fue esto lo que lo terminó matando, había perdido el control, quiso desesperadamente salir de la inmundicia, no tenía temperamento para soportar la carga, y en cada transacción su disgusto se hacía mas evidente al punto de advertirles que “esta es la última, ya basta, devuélvanme mi vida”, dos días después murió desangrado, le clavaron una única y certera puñalada en el tórax; aparentemente no fue Aguirre quien lo liquidó, habría sido una mujer. En el local habían unas pocas personas que si bien no prestaron atención a los hechos, percibieron que algo no estaba encajando, el plan era que si fuera necesario el debería correr, tenía buena carrera, de esa manera centraría la atención en el y la misteriosa dama podría escapar inadvertida.
CONTINUARÁ...
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