Una pasión me carcome, ya no puedo levantarme; sólo permanece la inestabilidad como respuesta cuando un sueño me persigue. Aunque una ilusión se abalanza sobre mi piel maltratada y decadente, las horas pasan, fijas y eternas. Tan simple como el sonoro susurro de las campanas que resuenan dentro de mi mente: incesante y moribundo sonido que me acecha.
Surgen las alas de una pasión en mi alma. Es constante la ansiedad de levantarme, caminar alrededor del perímetro de la alcoba y volverme a sentar en mi escritorio. Respirar un respiro y sentir mi aliento inquieto un interminable número de veces: repetición y cámara lenta.
Mi sinsentido se derrumba y ataca un mundo de raciocinio. Monstruos que predican certeza me tratan de acariciar y siento desgarrar las fibras restantes de personalidad en mi ser. Tengo miedo: ansiedad y miedo almorzando conmigo. Después, siento como se dispersa lo palpable. La mancha sobre la pared baila en frente de mis ojos y se torna en un gigantesco pulpo que desaparece. Desaparece.
Rápido.
Me acerco y toco el espacio en el cual descansaba; siento el material frió y áspero contra mi piel, pero nada queda. Nada es todo, tan ilusorio. Quizá tan sólo estoy recordando un ayer bastante lejano.
La constante pelea se da mientras yo camino alrededor de mi pieza para volver a sentarme. La pasión y la costumbre se despedazan mientras yo me siento y veo la pared, la supuesta mancha que se oculta ante mi mirada. Gladiadores en mi mente. De repente un estruendoso ruido y después silencio.

Ahora…
Ahora quiero crear.