Era solo una niña, no llegaba ni al metro cuarenta pero se pasaba las horas mirándose en el espejo” soy bonita” pensaba…
Podía presumir de ser la más lista, la elegida siempre en el recreo para hacer de princesita. Cuando bailaba grandes y pequeños la miraban embobados “ sin duda tiene un don” decían.
De todas las niñas ella era la que tenía el pelo más largo y más oscuro “ no quiero tener el pelo dorado, yo soy diferente”
Siempre caminaba con la cabeza bien alta, nadie notaba que sus brazos pesaban al llevar tantas pulseras.
Pronto sus tizas de colores dejaron de servirla para dibujar en su pizarra, el azul y el verde lucían más en su mirada.
En sus cajas de zapatos que guardaba bajo la cama, escondía sus tesoros, sus caracoles rescatados de la olla de su abuelo, durante semanas les ponía lechuga pero finalmente se olvidaba de ellos y llena de tristeza, sintiéndose culpable los enterraba en la arena del parque.
Ella no jugaba a ser grande, no se alegraba cuando soplaba sus velas, ella solo quería ser niña…no quería empezar a ver ni a escuchar ni a comprender.
“ siendo niña estoy más cerca del mundo de las hadas verdad?”” porque cuando uno se hace grande llora mucho”
Pasó un año, dos años y ella también empezó a llorar, se perdieron sus pulseras, las tizas se acabaron, los recreos se hicieron largos y amargos, ni bailando se olvidaba de los ruidos y los golpes se escuchaban hasta en su cuarto.
“ Si, soy diferente” y tuvo que aprender a vivir y a crecer con ello.
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