Me llamaste puta nada deshonroso lo que dijiste, sí cómo lo dijiste. Como en los cuentos de hadas, pero al revés tu coche deportivo se fue tiñendo de un color negro fúnebre una mortaja blanca recién planchada tomó el lugar de tu camisa Gucci. Has muerto para mí. Te vi alejándote seguido por tu sombra y un cortejo de idiotas. En la línea final, me diste un beso helado impregnado de adioses. Debo reconocerlo: se me cayó una lágrima pero eso es algo común en los entierros.
Texto agregado el 09-05-2008, y leído por 207 visitantes. (3 votos)