Pedro era mi mejor amigo. Siempre íbamos juntos a jugar al pádel, a salir de fiesta con los amigos a las discotecas más chic, a fumarnos porros detrás de la escalera de los vestuarios de nuestro instituto. ¡Hasta muchos días nos duchábamos juntos después de gimnasia! ¡Y cuántas pajas nos hacíamos uno al lado del otro mientras veíamos pelis porno grabadas del Canal +! Pero un día me dijo que tenía que hablar conmigo, así que quedamos debajo del árbol que estaba dentro del recinto del instituto (sólo había uno, no había presupuesto para más), y me soltó a bocajarro lo siguiente:
- Juan, tengo que decirte que...
- Sí, ¿qué? ¿qué tienes que decirme?
-...pues que... que... ¡que se me pone dura como un canto cuando veo culos y vergas de tíos!
-¿Qué?¡pero qué dices! ¡si tú te haces unas buenas manolas conmigo cuando vemos el porno en tu casa!
- ¡Lo que realmente me pone es ver como te la agarras hasta los huevos!
Ahí fue cuando me quedé de piedra. Me sentí sucio, maltratado, violado por mi mejor amigo. ¡Se pajeaba mirándome a mí! ¡Puto maricón de los cojones! Era tal la rabia contenida que perdí el control de mis acciones. Le golpeé brutalmente con una piedra que tenía a mi lado. Le dejé inconsciente, con una gran brecha en la cabeza de la que manaba mucha sangre. Pero nada de eso me asustó, mi deseo de venganza era mayor. Así que le bajé los pantalones, le di la vuelta, y le sodomicé con todas mis energías hasta que eyaculé en su peludo culo. Entonces fue cuando me di cuenta de lo que había sucedido. ¡Yo también era un puto marica de mierda! No pudiendo soportar la idea, me marché corriendo de allí, semidesnudo, sin pantalones ni calzoncillos, hasta que una amiga de clase me vio en ese estado, y entre divertida y sorprendida me preguntó:
-¡Pero Juan! ¡Que te veo la chorra colgandera!
No pude reprimirme, la situación era demasiado humillante y alguna respuesta tenía que dar:
-¡Calla puta asquerosa! ¿Te parezco un marica de mierda ahora que te estoy meando encima?
Sí, eso fue lo que hice, mearle encima a mi amiga, para intentar gestionar mi frustración. Pero la cosa no mejoró, todo lo contrario, la situación se convirtió en insostenible. Así que, de esa guisa, me presenté en la iglesia de mi barrio y rápidamente me introduje en el confesionario. Y le dije al cura de la parroquia:
-¡Padre! ¡Soy un marica asqueroso que se mea en las mujeres!
Tras un silencio que me pareció una eternidad, el cura contestó:
- Tranquilo, hijo mío, tus culpas puede ser fácilmente expiadas. Ven conmigo y hazme un buen pajote y serás redimido por el néctar celestial de nuestro señor.
Desde entonces, soy la putita del cura pederasta de mi barrio. Mi amigo Pedro se hizo un cambio de sexo y se metió a monja tras la violación. Y mi amiga, se ha convertido en una "pornstar" de la lluvía dorada. |