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El frío cala hondo en mis huesos, duele en la cara la brisa helada y la espera se torna insoportable, doy aliento a mis manos a fin de entibiarlas y espío el reloj pulsera de mi muñeca, pasaron más de veinticinco minutos y no llega, maldigo por este frío y la helada de las 5.30, a ese micro cruel, y siempre hacinado de almas que apuestan un peso con veinticinco para llegar a sus destinos (solo si el micro pasa). La espera desespera mi humanidad volátil que se controla ante mi propia presencia, pues nadie a mi lado, solo yo y un perro tembloroso que se protege de la helada bajo el armazón metálico al que le dicen parada o garita o sucucho, o para mi “cobijo del impaciente”. Van quince minutos mas y ni las luces diviso a lo lejos de ese micro, solo oscuridad y ya sin contenerme explota en mí el deseo de dejar la espera, volver a casa y cobijarme entre las frazadas y el calor de mi cama, obviamente producto del cuerpo de mi esposa en ella… Y es así, que ante el impulso, el talante de mi persona, ese día perdí mi trabajo, quedé desplazado de mis funciones por faltas reiteradas sin justificación. En realidad la justificación no fue atendida, ni comprendida, y hasta me animo a decir que pareció ridícula para ellos, los jerarcas, no para mí. Yo desperté antes de lo debido, con tiempo para tomarme un delicioso, negro y caliente café, obviamente en taza grande como a mí me gusta, caminé sin prisa hasta la parada de ómnibus, y esperé, y esperé y esperé a aquél que debía puntualmente pasar a las 5.05 horas, y no pasó. No tuve manera de dar aviso, la paga no me permite tener un celular, en mi pueblo no hay cabinas telefónicas que funcionen, e ir a casa para avisar por teléfono es imposible, ya que al levantar el tubo solo escucho una amable voz que me dice: “ señor cliente usted se encuentra inhabilitado para realizar llamadas, por favor comuníquese con el 111”. Pero nada, ni nadie me quita el placer que abracé ese día, en esa mañana. Mi mujer despertó con los ruidos de mi llegada a casa, somnolienta pero deseosa y me hizo trabajar placenteramente hasta las 10.30 horas, ese día perdí mi trabajo, pero gané un día de amor inolvidable . Al poco tiempo pude ingresar a otro empleo, paradójicamente como chofer de micro en la misma línea que me dejó fuera del trabajo anterior, y comprendí lo sucedido en ese día invernal. El chofer anterior, victima del sistema opresor de sus bajos instintos carnales se liberó y antes de poner en marcha el micro tuvo sus 45 minutos de gloria con el mecánico de la empresa , lo cual retrasó el inicio de su recorrido. Y bueno el amor todo lo puede cuando el frío cala hondo… Verdad o no, es lo que sucedió.
Aclaración de último momento: Fui despedido de la empresa de micros y me separé de mi mujer… (No aclaremos que oscurece)

Texto agregado el 08-05-2008, y leído por 112 visitantes. (0 votos)


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